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El triunfo de Rufus Wainwright en la máxima sala de conciertos del país radica en que no es la estrella pop que incursiona en algún área de la música académica por curiosidad, ego u oportunismo: tiene una formación sólida y siempre expresó su amor por la ópera, por lo cual era un desafío lógico incursionar en el género (la sucesora de Prima Donna será estrenada en 2018).
A los no demasiado familiarizados con la ópera, nos es más fácil pensar estos highlights de Prima Donna (en este “concierto sinfónico-visual”, la representación corre por cuenta de la proyección de un film realizado por Francesco Vezzoli) dentro de la obra de su compositor: para alguien que llegó a hacer una remake de un histórico show y disco en vivo de Judy Garland en el Carnegie Hall de 1961, escribir una metaópera inspirada en la máxima estrella del canto lírico, María Callas, fue otra muestra de su simpatía por las divas.
Algunas arias, con un excelente desempeño de la mezzosoprano Guadalupe Barrientos secundada por la notable soprano Oriana Favaro y el tenor Carlos Ullán (quien a veces era engullido por el volumen de la orquesta dirigida por Bernardo Teruggi), portan las huellas de las melancólicas construcciones melódicas de Wainwright y son el principal enlace que se puede encontrar en lo musical entre Prima Donna y el resto de su trabajo, del cual sonaron varios exponentes en la segunda mitad de la velada, cuando luego de haber oficiado como maestro de ceremonias Wainwright volvió al escenario para cantar acompañándose de su piano y la orquesta en diferentes configuraciones.
Este segmento —el que más le interesaba a la audiencia— se inició con “April Fools”, con un arreglo, como en la mayoría de los temas, de Maxim Moston. En esta ocasión, Wainwright sonó en algunos tramos —como “Vibrate”— exigido para cantar algunas notas altas. Aun así, su voz es un instrumento de singular belleza; además, si bien no se lució tanto en el piano como en su memorable unipersonal de 2013 en el teatro Gran Rex, es capaz de construir un acompañamiento en las teclas con muchos más matices que la mayoría de los songwriters.
Wainwright también interpretó, sin orquesta, uno de los sonetos de Shakespeare que musicalizó para su próximo disco. Otro inédito a solas con su piano fue “Argentina”, escrita durante su anterior visita y dedicada a su marido, con una gaffe en la segunda función, cuando pidió la implementación del matrimonio igualitario en el país. La canción ocupó en el programa el lugar originalmente reservado a “Little Sister”. Lástima: el Colón se perdió un arreglo de Van Dyke Parks.
La orquesta reapareció en una canción folk irlandesa del siglo XIX, “Last Rose of Summer”, que fue cantada a dúo con Favaro y funcionó como elegía a un familiar de Wainwright que acababa de morir. Después del final formal con “Oh What a World”, con citas al Bolero de Ravel que evitaron caer en el kitsch, hubo bises como la excelente “Going to a Town” y una versión de “Hallelujah” de Leonard Cohen, en la que Rufus —sin micrófono— repartió las estrofas con los tres cantantes de Prima Donna y estuvo a la altura. Ese momento funcionó como metonimia de la ambiciosa propuesta de Wainwright, llevada a buen puerto por su inmenso talento.
Rufus Wainwright, Prima Donna. Un concierto sinfónico-visual. Canciones para voz, piano y orquesta, Teatro Colón, Buenos Aires, 19 y 20 de febrero de 2016.
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