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La escena musical de la ciudad de Buenos Aires es un profuso delta cuyos protagonistas suelen desconocerse y sólo están unidos por la constatación de que la carrera de obstáculos nunca se termina. Siempre surge una nueva dificultad y hay que tener mucha cintura y mayores convicciones para el ejercicio de la elusión constante. Eludir el pozo y avanzar, avanzar y tratar de incidir, incidir y avizorar, siempre, un futuro incierto y amenazador, pero también excitante. Se editan, aquí, muchos discos que el escuálido mercado desconoce y la prensa escrita, por lo general perezosa, ignora. Discos que reclaman algo más que una reseña documental, un ejercicio de piedad gráfica. Sales de Baño, el grupo que lidera el bajista y compositor colombiano Carlos Quebrada, debería, por su propio y fantástico peso, abandonar el sitio de la excentricidad, dejar de ser una nota al pie o, en el menor de los casos, un comentario entre músicos conocidos (“¡wow!”). Su flamante trabajo, Estrangulado el mundo, puede considerarse, sin exageraciones, de lo mejor que se ha editado en 2014 en esta ciudad.
Quebrada y sus compañeros ―el flautista Camilo Ángeles, el trompetista Agustín Zuanigh, el pianista Andrés Marino, el guitarrista Mariano Cepeda y el baterista Federico Isasti― estudian o estudiaron en la Tecnicatura en Jazz del Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla. Ninguno es mayor de treinta años. El jazz de avanzada, en muchas de sus acepciones más recientes, y la música improvisada, de tradición europea y norteamericana, reverberan a lo largo del disco. También son claras las marcas y los reciclajes de dos compositores, Louis Andriessen y Steve Reich, que en los años setenta trabajaron en los márgenes de la academia y, hasta el momento de su consagración, elaboraron un repertorio heterodoxo, salvaje, que sigue, a la distancia, siendo iluminador. “Zoro Astro” y “2.30” dan cuenta de esas lecturas y traducciones desde una ciudad remota y, a su modo, multicultural, donde argentinos, un peruano (Ángeles) y un colombiano logran una amalgama en la que también se interseca (tal vez con conocimiento, quizá por simple empatía o azar) algo del linaje más refinado y camarístico del rock: Univers Zéro y Art Zoyd (escuchar, por ejemplo, “Wildeinsamkeit”).
A pesar de la larga serie de pesares (un “a pesar de” al cubo que cuantifica las adversidades), Sales de Baño nunca se rinde: el grupo se presenta con bastante frecuencia. Esa es la oportunidad de adquirir su disco. Pero no vayan sin haberlos escuchado online porque, finalmente, allí está el documento sonoro que convierte estas palabras en una pudorosa aunque entusiasta invitación. El magnífico Quebrada, que reside en Buenos Aires desde 2009 y toca el bajo de seis cuerdas, no puede parar de componer e intervenir. Además de Sales de Baño, tiene en esta ciudad otro grupo, Bosnnia (con la chelista Violeta García, el bandoneonista Bruno Ferreccio y el baterista Fernando Caraballo) y participa en Bogotá de otro combo sorprendente, El Último Boabdil. La alteridad musical, señoras y señores, está acá, en estas calles, o un poquito más allá, y no hay que disfrazarse de curador cosmopolita o de amante de las osadías de otras latitudes para sentir su fuerza resistente en el crepúsculo de la escucha.
Sales de Baño, Estrangulado el mundo, Kuai Music, 2014.
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