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Otra ofrenda musical

Ensamble Tropi

MÚSICA

La Ofrenda musical fue compuesta por Johann Sebastian Bach en 1747, tres años antes de su muerte. Es una obra de gran complejidad formal en la que Bach pretende dejar a la posteridad un testimonio de su saber y su práctica musical. La historia de la composición es conocida a través de fuentes de la época: Federico II de Prusia desea escuchar al viejo Bach, notable improvisador, en los pianoforti patrimonio de la Corte. El músico es invitado para mostrar su habilidad para construir fugas improvisadas. El rey le dicta un tema sobre el que Bach toca. Asombrado de su capacidad improvisatoria y curioso por ver hasta dónde podía llegar ese arte, el rey pregunta si es capaz de fugarlo a seis voces. Bach lo juzga complejo de realizar. Dos meses después, le hace llegar la Ofrenda musical, una colección de dos fugas (una de ellas a seis voces sobre el tema del rey), diez cánones y una sonata que incluye una parte para flauta, instrumento que el rey dominaba.

El Ensamble Tropi, la agrupación de música contemporánea dirigida por Haydée Schvartz, presentó en la Capilla del Centro Cultural Recoleta el concierto Otra ofrenda musical, con un programa cuyo centro temático fue la música de Bach, pero puesta en diálogo con composiciones del siglo XX y del pasado reciente.

Ya en el ingreso a la sala la puesta evocaba una atmósfera bachiana desde una escueta teatralidad barroca. A metros de la entrada, Scvhartz (como un Kapellmaister del lugar) recibía al público ejecutando en un piano vertical contra la pared trasera de la sala algunas piezas del repertorio para teclado del genio de Leipzig. Después pasaría a ocupar el lugar de maestra de ceremonias, anunciando cada una de las obras con una corta pero significativa introducción, ofreciendo tal vez de antemano una respuesta a la eventual pregunta implícita: ¿por qué un ensamble de música contemporánea le dedica un programa al más grande compositor de la época barroca? Así, como si la música fuera la argumentación que debiera validar esos pretextos, el ensamble comenzó presentando cuatro de las transcripciones de Gyorgy Kurtág para piano a cuatro manos del libro De Machaut a Bach, interpretadas sobriamente por la propia Schvartz y Malena Levin.

Juan Ignacio Zubiaurre se lució más tarde con su interpretación de Guige, del compositor Pawel Szymanski, obra de 2006 para violonchelo solo. En el texto introductorio, un fragmento del compositor polaco situaba la obra, aunque la cita también podía entenderse como fundamentación del repertorio del propio ensamble: “El artista moderno, y esto incluye a los compositores, se encuentra en una situación de dos extremos: si decide renunciar por completo a la tradición, corre el riesgo de caer en la trampa del bla bla bla; si sigue la tradición demasiado de cerca, puede resultar trivial. Esta es la paradoja de la práctica artística en los tiempos modernos. ¿Cuál es la salida? Como no es posible liberarse por completo de lo trivial, es necesario jugar con ello, tratarlo como un material que permite ceñirse a ciertos elementos de la convención, al tiempo que se lo mantiene a raya mediante el uso de comillas, metáforas y paradojas”.

A lo largo del concierto, el ensamble interpretó seis de los cánones de la Ofrenda musical, exquisitamente instrumentados por Sebastián Gangi, cada uno de ellos en un formato distinto y con un tratamiento variado según la elección instrumental definida para cada pieza, en una suerte de ars combinatoria de las posibilidades tímbricas del grupo.

Para el tramo final quedaron dos obras de compositores más cercanos geográfica y temporalmente. Con el maestro Julio Viera presente en la sala, se escuchó Passacaglia sobre un tema de Bach, obra de 1987 para clarinete, violín y piano. La música de Bach apareció entonces en clave modernista y bajo la forma de “alusiones privadas”, según propuso Haydée Schvartz, con una estilística más cercana a Alban Berg y Anton Webern que al ya entonces lejano siglo XVIII.

Por último, fue momento del estreno mundial de Cromatropo 0, 49, 83, del compositor paraguayo Mateo Servián Sforza, para flauta, percusión, guitarra eléctrica y violonchelo. Ya no hubo posibilidad de volver a escuchar melodías en fuga: el escenario quedó convertido en un fascinante espacio vibratorio en el que confluían diversos timbres en una atmósfera de notas sostenidas, como en trance, estridencias, golpes de percusión, electricidad y ruido (notablemente organizado por el guitarrista Manuel Moreno). Respecto del enigmático título, el propio compositor señaló que refiere a una pieza del siglo XIX formada por dos cristales superpuestos y que produce ilusiones ópticas, junto con la clave numérica del color azul de prusia, el pigmento sintético descubierto casualmente por una reacción química y que fue furor desde su aparición, el mismo que se convirtió en el color oficial del uniforme del ejército prusiano y cuya funesta historia traza Benjamin Labatut en Un verdor terrible, en un relato que lo liga a la élite del Partido Nacionalsocialista y el horror del Zyklon B utilizado en las cámaras de gas de los campos de exterminio nazi. Llegaron entonces el cierre y el aplauso cerrado del público. El largo recorrido desde la Corte de Federico II hasta la Capilla del Centro Cultural Recoleta había llegado a su fin.

Ensamble Tropi, Otra ofrenda musical, Capilla del Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 14 de septiembre de 2024.

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