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“Siempre se puede volver, pero nunca se vuelve del todo”, canta el flamante Nobel de Literatura en “Mississippi”, y la frase parece ajustarse a la perfección a los personajes de Comeback, la ópera de cámara de Oscar Strasnoy que acaba de abrir la temporada 2016-2017 del Werkstatt (taller) de la Staatsoper Unter den Linden de Berlín. Con libreto de Christoph Hein, la obra cruza las trayectorias de dos grandes actores de las primeras décadas del siglo XX, Emil Jannings y Tilla Durieux. El primero, estrella del cine mudo y primer ganador del Oscar a mejor actor en 1929, terminó sus días en la oscuridad de su departamento, inhabilitado para trabajar después de la guerra debido a su pasado como Staatsschauspieler, artista oficial del Tercer Reich y protagonista de numerosos filmes de propaganda nazi. Durieux, por su parte, figura central del teatro alemán, retratada por Auguste Renoir y Franz von Stuck, debió soportar una larga serie de infortunios: el suicidio de su segundo esposo, Paul Cassirer, durante los trámites del divorcio, la captura y asesinato de su tercer marido en el campo de exterminio de Sachsenhausen y su exilio en Zagreb durante los años del nazismo. Ya con setenta y dos años, su regreso a Alemania recién se produjo en 1952.
La ópera comienza en esos años finales: Tilla Durieux fundida con el escenario, su cuerpo semioculto como si estuviera surgiendo desde las profundidades o a punto de volver a ellas. Su figura se ve duplicada por una segunda Tilla, que protagoniza sus recuerdos junto a Paul Cassirer. Las escenas de Durieux alternan con las de Emil Jannings, recluido en su casa junto a su compañera Gussy Hall y confrontado por su sobrino Jörg, aspirante a actor que le recrimina su activa participación en la política cultural del Reich. Los cambios de escena son subrayados por proyecciones en blanco y negro sobre el fondo del escenario y una música que, desde los parlantes, parece atravesar un velo, como un recuerdo.
Pocos compositores escriben para la voz como Strasnoy. Con varios ciclos de canciones y una docena de títulos de teatro musical (grandes óperas como Requiem, basada en Faulkner; óperas a capela como Geschichte, a partir de Gombrowicz; u óperas de cámara como Cachafaz, sobre la obra de Copi), la vocalidad parece estar en el centro de su poética. El cuidado casi artesanal por la palabra hace que cada obra suene distinta a todas las demás, pero, a la vez, todas llevan su sello personal. En el caso de Comeback, se destaca especialmente la escritura para las dos Tillas, la actriz que la representa en sus últimos años y la joven soprano que protagoniza sus recuerdos. Igualmente efectiva es la oposición entre la fiereza baritonal de Jannings y la juventud de su sobrino, a cargo de un contratenor. La particular sonoridad de la obra se debe también a la inusual conformación del ensamble: cuerdas, clarinete, guitarra eléctrica, trompeta, trombón, piano, órgano Hammond y percusión. A modo de ritornelo, resuenan los versos de una canción (“Ich habe Heimweh”) que Hein y Strasnoy escribieron evocando el espíritu de los años veinte. “Tengo nostalgia y no sé de qué”, cantan los personajes de Comeback. Y se responden: “Nostalgia de un tiempo que nunca existió”.
Comeback, música de Oscar Strasnoy, libreto de Christoph Hein, dirección musical de Max Renne, dirección escénica de Ingo Kerkhof; intérpretes: Josephine Renelt, Maria Husmann, Ralf Lukas, Johannes Euler, Martin Gerke, Nadia Steinhardt, Ensamble de la Staatskapelle Berlín; Staatsoper im Schiller Theater, Berlín, 30 de septiembre a 16 de octubre de 2016.
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