Inicio » Edición Impresa » ARTES » Provocador gigante

Provocador gigante

ARTES

 

Notas sobre las obras e intervenciones de Ai Weiwei.

 

“¿Quién es Ai Weiwei?”: así se introducía una conversación que Flash Art publicó en 2006. La pregunta era relevante dado que Ai, a quien la revista describía como “la figura más destacada de la cultura china contemporánea” tenía por entonces un perfil internacional no excesivamente destacado. En el breve lapso que transcurrió desde entonces, y a la par del ritmo de la vida y el desarrollo de la China actual, Ai ha llegado a ser el artista chino más ampliamente conocido y expansivo. Al principio, tanto en su país como en el extranjero, la fama se debió en gran medida a su participación en el diseño de un hito en la arquitectura deportiva: el estadio de Beijing luego conocido como “Nido de Pájaro”, que realizaría en colaboración con los suizos Herzog y De Meuron. Más recientemente, el renombre internacional cada vez mayor se relaciona con un cuerpo de obras de arte monumentales y a veces imprevisibles –como en el derrumbe de Template [Plantilla] (2007)–, entre ellas un buen número de intervenciones pasmosas.

Arquitecto por accidente y por pasión, no por propósito consciente, al comienzo Ai consideró que el proceso de construcción era instructivo: le permitía explorar los muchos problemas intelectuales y conceptuales generados por la creación de espacios utilitarios y la naturaleza esencial de la actividad. Como profesión, sin embargo, acabó por acercarlo demasiado al régimen del que durante tanto tiempo había pugnado por desligarse. Fue así que en 2007 anunció que había decidido terminar con su obra arquitectónica y centrarse en el desarrollo de medios de expresión personales. Como la arquitectura era “demasiado grande y anónima”, comentó, “decidí trasladar los problemas de realización a mi arte”.

 

Pocos críticos, incluso los que lo rechazan, negarían que Ai es una fuerza cataclísmica en la práctica artística de la China contemporánea, y esto por razones que a menudo sólo se aprecian por completo retrospectivamente: tan beligerantes parecen sus obras y sus acciones en el momento en que las presenta. Está bien claro que en las ambiciones de Ai la sutileza no juega ningún papel. ¿Cómo si no describir la metodología con que llevó a cabo “Fuck Off” [Al carajo]? ¿O la que concibió para Fairytale [Cuento de hadas] (pp. 21, 22, 23 y 56) durante la cual invadió la ciudad alemana de Kassel con una comitiva de mil y un chinos nativos, la gran mayoría de los cuales nunca había viajado antes al extranjero ni tenía el menor conocimiento de la etiqueta, los hábitos y los matices de la cultura alemana? ¿De qué otro modo explicar incluso la respuesta inicial al proyecto de Fairytale, que ocasionó un debate frenético al tiempo que cautivaba imaginaciones a todo lo ancho y lo largo de China e impulsaba a miles de aspirantes esperanzados a solicitar un sitio en el viaje?

Fairytale consistió en llevar a mil y un nativos chinos corrientes a experimentar la Documenta 12 de Kassel. El contingente fue dividido en grupos de doscientos, de manera que durante los dos primeros meses del evento nunca hubo en la ciudad menos de esa cantidad de visitantes chinos. Para albergar a los participantes, Ai creó un alojamiento transitorio total que incluía dormitorios y una cantina comunitaria. Se proveyó a todos los viajeros de equipaje, accesorios diversos y artículos utilitarios que satisficieran las necesidades durante la permanencia. Lo único que se requería de los mil y un individuos era que “estuviesen ahí”. Trasladar a Alemania a semejante cantidad de personas fue una pesadilla logística, no sólo en cuanto a facilitar los preparativos de viaje y reclutar voluntarios que ayudaran a movilizar los grupos, sino específicamente en el trato con las autoridades locales chinas, con las que hubo que tramitar la expedición de numerosos pasaportes. Igual cantidad de ingenio y recursos demandó negociar con las autoridades alemanas para aplacar la inquietud por la escala de la invasión y las posibles repercusiones en caso de que algún ciudadano chino se negara a volver a su país. En Fairytale convergen los elementos de la práctica artística que atrajeron a Ai. Él sería el primero en admitir que hay allí un aspecto de su expresión en el cual es porfiadamente grosero: cuestionar a qué se puede llamar arte, quién lo afirma y si afirmaciones de este tipo deben aceptarse sin objeción. Si se ha discutido Fairytale tratándola como una moderna movilización de masas que refleja directamente la atmósfera sociocultural de China –la unidad de masas vinculada al socialismo y su impacto duradero en la estructura y los estratos sociales del país, las restricciones a las libertades individuales, la “reconexión” de China con la comunidad internacional–, Ai hizo fuerte hincapié en que la intervención apuntaba a mil y un individuos. Kassel es el lugar natal de los hermanos Grimm. De allí el título, que alude a esa clase de soltura imaginativa que adoran los niños. “Mil y una personas suena a grupo grande, pero el impacto de visitar un acontecimiento como Kassel sólo se puede experimentar en el plano individual”, ha explicado Ai. “Cada cual responde a su modo. Yo quería dar a los participantes una oportunidad de tomar conciencia de esto; de aprender algo sobre su propia imaginación.” ¿Cabe hablar de “esculturas sociales”? Sólo si resultan en una fuerza de cambio: la base para el cambio de una sociedad es la experiencia personal.

 

Las actividades y acciones de Ai se han probado mucho más controvertidas que sus esculturas e instalaciones. Hay muchos ejemplos posibles, pero pienso en el jadeo atónito que causa el tríptico de fotografías donde se ve al artista dejando caer al suelo una urna de la dinastía Han, que se hace añicos contra el suelo, Droping a Han Dynasty Urn [Soltando una urna Han], 1995, (tapa), o la serie, también de fotos, titulada Study of Perspective [Estudio de perspectiva] (1995-2003, pp. 2 y 5), en la que literalmente le muestra el dedo mayor a la cultura. Antes de recibir elogios, las incursiones de Ai en la arquitectura, su visión curatorial y sus declaraciones han causado consternación y propulsado discusiones. En toda época de la historia del arte la polvareda crítica que levantan los inconformistas tarda un tiempo en depositarse. Por supuesto, la historia decide qué pensarán las generaciones posteriores. Está claro que Ai, para decirlo en palabras del fallecido crítico inglés David Sylvester, “tiene un estilo tan radical que en el futuro será importante”.

 

Traducción del inglés de Marcelo Cohen

 

 

Imágenes [en la edición impresa]. Ai Weiwei, June 1994 (1994), fotografía en blanco y negro, p. 27; Two Joined Square Tables (2005), mesas de la Dinastía Qing (16441911), p. 28.

Lecturas. Los fragmentos del ensayo de Karen Smith, “Giant Provocateur”, y el post en el blog de Ai Weiwei del 30 de enero de 2008 se han extraído de Ai Weiwei (Nueva York, Phaidon, 2009), que también incluye textos de Hans Ulrich Obrist y Bernard Fibicher.

Karen Smith es crítica y curadora con base en Beijing desde 1992, autora de Nine Lives: The Birth of Avant-Garde in New China (2006) y responsable de numerosas muestras internacionales de arte chino.

 

1 Sep, 2009
  • 0

    ¿Qué representan hoy los pasaportes?

    Néstor García Canclini
    1 Mar

     

    Veinte años después, Un millón de pasaportes finlandeses, de Alfredo Jaar, es metáfora de la mercantilización de identidades y el extravío de los valores...

  • 0

    Siete consejos para alcanzar el éxito

    Lucrecia Palacios
    1 Mar

     

    Crónicas sobre Appetite.

     

    En 2005, hace casi diez años, cuando todavía el kirchnerismo peleaba con Eduardo Duhalde bancas de senadores, una aspirante a...

  • 0

    Tiro al blanco

    Graciela Speranza
    1 Sep

     

    Fabio Kacero, artista del “entre dos”.

     

    Que el arte del siglo XX no se contentó con los límites de la pura experiencia visual...

  • Send this to friend