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La aspiración de libertad, en música como en cualquier otra disciplina artística, radica, si no en desbaratar el marco de referencia, al menos en ampliar sus horizontes. Esa búsqueda, que en primer término es negativa en tanto cuestiona la tradición, al mismo tiempo debe sostenerse en nuevos principios constructivos. La libertad, claro, no está exenta de restricciones, y en la puja entre una y otra, quien no quiere conformarse con acatar lo heredado debe establecer sus propias reglas. Esto viene a cuento de Free Jazz, del musicólogo y saxofonista alemán Ekkehard Jost, que aporta elementos consistentes para discernir en el flujo sonoro algo más que el zafarrancho cacofónico que le achacaban sus detractores en la década del sesenta. La doble condición de especialista y practicante distingue la labor de Jost de otras aproximaciones que en mayor medida suelen capturar el fenómeno sociocultural relegando a un segundo plano los aspectos estrictamente musicales. Un caso ejemplar es Black Music, de LeRoi Jones, si bien no deja de ser un complemento necesario para comprender un movimiento que cruzó fronteras artísticas con el fin de acompañar reivindicaciones de las minorías afroamericanas. Jost, en cambio, ofrece apenas unas pinceladas de contexto social y biográfico para luego desarrollar lo que él llama “retratos de estilo” de los principales exponentes del género, concibiendo el estilo no como algo cristalizado sino en tanto resto de un proceso paulatino de experimentación que conlleva marchas y contramarchas. Un detalle no menor es que el libro que ahora edita Letra Sudaca junto con ICM tuvo su primera aparición en 1975, cuando la agitación sensitiva y la controversia en torno al free jazz seguían aún presentes.
“Al principio de toda pieza de free jazz”, escribió George Perec, “cada músico está al borde del abismo: no hay nada detrás de él, salvo el sistema del que reniega”. Con la particularidad de que cada cual lo hace de una manera diferente. Dado que la variedad estilística y formal es inmanente a su propuesta, resulta difícil delinear características generales del movimiento sin reducir su heterogeneidad; de ahí el recurso de los retratos en movimiento de Ornette Coleman, John Coltrane, Cecil Taylor, Charles Mingus, Don Cherry, Archie Shepp, Albert Ayler, Sun Ra y los músicos de Chicago agrupados en la A.A.C.M. y el Art Ensamble. Lejos de calcar su análisis sobre las declaraciones de los músicos, Jost recurre a una variedad de métodos analíticos (gráficos electroacústicos, representaciones visuales de eventos sonoros y transcripción de extractos musicales) para sostener sus argumentos. Tanto es así que, incluso en las contadas ocasiones en que se trasluce el gusto personal (particularmente notable cuando se ocupa de Ayler), este queda rápidamente opacado por la variedad de ejemplos. Además de analizar el abandono de la armonía funcional en aras de la exploración melódica, la renuncia al santo patrono del swing, el pasaje del ritmo a los impulsos de energía, o el concepto interactivo de improvisación a partir de cadenas de motivos; Jost también aclara algunos de los supuestos erróneos que rodean al movimiento, tales como la falta de organización formal o conciencia arquitectónica.
No cabe duda de que el free jazz implicó un desbarajuste de la dirección cuyas consecuencias fueron similares a las que produjeron Pollock en pintura o el Finnegans Wake en literatura. Esos efectos se traducen en un empuje sin precedente de los límites estéticos hasta el punto de arribar a un callejón de donde sólo puede salirse mediante un repliegue en busca de un nuevo comienzo. Para entonces ya nadie puede reclamar la inocencia.
Ekkehard Jost, Free Jazz. Estudios críticos sobre el jazz de la década del sesenta, traducción de Omar Grandoso, Letra Sudaca / ICM, 2021, 308 págs.
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