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Curiosa asincronía entre orillas del Río de la Plata. Tango, milonga y candombe es el último disco de Rubén Rada editado en Argentina. Más allá de un par de fechas para Nación y capital el año pasado, su presentación porteña ocurrió en un ciclo de shows el pasado abril. Desde fines de 2015, en Uruguay se consigue Allegro, álbum aún sin versión física local.
Tango, milonga y candombe, subtitulado Música negra del Río de la Plata, es un álbum doble pergeñado por Rada a partir de una tesis: las raíces negras del tango y la milonga, a diferencia de las del candombe, fueron escamoteadas por la historia oficial. Rada ha sostenido esto tanto en entrevistas como arriba del escenario, pero en las notas del disco sólo escribe que su mujer le dio la idea al pedirle que dejase el pop e hiciese tango y candombe: otra vez, Rada apela a la dualidad entre el artista y el entertainer.
La línea revisionista histórica es difícil de reconciliar con el Latin Grammy que aparece en la portada, o el segundo tema en el disco de tangos, una versión electrotango/pop de “Café La Humedad” de Cacho Castaña, que se une a la lista de otros autores negros como Barbieri/Cadícamo, Gardel/LePera o Troilo. De hecho, aparte de Rada, la única firma de piel morena es la de Isolina Carrillo, autora de “Dos gardenias”. Rada compuso todos los temas del álbum de candombe, donde coexisten novedades con regrabaciones; lo cual tiene algo de oportunidad perdida porque Rada podría haber rescatado viejos candombes, como hace Hugo Fattoruso en sus proyectos con cuerdas de tambores.
Dicho esto, como colecciones de música los discos funcionan muy bien. En el de tango y milongas (aunque también se cuelan dos candombes y un bolero), el cantante es acompañado en la mayoría de temas por un trío de guitarras y el coproductor Gustavo Montemurro en acordeón, a los que muchas veces se suma el propio Rada en percusión. En esta combinación inusual, Rada canta clásicos como “Anclao en París”, “Cuesta abajo”, “La casita de mis viejos” o “Tomo y obligo”. Sin acreditarla, parte de “Los ejes de mi carreta” de Atahualpa Yupanqui es incluida en su versión de “Milonga para una niña” de Alfredo Zitarrosa.
Netamente gardeliano (“Candombe para Gardel”), Rada esperó un poco más de la cuenta para grabar este repertorio, ya que, aun cuando sigue siendo una de las mejores voces que hay por acá, el desgaste en su timbre vocal lo encuentra casi poniendo distancia con algunas canciones. No obstante, los placeres también pueden venir por el lado instrumental, como el uno-dos de “La puñalada” y “La trampera”. Como esponja musical que es, Rada no pudo evitar despacharse un electrotango en plan Supervielle, “Ay!”, cantado junto con Julieta, una de sus hijas. Pero el único desliz es “Patrimonio mundial de la humanidad”, cuya letra parece un jingle del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Su voz está más a sus anchas en el disco de candombe, donde vuelve a aflorar la facilidad de Rada para hallar melodías, una de las claves de su genio, como también lo es su buen humor, que aquí coexiste con más comodidad en sus candombes que entre los tangos elegidos.
En algunos temas participan Hugo y Osvaldo Fattoruso, este en una de sus últimas grabaciones. Rada y los Fattoruso llevaron la fusión entre candombe y jazz a su nivel más alto con Opa; sin embargo, entre tanto repique —abundan los compases para samplear—, el disco sugiere, en momentos como “Candombe y rezo” (con Rada en batería), que aún quedan cruces por explorar entre ambos géneros: la búsqueda de una pulsión tribal y a la vez urbana; Sur y Palermo como partes del África.
Rubén Rada, Tango, milonga y candombe, Pelo Music, 2016.
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