Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Para definir qué es la contemporaneidad, Giorgio Agamben recurre a una metáfora espacial más que temporal. Lo contemporáneo “toma distancia” de su propio tiempo, mantiene una relación de desfase y anacronismo con su época. Quienes coinciden demasiado con su época no son contemporáneos porque no logran divisarla desde afuera, no pueden tener fija la mirada sobre ella. Constante (Quemasucabeza, 2014), de Juan Román Diosque (1982), podría ser el disco más contemporáneo que el pop nacional nos haya dado en los últimos tiempos. Desde sus comienzos, el cantautor tucumano fue apadrinado por Daniel Melero, ya se tratara de sus experimentos electroacústicos en I Can Ción (Pop Art, 2007) o de su obsesión con la estructura canción en Bote (Independiente, 2011). Para su tercer LP, se alimentó de todos los avances del pop electrónico bailable desencadenados por Jessico y Leo García quince años atrás, logros que esperaban ansiosos una revancha en estos tiempos post-Internet. Pero Constante atraviesa el género y va más allá, moldea el pop a su gusto para devolver una obra de megaproducción atada a la firma personal de Diosque.
Tres años después, el disco que sigue a Constante toma una distancia incluso mayor con respecto a su tiempo. Llanero, producido nuevamente por Jean Deon, de la banda Michael Mike, es un recorrido histórico y estilístico por el género pop. Diosque viaja en el tiempo tomando ingredientes de los estilos característicos de la música popular desde los noventa para hacerlos suyos y trascenderlos. Siempre perteneció a esa cepa de cantautores argentinos que buscan el diálogo entre lo que pasa en la escena internacional y en la nacional. Hablamos de: eurodance, drops dubstep, pasajes techno, beats cuasi-trap, cumbias satánicas. Diosque recorre su amplio catálogo de ritmos y estilos con el objetivo de adueñarse de todos. En este sentido, Llanero se siente más como una playlist que como un disco, el formato al que está avanzando el pop en la era del streaming (del que Drake es el precursor más fuerte). Más que como un LP con un arco y una narratividad que lo encierre, el tercer trabajo de Diosque funciona como un conjunto de temas de sensibilidad común, pero que se descomponen mejor por separado. En su playlist, Diosque también se permite colaboraciones con la mexicana Julieta Venegas, en el single “Toca mis huesos”, y con Clara Trucco, del dúo argentino-uruguayo Weste, en “Lo importante”.
A diferencia de lo que sucede en cada uno de sus discos anteriores, Diosque no crea un nuevo lenguaje en Llanero. Algunas canciones podrían haber pertenecido incluso a Constante: “Semejante” suena como una reversión de “Broncedado”; “Este canto paga todo” tiene aires de “La verdad rota”. La reiteración se siente como una temática que habita en todo el disco, tanto en las letras (“siempre me pasa lo mismo”, “otra vez con eso, repite ahora esto”), como en el loop de estructuras y fills de sintetizadores. Pero Llanero está menos preocupado por la repetición y más interesado en la insistencia de un estilo cada vez más particular y arriesgado. El foco de esta profundización está puesto en el trabajo de las “formas de decir”, en cómo apretar un habla criolla, rural y extensa dentro de la acotada métrica pop. Para esto, la lírica de Diosque juega con varios niveles de autorreferencialidad, con letras que cruzan el quehacer compositivo (“tu preocupación no escribe esta canción”, “inaceptable estrofa de canción”) y su posición como músico (“me dedico al rito y al ritmo”, “me detengo entre rimas, justo al borde del fracaso”). El resultado es un estilo inconfundible, cuya fórmula suma melodías de líneas deformes y ritmos que, en su impureza, resultan felizmente híbridos.
Diosque, Llanero, Geiser, 2017.
“Todas las cosas que no tienen nombre / vienen a nombrarse en mí”, cantó casi con sentido irónico Gabo Ferro en su último disco, Su reflejo es...
Hilda Herrera festejó sus noventa y dos años con un nuevo disco. Y así nomás es es un trabajo de piano a cuatro manos con el pianista Sebastián...
Gloria Guerrero: ¿Estás viejo ya para ser maestro de escuela?
Charly García: No, los maestros de escuela son viejos.
Humor, junio...
Send this to friend