Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
El pianista norteamericano Craig Taborn, acaso tan habituado a ganar pools de críticos como a dejarse guiar por su agudo instinto a lo largo de improvisaciones libres, brindó dos conciertos de solo piano en el extraordinario —e incontinente— Festival Internacional Piano Piano del Centro Cultural Kirchner. En el primero, del sábado 25 de julio, compartió velada con Francisco Lo Vuolo. Quienes pudieron escucharlos aseguran haber salido profundamente conmovidos. A juzgar por lo que Taborn tocó el domingo 26, tan efusivas confesiones resultan perfectamente verosímiles. Pero sería injusto —y críticamente desacertado— no reparar en el set de Jodos, quizá el músico argentino más cercano, por su frecuentación no dogmática del atonalismo y su amplio rango de texturas y dinámicas, a la estética de Taborn, a su vez lejanamente derivada de la de Cecil Taylor. Mechando números de su reciente Actividades constructivas —por ejemplo, cerró con el primer tema del disco, “Ll#7”— con improvisaciones sin red —sin temas que las habilitaran—, Jodos desarrolló su exquisito sentido de la contemporaneidad jazzística. Fue breve, unos treinta minutos, sabiendo que, al menos esa noche, debía compartir el piano con uno de sus pianistas favoritos. “De lo contrario, sería demasiado piano para ustedes”, aclaró con un dejo irónico.
Caso testigo de la falaz aseveración de que el jazz del siglo XXI está condenado a repetir sus estilos históricos, Taborn es un extraño personaje del teclado (su dominio del piano eléctrico es también sorprendente, aunque en sus noches porteñas se concentró exclusivamente en el Yamaha nuevito de la Sala Argentina). Dueño de una presencia sonora cautivante, Taborn se expresa con lenguaje provocativamente ecléctico. Construye sobre la marcha —siempre sobre la marcha, fiel a la ética del jazz— un spiritual de riguroso ciclo de quintas o un violento stride de pianola descompuesta, y poco más tarde genera una tormenta de clusters y escalas imposibles que nadie sabe cómo amainará. Generalmente parte de un motivo sencillo, incluso una cancioncita de cuna o algo parecido, que termina funcionando como llave que da cuerda a un mundo fantasmagórico ilimitado. Uno se pregunta, mientras lo escucha absorto, ¿hasta dónde llegará el pianista con sus delicados y finamente matizados motivos de tres o cuatro notas convertidos en líneas desatadas? ¿Cuánto de composición se agazapa debajo de esos ostinati hipnóticos que sólo terminan cuando el público, entrometiéndose en algún silencio un poco más prolongado de los habituales, estalla en aplauso y Taborn saluda con cortesía, dudando entre pararse para cumplir con el protocolo de los conciertos o seguir ensimismado, tocando hasta el fin de los tiempos?
Conocido como acompañante de James Carter y Chris Potter, entre otros, Craig Taborn ha hecho del set de solo piano una riquísima instancia de relectura del jazz y la música contemporánea. Alguien osó decir, a la salida del concierto, que Taborn superó a Keith Jarrett. Tal vez sea un exceso, o una manera equivocada de entender un virtuosismo que crece sobre sí mismo, como una espiral incandescente, sin necesidad de otra comparación que la que el oyente puede establecer entre el antecedente y el consecuente de una música compuesta en tiempo y espacio reales.
Craig Taborn y Ernesto Jodos, Festival Internacional Piano Piano, Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner, Buenos Aires, 26 de julio de 2015.
“Todas las cosas que no tienen nombre / vienen a nombrarse en mí”, cantó casi con sentido irónico Gabo Ferro en su último disco, Su reflejo es...
Hilda Herrera festejó sus noventa y dos años con un nuevo disco. Y así nomás es es un trabajo de piano a cuatro manos con el pianista Sebastián...
Gloria Guerrero: ¿Estás viejo ya para ser maestro de escuela?
Charly García: No, los maestros de escuela son viejos.
Humor, junio...
Send this to friend