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Deep Listening

Pauline Oliveros

MÚSICA

En el otoño del 88, el compositor e improvisador Stuart Dempster, docente de la Universidad de Washington en Seattle, invitó a sus amigos y colegas Pauline Oliveros y Panaiotis (Peter Ward) a explorar sónicamente una locación única en su tipo, a la que Dempster buscaba acceder desde fines de los setenta: una cisterna subterránea perteneciente a la antigua base militar estadounidense de Fort Worden, en Port Townsend, estado de Washington. Esta cisterna en desuso, ubicada a una profundidad de cuatro metros, de sesenta metros de diámetro y con una capacidad casi ocho millones de litros, posee una característica extraordinaria: una reverberancia natural de cuarenta y cinco segundos. Para tener una dimensión de lo que esto significa en términos acústicos, hay que tener en cuenta que el Taj Mahal tiene una reverberancia de veintiocho segundos, y las grandes catedrales, entre quince y veinte. Esta condición crea un espacio sonoro único, acústicamente uniforme, en el que la reflexión de cada sonido producido termina superando al sonido directo, instalando así un magma sónico continuo y avasallador. Dempster definió la experiencia como “estar envuelto en una manta cálida y difusa”. Y Oliveros consideró la cisterna de Fort Worden en sí misma como un gran instrumento, que ellos aprendieron a tocar. Fue en esa oportunidad cuando se grabó el disco Deep Listening, en el que utilizando únicamente trombón, didgeridoo, acordeón, voces y piezas de metal percutidas, Oliveros, Dempster y Panaiotis crearon cuatro piezas hipnóticas, convertidas en un clásico instantáneo del drone y la música experimental site-specific. Y fue este también el punto de partida para la teoría y la práctica de escucha profunda que Oliveros desarrolló en los años subsiguientes y publicó en 2005, con el título de Deep Listening. Una práctica para la composición sonora. El libro, publicado por primera vez en español en 2019 por la editorial Dobra Robota, con traducción de Alan Courtis y Juan Pablo Martese, abre la posibilidad de acercarse al pensamiento de una de las compositoras seminales de la música experimental y electrónica del siglo XX.

Oliveros (1934-2016) fue una pionera en múltiples sentidos: cofundadora del mítico San Francisco Tape Music Center en los sesenta junto con Morton Subotnick y Ramón Sender, docente de cátedras innovadoras en la Universidad de California y otras instituciones estadounidenses, feminista adelantada y consecuente y creadora de nuevas teorías musicales, es además autora de una vasta obra que Alan Courtis —quien mantuvo con Oliveros una amistad reflejada en varios discos junto al grupo Reynols— define en su prólogo como “orgánica, fluida y consistente, y que tiene una vitalidad que resiste el paso del tiempo”. También lo resisten sus ideas en torno a la escucha desarrolladas en el libro, que se articulan fuertemente con el denominado hard problem of consciousness (el problema difícil de la consciencia), como lo definió David Chalmers, es decir de qué modo accedemos a experiencias subjetivas singulares e irreductibles a través de los sentidos, en este caso del oído. Oliveros insistió tempranamente en una distinción que hoy está bastante extendida, la diferencia entre oír y escuchar: “Oír es el fenómeno físico que posibilita la percepción, escuchar es prestar atención a lo que es percibido tanto acústica como psicológicamente”. La escucha que la compositora define como profunda es un acto voluntario, que permite dirigir y enfocar nuestra atención para actuar “con presencia y memoria”, y se produce en el espacio acústico, que es “donde se funden el tiempo y el espacio al ser articulados por el sonido”.

El libro propone, además de variadas e interesantes definiciones teóricas sobre los diversos modos de escucha y atención, una serie de instrucciones y ejercicios que pueden ser realizados por músicos y no músicos por igual —adaptados de disciplinas como el yoga, el chi kung y el tai chi, y otros concebidos especialmente por Oliveros, como improvisaciones con la respiración y sus sonidos— para generar una actitud receptiva e ingresar en el modo de escucha profunda, descondicionando los patrones habituales de atención para incorporar otros nuevos, e incluye una antología de obras creadas por Oliveros dentro del marco conceptual de deep listening.

El núcleo de la práctica concebida por Pauline Oliveros es precisamente volver conscientes los procesos perceptivos y convertir esa consciencia acrecentada en una técnica que pueda ser utilizada para fines sonoros. Implica en alguna medida salir, al menos provisoriamente, de las formas de la música, hacia los “sonidos del mundo”. Es también una forma de meditación a través del sonido, que incorpora la “compasión” en el sentido budista al plano sonoro, promoviendo una escucha imparcial del continuo espacio-temporal, una suerte de “aceptación” de todo lo que suena, y por lo tanto un recurso valioso en un entorno como el actual, dominado por la economía de la atención y su impiadosa colonización de la subjetividad, exhortándonos a no dejar de escuchar, para seguir habitando el presente.

 

Pauline Oliveros, Deep Listening. Una práctica para la composición sonora, traducción de Alan Courtis y Juan Pablo Martese, Dobra Robota, 2020.

17 Dic, 2020
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