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Uno de los personajes más prolíficos de la escena musical de la ciudad de Buenos Aires es colombiano: Carlos Quebrada Vázquez. Bajista, compositor, improvisador y jocoso animador cultural, Quebrada viene desde 2014 sacando conejos de la galera, uno tras otro. El reciente disco de Sales de Baño, Geometría del vínculo (título por demás cheeveriano), puede considerarse sin miedo a caer en la exaltación hiperbólica un premio a esa audacia que llega a buen puerto y, además, un regalo al oyente interesado en las músicas de los bordes y la hibridez, esa que tiene un pie en el jazz, otro asentado en las tradiciones escritas y un más allá donde entran la electrónica y, de a ratos, el rock. Formado en la cátedra de Ernesto Jodos del conservatorio Manuel de Falla y con Fernando Tarrés, Quebrada ha convertido a Sales de Baño en un laboratorio de permanentes galvanizaciones: el sexteto en el que reúne a Federico Isasti (batería), Andrés Marino (piano, teclado y electrónica), Camilo Ángeles (flauta), Agustín Zuanigh (trompeta) y Mariano Cepeda (guitarra eléctrica) infunde a viejos materiales un nuevo cuño, reactiva los que pudieron perder su potencia, disuelve fronteras y compartimentos, reviste de una novedad (palabra “antigua” y desprestigiada) aquello que fosilizó cierta jerga autonominada experimental. “Asu”, la primera composición, se sostiene a través de la iteración y el corte como mecanismo organizador. Uno puede escuchar la respiración de algunas obras del austríaco Bernhard Lang —“Differenz/Wiederholung 1.2”, por ejemplo—, pero es apenas un aliento, un impulso, como lo había sido el posminimalista holandés Louis Andriessen en Estrangulado el mundo (1984). Debajo de esa superficie (y no estamos hablando de gestos espasmódicos), late un imaginario más amplio, el que le da razón de ser al grupo, esa tensión entre la escritura convencional y la escritura que se despliega en el tiempo. “Confiamos en el veneno” tiene un comienzo más inclinado hacia las texturas electrónicas. Sin embargo, no hay regodeo facilongo con el drone. Las texturas se densifican y desvanecen para poner en marcha otra operación en la que la idea de reverso y anverso (un objeto de dos caras, una que mira al jazz, a Braxton y una discoteca aledaña) y otra que apunta como si fuera un entredicho hacia otra dirección, encuentra su realización más sutil. Al llegar a “Primer temblor” creemos saber todo de este disco, pero la pifiamos. El manejo de los planos y los tiempos es acá magistral y entonces queremos poner a prueba a Quebrada, a ver para qué nos prepara en el siguiente corte, y “Geometría del vínculo Parte II” mantiene firme el impulso inicial: algunos materiales retornan como remanencias y a la vez aperturas. Lejos están de superfluidad. “Primer temblor Parte II”, “Confiamos en el veneno Parte II” y “Mono” completan este sensacional trabajo (que también tiene su edición en vinilo), destinado a estar seguramente entre lo mejor de 2019. Cinco años después de su disco debut y a tres del segundo, Horror vacui, los Sales se han superado técnicamente y en soltura. Quebrada es cosa seria aunque a veces se incline por la mofa. Si quieren saber más de él, escuchen su otro proyecto, Nicotina es primavera. Lo dicho entonces: uno de los pequeños faros de la escena de Buenos Aires es un colombiano.
Sales de Baño, Geometría del vínculo, Buh Records, 2019.
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