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La compositora Graciela Paraskevaídis nació en Buenos Aires, en 1940. Durante la década del sesenta, en medio de los esfuerzos modernizantes del Di Tella, estudió con Gerardo Gandini y Iannis Xenakis. Luego completó su formación en Alemania. Se radicó en Montevideo en 1975 y es, desde hace décadas, cociudadana uruguaya. El prefijo “co”, más que una tentativa de refutación del concepto jurídico de ius sanguinis, debería ser entendido como un anhelo, el de ser y estar presente en las dos orillas del río que separa las dos ciudades. Estudios sobre la obra musical de Graciela Paraskevaídis, el libro de ensayos compilados por el musicólogo Omar Corrado y que Gourmet Musical editó antes de que se cerrase 2014, busca materializar ese intrincado afán de doble pertenencia. Funciona como un denso complemento teórico de los tres discos monográficos sobre Paraskevaídis publicados en Montevideo, el más reciente Contra la olvidación, que incluye una obra interpretada por la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos de La Paz, que dirige el compositor Cergio Prudencio. El problema sigue estando en la ciudad de origen. La música Paraskevaídis no forma parte de las celebraciones institucionales, esa fuente inagotable de onerosos homenajes a las grandes figuras de posguerra de Estados Unidos y Europa. La “cociudadana” es, en cambio, mejor apreciada en Alemania.
El linaje de Paraskevaídis hay que buscarlo en un vector que en el siglo XX parte de Edgard Varèse, en especial de sus obras para vientos, atraviesa la región de la mano de figuras como el mexicano Silvestre Revueltas y el cubano Amadeo Roldán y dialoga con ciertos recorridos de Luigi Nono. Pero, más allá de los nombres propios, si algo la define es su distancia del paradigma compositivo centroeuropeo que equipara el valor con la direccionalidad y la densidad orgánica. Su búsqueda, según Corrado, nunca se sintió tentada por la solución folclorizante, como puede comprobarse en “Libres en el sonido, presos en el sonido”.
Los ensayos reunidos en este libro, y que incluyen a autores como Prudencio, figura esencial de la contemporaneidad musical boliviana, Thomas Beimel, Daniel Añez y Osvaldo Budón, llegan, desde diversas prácticas y orígenes, a un mismo punto de asombro frente a una escritura que privilegia el sonido como magma y suele organizarse por yuxtaposiciones de bloques tímbricos y oposiciones en los registros; escritura que a veces recurre a la microtonalidad y genera fuertes tensiones y expresividad con una acotada economía de los materiales. En esa microbiótica radica parte de la fuerza de su música.
“Acerca de las mujeres que, además de ser mujeres, componen”, su artículo de 1985, llamaba la atención sobre los modos de invisibilización en un campo definido por los hombres. La palabra también fue su instrumento para abrirse camino. Docente, musicóloga, polemista, activista cultural, Paraskevaídis tiene ahora un libro que la retrata, estudia, acerca. Un libro necesario que se refleja en el espejo de nuestra propia (y disimulada) excentricidad.
Omar Corrado (comp.), Estudios sobre la obra musical de Graciela Paraskevaídis, Gourmet Musical, 2014, 153 págs.
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