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“Todas las cosas que no tienen nombre / vienen a nombrarse en mí”, cantó casi con sentido irónico Gabo Ferro en su último disco, Su reflejo es el lobo del hombre (2019). “En torno a su voz caudalosa y penetrante, Gabo desplegó una constelación de acciones artísticas: autoría, composición, escritura y performance a través de la música”, apunta Sergio Pujol en el prólogo de Un tornado dulce. Un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro, libro escrito a cuatro manos por Sergio Sánchez y Lalo Ugarte.
Si bien todavía no ha pasado demasiado tiempo desde su muerte, y tal vez sin la distancia justa para analizar su figura, Gabo Ferro, por su gesto poético amparado en su voz y palabra tan únicas, ha sido un cantautor clave en el tembladeral social y político de la Argentina contemporánea. A través de un coro de voces de gente que lo conoció, los biógrafos exploraron los recovecos de una personalidad magnética y en algún sentido desbordante, artista insumiso “cuya obra, a no dudarlo, no dejará de crecer en importancia con el transcurso de los años”, según las propias palabras de Pujol.
En ese coro de voces, el trovador atemporal del barrio de Mataderos se pasea como cultor de un arte exuberante, contagioso, múltiple, complejo y verdaderamente popular, en el sentido más profundo y debatible del término. “No masivo, salvo por breves momentos, sino centralmente popular”, aclaran los autores. Una obra apegada a las tradiciones —musicales, literarias, historiográficas— que luego Gabo traiciona y resignifica desde la palabra, su mejor herramienta.
Ferro (1965-2020) combinó como pocos el amor, el sexo, el cuerpo, la muerte, la sangre, la patria. La tríada “clase, raza, género” era su obsesión intelectual y artística. ¿Quién fue ese historiador y poeta, suerte de performer punk con aromas de folklore y tango? ¿Cómo podía un cuerpo significar tanto y a la vez pesar y medir tan poco? ¿Quién es el que navega con parada rockera entre Antonin Artaud, el teatro de la crueldad, Juan Manuel de Rosas, los vampiros y Leonardo Favio?
Polimorfo y cautivante, de frases como “relumbran sobre lo opaco”, que bautizó en una canción, Gabo Ferro fue creando un mundo poético singular y a la vez diverso desde su primer disco solista, Canciones que un hombre no debería cantar, de 2005. Redefinió, a partir de allí, las estrofas de una canción y su entonación con absoluta libertad, yendo incluso al rescate de las voces femeninas del tango de los años veinte y treinta, colaborando con el escritor Pablo Ramos y también con Luciana Jury.
Un creador en estado de riesgo permanente, acostumbrado a andar con lo perdido, cultor de las pausas y los silencios y alejado de los cánones de la industria, que el libro Un tornado dulce invita a redescubrir, con una prosa sencilla y ágil y una rigurosa investigación a través de la palabra de sus cómplices y el contrapunto con su obra. Entre variadas anécdotas, Gabo vive en una canción, en un video, en un poema o en un show, donde su arte “se clavaba como un cuchillo desafilado para al final acariciarme”, como escribe Lalo Ugarte.
Sergio Sánchez, su compañero de ruta, piensa que Gabo estaba diciendo algo distinto en comparación con los artistas con los que compartía generación, temporalidad, circuito musical y geografía. Sin casete y bajo una estética de cierta provocación, el cantautor hablaba de asuntos contemporáneos como el matrimonio igualitario, la autopercepción de género, el derecho al aborto, la crisis del cuerpo y los vínculos humanos en tiempos de pantallas digitales, o sobre la necesidad de poner el amor en la agenda política. Un artista transversal, que abarcaba diversas disciplinas. Los biógrafos parten de su interés iniciático por el arte, en una casa de clase media dividida entre ideas peronistas y socialistas, en un derrotero que incluyó la música, la literatura, la poesía, la historia, el teatro y la performance.
Es así como el libro se enfoca en su vida artística, no en su esfera íntima o privada. El secreto y el mito rodearon la vida de Gabo Ferro: dejó obra inédita y cientos de proyectos. “No hay modelo —decía Gabo—. Así es el mundo, así es el sujeto contemporáneo. El sujeto ya no se define por lo masculino o lo femenino. Intento incluir en mi mundo a ese sujeto”. Gabo sigue viviendo en innumerables recuerdos y no deja de sonar en sus discos, dispuesto siempre a ocasionar tempestades y sosiegos, con esa voz tan difícil de definir, hipnótica y por momentos lastimada. Como lo retrató Mariana Enriquez, “porque parecía virtuosa pero no había sido educada, porque era andrógina, porque podía ser muy dulce pero también de una ferocidad temible. Gabo cantaba como un joven dios”.
Lalo Ugarte y Sergio Sánchez, Un tornado dulce. Un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro, Marea Editorial, 2024, 328 págs.
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