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Hilda Herrera festejó sus noventa y dos años con un nuevo disco. Y así nomás es es un trabajo de piano a cuatro manos con el pianista Sebastián Gangi que recoge quince temas que construyen un colorido y alegre viaje por distintas vertientes de la música criolla. Pero el disco bien podría haber sido otro, ya que se trata de “versiones espontáneas” sobre temas elegidos directamente en el estudio. Casi como si fuera el repertorio casual de dos rigurosos músicos que coinciden en un festejo donde hay un piano y, para animar la fiesta, se sientan a tocar. “Probablemente nada de lo que van a escuchar hoy lo encuentren en el disco”, bromeó Herrera luego de que concluyeran la preciosa versión de “Volver”, el tango de Gardel y Le Pera con el que dieron comienzo al concierto de presentación y que, para confirmar la veracidad de sus palabras, no aparece en la grabación.
Herrera y Gangi se entienden muy bien. Sentados al piano, se miran con gestos que parecen de inocencia, como si antes de empezar cada pieza, o en el medio de la interpretación, en algún momento se dijeran: “¿y ahora para dónde vamos?”. Más que versiones espontáneas, lo que construyen son arreglos en tiempo real en los que la complejidad y la elaboración formal de sus decisiones aparecen disfrazadas de naturalidad por el equilibrio sonoro que son capaces de conseguir al tocar en simultáneo sobre el mismo instrumento. Cuentan que Franz Liszt enseñaba a sus alumnos que el piano no debe tocarse con dos manos como si estas fueran unidades separadas: o se toca con una sola unidad compuesta por dos manos, o con diez unidades en las que cada dedo es independiente. Lo mismo cabría decir para el desafío de tocar a cuatro manos, donde el encanto y la gracia de la resultante musical consisten en que esa unicidad se consigue, para los intérpretes, a través de la imbricación con otro cuerpo y otra percepción.
Respecto de Herrera, es poco lo que puede agregarse que ya no haya sido dicho. Es ese tipo de artistas que, por su personalidad, crean escuela. Sus aportes a la música de raíz folclórica (como compositora o intérprete) son invaluables. Basta recordar su celebrado trabajo sobre la obra de Yupanqui o esas joyas de la música folclórica en piano solo que son los discos Señales luminosas (1997) y La diablera (2013).
Gangi, hay que decirlo, también es un pianista extraordinario. A sus capacidades técnicas (se trata de un músico con una sólida formación académica) hay que agregarles una intuición musical fabulosa y un conocimiento profundo del lenguaje de la música argentina. Todo ello le permite crear, siempre a partir de su delicado manejo dinámico, contrapuntos y acompañamientos que dialogan en todo momento con las enérgicas líneas melódicas que desarrolla Herrera desde la firmeza tan propia de su modo de tocar.
A lo largo del show sonaron “Zamba de Lozano”, de Cuchi Leguizamón; los tangos “Vida mía”, de Osvaldo Fresedo, y “Tinta roja”, de Sebastián Piana y Cátulo Castillo; el candombe “Doña Soledad”, de Alfredo Zitarrosa; las zambas “Viene clareando”, de Atahualpa Yupanqui, “De Simoca”, del Chango Rodríguez, y “Zamba azul”, de Tito Francia; “Chacarera en espiral”, del propio Gangi, a las que sumaron algún valsecito, algún triunfo, alguna milonga. Pero enumerar la lista del concierto, en este caso, es tal vez irrelevante. Las canciones podrían haber sido otras y las elecciones, diferentes. Como si todas ellas fueran, en definitiva, las piezas de un gran rompecabezas constituido por el amplio reservorio de nuestro cancionero folclórico y popular, y del que Herrera —en este caso acompañada por Gangi— es una verdadera experta en cuanto a su recorrido, su conocimiento, su organización y su armado. Así nomás es.
Hilda Herrera y Sebastián Gangi, Y así nomás es, Sala Piazzolla del Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 20 de octubre de 2024.
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