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Visiones pandémicas

Juan Pablo Navarro Septeto

MÚSICA

Los largos días del covid-19 supusieron una alteración sin precedentes del entorno acústico: desde las escenas silentes provocadas por el confinamiento obligatorio hasta las prácticas de urgencia (la música por zoom y en los balcones como muestras de una vida resiliente). Años de un repliegue de la escritura individual entre cuatro paredes, extramuros sólo el miedo al contagio y la medicalización del discurso público. Visiones pandémicas, el último y sorprendente disco de Juan Pablo Navarro, parece dar testimonio desde el título de una experiencia artística del encierro. Verla para que pueda ser algún día escuchada. Contrabajista virtuoso (hasta hace poco integrante del quinteto de Diego Schissi, al que volveremos a modo de contrapunto), compositor, arreglador, Navarro lidera un septeto que desafía otro tipo de viralidad: el retroceso de la audición en tiempos de streaming y volatilidad extrema. Tangos de la posverdad (2018) y Los dopados (2019) ya presentaban desde sus títulos un desacuerdo con el presente musical, y no sólo del tango, su ámbito natural de pertenencia. Tanto el primer disco como el segundo, un homenaje a Juan Carlos Cobián, coautor entre otras joyas de “Los mareados”, postularon un tipo diferente de equilibrio entre el pasado y la contemporaneidad del género. Visiones pandémicas avanza en la misma dirección y asume otros riesgos. “Dirección” y “riesgos”, dos palabras por lo general expulsadas del habla musical, encuentran su validación en este nuevo lanzamiento del Club del Disco que es, en rigor, dos discos por el precio de uno.

Navarro entró al estudio de grabación a fines de 2021 y concluyó el trabajo en agosto de 2022, cuando todavía los barbijos no se habían convertido en piezas de un museo de la peste. Lo acompañaron en su aventura Renato Venturini y Nicolás Enrich (bandoneón), Augusto Sourigues y Guillermo Rubino (violín), Inti Sabev y Sebastián Tozzola (clarinete bajo), Juan Pablo Arredondo y Esteban Falabella (guitarra eléctrica), Xavier Gainche y Emiliano Greco (piano), Andrés Elstein y Sergio Verdinelli (batería), Cesar Martinini (vibráfono) y la voz de Julia Sanjurjo. Si pensáramos en un vinilo, el lado “A” incluye sus cinco capítulos pandémicos. Los tres primeros son instrumentales y en ellos despunta el Navarro compositor. La superficie del tango se puebla de otras referencias de la música de tradición escrita. Hay, como en Schissi, una puesta al día con los campos de referencia gravitantes o la recuperación personal de otras prácticas que vienen del jazz (pienso en el Out of Lunch, de Eric Dolphy, acaso por la presencia de las placas y el clarinete).

Técnicas, procedimientos y materiales que nunca suenan impostados y fluyen, encuentran un entorno natural en un septeto cuya plasticidad y juegos con el tiempo son asombrosos. Los instantes de improvisación nunca se despegan de la forma porque se despliegan sobre la base de un acuerdo, lo que suele llamarse un control de alturas, un campo restringido de notas que permiten la espontaneidad, pero, a la vez, evitan el desmadre. Es ejemplar en ese sentido lo que sucede en “Visión 1”. El trabajo con la textura y el detalle, el equilibrio de los instrumentos, cada uno con su momento de lucimiento, distinguen las demás visiones. ¿Visionarias? Desde ya que hay un más allá del tango y, a la vez, es imposible pensar esta música sin su inserción en ese mundo. “Visión 4, La noche” y “Visión 5” incorporan la voz y el texto. Navarro eligió en la primera un poema de Alejandra Pizarnik. “Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte / Tal vez la noche es nada / y las conjeturas sobre ella nada / y los seres que la viven nada”, canta Sanjurjo y resalta las imágenes del poema con una poderosa expresividadPodría señalarse algo semejante con la última visión, con la letra de Daniel Robles.

El lado “B” muestra a Navarro en su faceta de arreglador de dos composiciones señeras de Astor Piazzolla: “Retrato de Alfredo Gobbi y “Soledad”. Pero ¿qué es un arreglador de músicas ya de por sí sofisticadas? ¿Qué arregla? No puedo dejar de recordar a Peter Szendy y su definición del arreglo como una forma de escucha. Creativa, añadamos. El marplatense grabó “Retrato…” en 1970 y en el Teatro Regina como parte de un repertorio que incluyó las “Cuatro estaciones porteñas” y “Revolucionario”. La imaginación de Navarro se despliega sobre el objeto consagrado. Deja que resuene a su lado. La “firma” del autor, en este caso Piazzolla, añade un trazo ajeno para volverse parte de otro cuerpo y otro corpus musical. Aníbal Troilo le había fijado a Piazzolla un límite en su función de arreglador. Solía decirse que utilizaba su “goma de borrar” para despojar las partituras de aquello que conspiraba contra un estilo (un acorde, un giro que complejizaba el discurso). Navarro no parte de un principio de eficacia del cual el tango hace gala y una virtud difícil de emular. Tensa, expande, reformula, glosa y cita, va de la paráfrasis a la variación y, por eso, podríamos decir que Astor, como antes Cobián, se navarriza (más allá de que son subjetividades diferentes, es interesante poner esta práctica en relación con la del citado Schissi, tanto su trabajo sobre Mariano Mores como el disco Apiazoladocomparten, si se quiere, una mirada/visión sobre la tradición y su deseado futuro). Basta prestar atención al comienzo de “Retrato…”, con sus marcaciones, y el modo en que el septeto repone esos signos de lo piazzoliano cincuenta y cuatro años después. Lo que sucede con “Soledad” es también portentoso. Original y originalidad, referente e interpretación, verosímil y su doble alternativo se dan las manos para sorprendernos por casi once minutos. Como en todo el disco.

 

Juan Pablo Navarro Septeto, Visiones pandémicas, Club del Disco, 2024.

2 May, 2024
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