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No hay nada más contingente que una canción de amor o desamor. Podemos escuchar “Fuimos”, el tango de José Dames y Homero Manzi, y sangrar por la misma herida o ser refractarios. La melancolía de Sinatra en “My One and Only Love” podría ser la nuestra en el momento en que suena o apenas deleitarnos con sus giros melódicos. Acaso nos maravilla más el arreglo de Nelson Riddle o, en la versión de John Coltrane y Johnny Hartman, su distante refinamiento. Las interpretaciones presuponen una mediación: alguien escribió algo cuyo sentido se trata de reponer. No siempre lo recibimos igual. ¿Sucede lo mismo cuando un autor se retrata en su desasosiego? En 1977, Peter Hammill editó Over, que es la historia de una ruptura sentimental. Un disco oscurísimo e inspirado, quizá el mejor de su carrera solista. Obra y biografía se superponen y disputan la primacía del efecto. Con Vulnicura, Björk se mira en ese espejo y lo atraviesa. Su separación del artista plástico Matthew Barney se convierte en el material de un objeto mayúsculo, donde los cruces entre lo “alto” y lo “bajo”, la abstracción y la llaga hecha grano, ya no alcanzan para definirlo: sublime sublimación, me animo. La islandesa coprodujo su noveno álbum de estudio con Arca y The Haxan Capa. Una filtración en la red obligó a adelantar para enero el lanzamiento digital. El disco coincide con la muestra de Björk en el MoMA, cuyo catálogo fue escrito, entre otros, nada menos que por Alex Ross.
En Vulnicura, Björk es siempre acompañada por un ensamble de cuerdas, cuyos arreglos escribió, y por la electrónica. El disco es un diario de su abismo: “Los momentos de claridad son tan raros / es mejor documentarlos”, canta en la pista de apertura, “Stonemilker”. Cada track es una instantánea. “Estos sentimientos abstractos, complejos y / no sé cómo manejarlos”, reconoce en “Lionsong”. Las exaltaciones de “Joga”, aquella canción emblema de Homogenic (“State of emergency / How beautiful to be”) encuentran, dieciocho años después, su reverso desolador en “History of Touches”, el único track donde las cuerdas se difuminan entre los procesos electrónicos mientras ella avisa: “Es la última vez que estamos juntos”. El disco encuentra sus minutos de mayor densidad conceptual y emotiva en “Black Lake”: doce minutos en los que Björk se permite ir tan lejos que es imposible definir un género musical de pertenencia. “Our love was my womb / But our bond has broken / My shield is gone / My protection taken / I am one wound / My pulsating body / Suffering being”. Después de esta estrofa, la orquesta mantiene diecisiete segundos en suspenso el mismo acorde. Cada introducción de la voz no sólo complejiza el acompañamiento sino que, al cerrar la estrofa siguiente, amplía el tiempo de la suspensión del acorde. Ella quisiera bailar: se pone en marcha la máquina de ritmo, pero no puede avanzar. Vuelve el acorde suspendido hasta llegar, de madera gradual, a treinta y cinco segundos de inmovilismo. “Black Lake” es uno de los grandes lamentos musicales de nuestro tiempo, donde se hace más explícito su modo de canibalización de la música académica. Stockhausen, Harry Partch, han repetido en Europa y Estados Unidos, pero el sentido de lo estático parece haberlo tomado del estonio Arvo Pärt. “Me gusta mucho tu música porque le das al oyente espacio para vivir en ella, puede entrar y vivir en ella”, le decía Björk a Pärt en una conversación.
A partir de “Atom Dance”, el diario de Björk da cuenta de otra transformación. “Nuestros corazones son arrecifes de coral en marea baja / El amor es el océano que anhelamos / Inquieto girando alrededor y alrededor / Estoy bailando hacia la transformación”. Como en Volta (2006), la voz de Antony Hegarty, esta vez intervenida, le aporta un subrayado estremecedor: “Deja que esta fea herida respire”. Taylor Ho Bynum quedó rendido en The New Yorker a los diminutos pies de Björk. Quién no. A pesar del sufrimiento que lo creó, Bynum dice que Vulnicura es “en definitiva un vehículo de empoderamiento y afirmación. Se trata de un cliché y a la vez de una verdad: la música cura”.Björk vuelve a señalar un camino.
Björk, Vulnicura, iTunes / One Little Indian Records, 2015.
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