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La palabra “repertorio” remite a un conjunto de obras que un solista o una compañía (musical, en este caso, pero podría ser dramática) ha pasado por su maquinaria interpretativa y mantiene en un estado de inminencia: el volver a hacerlas. Pero ¿cómo se constituye un repertorio? ¿Qué pruebas deben pasar las obras? Desde ya, el interés y el deseo de los músicos de revisarlas, sabiendo que nunca las escuchan (y escuchamos) dos veces de la misma manera. Siempre existe una chance de llevarla más allá e imprimir, como en un palimpsesto, la firma personal sobre sus huellas anteriores. La otra circunstancia se relaciona con las posibilidades de realización. Y en un país como el nuestro ese límite define los formatos (para cuántos músicos se escribe, cuántos músicos pueden funcionar orgánicamente) y las otras mediaciones (dónde y cuándo, bajo qué condiciones se puede tocar, cómo se paga ese trabajo, ¿se paga?). Quizá esa sea la razón por la cual durante los últimos años han surgido varias unidades móviles capaces de recorrer caminos empinados, adoptando en varios casos la portabilidad. Pienso, para citar sólo algunos ejemplos, en el enorme trabajo de acopio que realizó Nonsense, ensamble vocal de solistas, el que continúa haciendo la Compañía Oblicua, que dirige Marcelo Delgado, el cuarteto de guitarras Nuntempe y el de saxos que nos ocupa en este caso, Tsunami. El cuarteto que componen Alejandro Soraires (saxofón soprano), Mauricio Berg (saxofón contralto), Martín Proscia (saxofón tenor) y Mariana Brondino (saxofón barítono) viene reuniendo desde 2009 un corpus de obras de compositores argentinos. Siete años atrás publicó su primer disco, Contrastes, y en todo este tiempo no hizo más que ensanchar su repertorio y la destreza.
¿Qué se pone por lo tanto en juego al llamar Luz mala a un disco con cuatro obras de una música actual? La leyenda de la luz mala es común a ambas orillas del Río de la Plata y remite a una aparición nocturna. Esa fosforescencia móvil y a poca altura era el indicio de un alma en pena, el espíritu de un difunto. Los encuentros cercanos en el campo con esa figura espectral tienen una explicación científica: es creada por la descomposición de materias orgánicas sobre el suelo. Si nos apegamos a la literalidad del mito que recupera el título del disco, ¿es la propia música la que erra en el mundo de las plataformas cargando esta vez el lastre de la historia y sus mandatos? ¿Son los restos del modernismo los que se reflejan en la noche de la recepción? Tsunami se apropia de la imagen, pero se rebela a una sentencia crepuscular de la escucha. Lo que irradia es una promesa de reparación y un desafío.
Las cuatro obras ofrecen distintas miradas sobre lo que es escribir en un presente cargado de pasados y con una idea borrosa de futuro. Fueron probadas en conciertos y llegaron al estudio en un estado de madurez, bajo la experta oreja de Ariel Gato, el técnico de grabación y masterización. “Ignición”, de Natalia Solomonoff, trabaja con materiales y gestos acotados que se expanden gradualmente a medida que se repiten, colisionan y desplazan en el tiempo. Entran en combustión y cuando llegan a los registros extremos alcanzan su momento de mayor impacto. ¿Cómo no arrobarse ante esos sobreagudos casi inmateriales que nos sugieren un más allá de la escucha?
Proscia aparece en su doble condición de intérprete y compositor. El conocimiento del instrumento le permite expandir sus límites con soltura e imaginación. La propia historicidad del saxo se pone sin embargo en entredicho en el comienzo. Los cuatro músicos soplan, sí, pero a través de mangueras corrugadas que se utilizan para insertar los cables en las instalaciones eléctricas. Las boquillas de los tubos refuncionalizan la utilidad del saxo y le ofrecen a “La memoria del río IV” un comienzo poderoso. Los multifónicos crean un continuo que va encontrando su cauce a medida que los instrumentos recobran su estado natural. El río-textura, a veces más rugoso, otras diáfano, fluye aun cuando creemos que no se mueve gracias a las inesperadas disrupciones y movimientos internos. No hay desembocadura sino un estremecedor retorno al afluente inicial, como si los márgenes nunca hubieran sido trazados en el mapa de la escritura.
Ezequiel Esquenazi hace de “Voy a ver” un tratado de la autorrestricción. Una suerte de grado cero de aquello que esperamos de la emisión de un saxo: soplidos como significantes estructurales, ruido de llaves, el slap, van preparando la llegada al sonido. La obra requiere de un enorme trabajo de armado para que esa direccionalidad se transparente y retorne al impulso mínimo inicial. “Mariposas”, de Cecilia Pereyra, cierra este disco poderoso con una obra que nos invita a seguir los pasos de esta compositora. Theodor Adorno, tan mentado y luego tan olvidado, tan obsesionado con la pertinencia histórica de los materiales, creía que, en cierto momento, algunos acordes se volvían insoportables a los oídos. Pensaba particularmente en la séptima disminuida. En Beethoven, decía, sonaban bien porque eran la resolución de problemas planteados por el estado de la relación entre el cuerpo sensorial y el cuerpo operativo que enfrentó al compositor con sus exigencias. En otros, que abusaron de ese acorde, sucedía lo contrario durante el siglo XIX y el XX. Algo de eso ocurre a veces en los últimos años, pero con las llamadas técnicas extendidas de los instrumentos (la expansión de sus posibilidades sonoras), utilizadas en muchos casos como si se tratara de un documento de membresía que permite circular por el mundo de la música contemporánea. La técnica extendida se convirtió en un ejercicio metonímico que suplantó a la misma composición. No siempre, si revisamos las obras de Marcos Franciosi, el citado Delgado o, en este caso Pereyra (y muchos más, claro). El trabajo aquí con los multifónicos y los vibratos que derivan en campos pulsados encuentra una poderosa justificación de las decisiones de escritura. No es impostado. Ahí donde podríamos ocasionalmente toparnos con la redundancia, “Mariposas” nos ofrece el punto de desvío y la celebración. La música derrota a las cristalizaciones, constituye su propio derrotero y nos dejamos llevar por ese triunfo. Como a lo largo de Luz mala. Tsunami es una proeza en un medio donde las instituciones desfallecen y las posibilidades de ensanchar el horizonte musical enfrentan situaciones de adversidad naturalizadas.
Cuarteto Tsunami, Luz mala, 2023.
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