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El nuevo proyecto de los realizadores de teatro Lola Arias (Buenos Aires) y Stefan Kaegi (Berlín) es un festival nómada que muestra ocho instalaciones de performance en varias ciudades: ahora en Buenos Aires, antes en Berlín y el próximo año en Varsovia y Zúrich (hay más festivales planificados). Las producciones se replantean en cada una de las ciudades, adecuándose a los lugares donde se presentan y a sus respectivos contextos. De ese modo, cada ciudad recibe un festival propio que trata espacios y temas especialmente escogidos. Al mismo tiempo, el proyecto abre nuevos horizontes para producciones locales, que ya no se restringen solamente a su historia y a su atmósfera particulares sino que también advierten sobre unos espacios de actuación que existen en todas las grandes ciudades: Biblioteca, Hotel, Fábrica, Centro comercial, Casa, Terraza, Estación de trenes y Tribunal. Los diferentes recorridos, enlazados a estos lugares en las escenificaciones, duran algunas horas. Es un lapso en el que la percepción de la vida cotidiana cambia y la ciudad puede experimentarse como una gran puesta en escena. Es así como cada producción, y el proyecto en conjunto, formula interrogantes fundamentales, presenta lo cotidiano bajo una nueva luz o revela facetas desconocidas de la vida urbana. A diferencia del teatro de calle, aquí se trata de experimentar de forma nueva el teatro del día a día urbano que tiene lugar a toda hora.
¿Qué son realmente las ciudades? Son espacios vitales para numerosas personas (y animales) que no sólo viven en ellas sino que también trabajan, se comunican entre sí, compran y se desplazan. Las ciudades son agregados de espacios con las funciones más diversas, que a menudo se desarrollan una junto a otra. Las ciudades son los sitios preferidos de la vida política y cultural; desde ellas se regulan muchos ámbitos de la convivencia, incluso la de quienes viven en las zonas aledañas. Si bien en la Antigüedad las ciudades estaban organizadas mayormente en torno a un centro religioso definido y separadas de las zonas circundantes por muros, en los siglos XIX y XX, con el desarrollo global de las estructuras urbanas, la orientación hacia un centro cambió. Hoy, sobre todo las ciudades con millones de habitantes, tienen muchos centros interconectados por una densa red de calles y vías férreas. Las ciudades cambian, crecen ocupando sus alrededores de forma más o menos controlada, pero también pueden decrecer y perder tanto habitantes como importancia económica y cultural.
Cada ciudad es única, con una historia propia que marca su aspecto y estructura. Pero cada una tiene también una atmósfera concreta, un clima social peculiar, un estilo de vida particular que a menudo se ha formado a lo largo de amplios tramos temporales y que sus habitantes ven como algo implícito. Por último, cada ciudad tiene sus propias oportunidades para manejar los procesos y resolver las crisis económicas y políticas de sus regiones, tanto en el contexto nacional como global, así como para aprovechar y desplegar sus potenciales. El conjunto de estos factores puede calificarse como el perfil particular y la “lógica” propia de una ciudad, lo que la diferencia de las otras. Y, con todo, en tiempos de la globalización, a partir de cierto tamaño, una ciudad tiene más semejanzas con otras ciudades de su tipo situadas en otros países y continentes que con ciudades pequeñas o pueblos de su mismo país. Esto se debe a la omnipresencia de los grandes consorcios, almacenes o cadenas hoteleras, pero también a la expandida fijación neoliberal con la publicidad y el consumo, que puede considerarse como el estilo de vida mundialmente establecido del siglo XXI. Las formas de construcción propias de una región y los hábitos particulares han sido reemplazados por una fachada que puede construirse en cualquier lugar y que siempre refleja para el espectador las mismas impresiones y mensajes.
Desde hace décadas hay una creciente conciencia sobre los problemas de este proceso, que con frecuencia las administraciones municipales ya no pueden manejar y transcurre según las leyes del mercado global. La especulación y la maximización de beneficios se encargan de que se invierta cada vez más en determinadas zonas, mientras en las periferias aumentan las villas miserias y a causa del descuido se desmoronan zonas completas. Las secuelas negativas de los cambios en la vida urbana se han hecho más evidentes con la pérdida de las grandes utopías políticas y económicas del siglo XX. Desde que los artistas de la Época Moderna descubrieron las metrópolis, han surgido permanentemente nuevas formas y métodos para tematizar la vida de la gran ciudad con una ambivalencia de fascinación y espanto, de promesa y decepción. Y es en el teatro donde se han desarrollado formas de escenificación críticas ante esas representaciones; formas que más bien evitan servir a una cultura urbana del espectáculo que Guy Debord y la Internacional Situacionista ya analizaron en los años cincuenta. Entretanto, las estrategias explícitas del teatro político han sido sustituidas por tácticas que sacan conclusiones propias de las contradicciones de las instituciones culturales y vuelven a tomar intensamente el espacio público como tema.
En este contexto se inscribe Ciudades Paralelas, un festival que enlaza la experiencia de los escenarios locales con los desarrollos globales. Arias y Kaegi, juntos o con el grupo alemán Rimini Protokoll, ya han llevado a cabo varios proyectos teatrales en espacios públicos y con actores no profesionales. El título de este señala la decisión de trabajar con una perspectiva dividida. Pero no sólo se trata de un nuevo concepto de producción que une la metodología de trabajo en el lugar específico con las exigencias del festival y de la actuación teatral. Mediante la posibilidad de comparar, los “paralelismos” entre ciudades, evidentes en la semejanza de ciertos tipos de construcciones, crean también un ambiente apto para la percepción de diferencias. Un tribunal de Buenos Aires tiene cuando menos una historia y una atmósfera diferentes de las de uno de Berlín o Zúrich, y las diferencias quedan mejor resaltadas por las correspondientes formas artísticas, que van desde la instalación y el recorrido hasta la situación más bien escénica. Lo común a los ocho proyectos es que plantean un reto inusual a nuestra función de espectadores, bien porque nos convierten en actores de un acontecimiento performativo, bien porque nos permiten ser más conscientes de nuestra conducta como voyeurs o testigos de un suceso en espacios más o menos públicos y reflexionar sobre ella.
Los participantes son los que deciden si van a hacer uno o más recorridos y por cuál comienzan. Sólo se ha fijado la secuencia de las estaciones dentro de cada recorrido a fin de limitar la duración y poder coordinar los acontecimientos respectivos. Al comienzo del primer recorrido está la Biblioteca, con la instalación The Quiet Volume, desarrollado conjuntamente por Tim Etchells, autor y director del grupo de teatro Forced Entertainment (Sheffield), y el artista de performance Ant Hampton (Londres). Los visitantes se sientan de a dos en una mesa de una sala de lectura de una biblioteca, y a través de un cuaderno de apuntes y unos auriculares se les dan instrucciones que les permiten realizar la performance por sí solos. Así, escucharán voces susurrantes que los harán leer ciertas páginas del cuaderno de apuntes y de los libros ya dispuestos, y que permitirán oír más claramente ruidos secundarios típicos del lugar. Este intenso viaje a través de algunos libros, textos y atmósferas de la biblioteca (en Berlín fue un edificio nuevo de la Universidad Humboldt) abre un acceso íntimo y nada espectacular a la experiencia de la vida urbana. La biblioteca es muy productiva como introducción a Ciudades Paralelas, ya que, si seguimos a Michel Foucault, representa una “heterotopía” por excelencia, es decir, un lugar que puede recoger en sí muchos tiempos y espacios diferentes y al mismo tiempo, lejos de ser utópico, existe en la realidad.
Seguidamente, el recorrido lleva a un Hotel donde Lola Arias ha preparado una instalación que nos familiarizará con las vidas del personal de limpieza de las grandes cadenas hoteleras. A menudo mujeres, a veces incluso hombres provenientes de países asiáticos, estas personas trabajan a destajo limpiando las habitaciones de huéspedes que casi nunca llegan a ver. Si bien para los participantes de Ciudades Paralelas los encuentros también son en su mayoría indirectos, la intensidad es mayor porque en las habitaciones del hotel Ibis de Berlín los espera un sinnúmero de huellas: documentos, fotos, películas y grabaciones de las vidas por lo normal ocultas de unos empleados que son parte del lugar, pertenecen a las edificaciones, pero llevan una vida fantasmal en la sombra. Se abre así la posibilidad de averiguar un poco sobre esas vidas, pero en el mismo lapso en que suele hacerse la limpieza: diez minutos por habitación.
El segundo recorrido es en una Fábrica (en Berlín se utilizó una fábrica de Mercedes Benz) y está escenificado por Gerardo Naumann (Buenos Aires). Los visitantes son recibidos en el estacionamiento y conducidos por diferentes empleados a través de las plantas destinadas a la administración y gestión del trabajo, hasta llegar a la sala de montaje donde se ensamblan los motores. Escuchamos mucho sobre los procesos diarios, la optimización y el control de cada una de las operaciones, pero también sobre la vida privada de hombres y mujeres que trabajan allí y parecen desesperadamente compenetrados con su empresa. La organización de los procesos de montaje se muestra a los participantes como una puesta en escena de eficiencia fantasmal y casi completamente automática.
El centro comercial se muestra al comienzo del tercer recorrido como un mundo opuesto a la fábrica; allí, bajo el título de La I Internacional de los Centros Comerciales, se aborda el proceso de “dispersión colectiva”. El grupo LIGNA de Hamburgo, formado por los conductores radiales Ole Frahm, Torsten Michaelsen y Michael Hueners, organiza en el espacio de un shopping, aparentemente público pero en realidad controlado de forma privada (en Berlín fue el centro comercial Arkaden, en Potsdamer Platz), una intervención a través de instrucciones recibidas por medio de radios y auriculares y llevadas a cabo individual o conjuntamente. Aquí se trata de explorar el centro comercial como un lugar de utópicas promesas de felicidad e ilusiones. Los visitantes pueden convertirse en “agentes” de la Internacional de Centros Comerciales si superan ciertas pruebas: comportarse discretamente, convertirse en otra persona, sentir y cambiar temporalmente el ritmo de la galería, compenetrarse con las mercancías, reconocerse entre sí, formar grupos o ensayar una actitud aburrida. Cada participante es libre de interpretar este rol con ayuda de las conductas estandarizadas y establecidas de los centros comerciales.
La representación en el Tribunal, en la que se ha sobrescrito un cántico coral en crescendo, también se ocupa sutilmente de la función ideológica de una arquitectura representativa. El compositor Christian Garcia (Lausana/Berlín) ha transformado una letanía de textos judiciales en una forma de responso artístico. En las espléndidas escaleras del edificio utilizado en Berlín (el Tribunal Municipal de Berlín-Mitte), primero los cantantes, entonando un coral como en una procesión litúrgica, bajaron despacio los escalones en dirección al público, donde al final tendría lugar una discusión. La representación, en la que se citan algunos casos actuales, ilustra cómo la práctica jurídica de hoy sigue recurriendo a estructuras ceremoniales. Salta a la vista que para representar el teatro judicial sólo se requiere una producción levemente exagerada.
En nuestras ciudades, las esferas del derecho, el trabajo y el consumo existen como mundos paralelos y siguen sus respectivas normas. Pero también la vida privada puede presentarse como una escenificación, si se cambia ligeramente la percepción diaria. La estación Casa, bajo el título Prime Time y organizada por Dominic Huber/blendwerk (Zúrich), conduce la mirada a cinco departamentos donde, a hora temprana de la tarde y simultáneamente, se apagan las luces del living y se encienden los televisores. Lo que se conversa en los departamentos puede escucharse por auriculares también desde afuera, donde se ha reunido un pequeño público. En esta producción es más nítido el carácter de representación, pero sólo en el momento en que las familias –en la casa de la Mehringplatz de Berlín eran sobre todo familias turcas– salen a los balcones y hacen una reverencia. El hecho de que los actores sigan un programa –que les indica por ejemplo manejar sus aparatos en un momento determinado– no cambia en mucho el suspenso entre composición y azar que caracteriza este trabajo.
De manera aún más explícita se recurre a hechos accidentales de la vida cotidiana en la escenificación de la Estación de trenes, en la que Mariano Pensotti (Buenos Aires), conocido por su instalación urbana La marea, sitúa cuatro pantallas en dos andenes opuestos. En ellos se proyecta como texto lo que cuatro jóvenes autores, repartidos en la estación, anotan sobre sus observaciones durante la performance colectiva. Los participantes se mezclan con los transeúntes y pasajeros y siempre pasa un tiempo hasta que descubren la estructura del experimento, en el que quizá ya se ha comentado su propio comportamiento y se lo ha hecho legible para todos. Lo que aparece en las pantallas (los autores berlineses fueron Jörg Albrecht, Gesine Danckwart, Anne Habermehl y Tilman Rammstedt) son inventarios actuales de la coreografía social que produce cada estación: individuos y grupos que representan para sí y para los demás el drama de la espera en innumerables variaciones. Los textos contribuyen a reforzar determinados gestos y acciones, lo que vuelve perceptible la escena diaria de la observación recíproca como tal.
La última etapa de Ciudades Paralelas es la Terraza del lugar del evento (en Berlín, el teatro Hebbel am Ufer, HAU 2), escenificado por Stefan Kaegi. Los participantes se encuentran con un músico ciego que cuenta su historia, la cual tiene mucho que ver con los alrededores del lugar del caso. Luego el músico, asistido por algunos ayudantes, los conduce a la terraza del edificio y allí, acompañándose con su guitarra, canta una canción sobre los “ojos invisibles de las cosas”. Esta estación, titulada Review, posibilita a la vez, con una vista sobre la ciudad nocturna, que se despliegue una mirada retrospectiva sobre los recorridos, lugares y situaciones que se han vivido durante la jornada. Surgen así relaciones entre las estaciones, correspondencias que, naturalmente, también están condicionadas por la secuencia de recorridos y su mayor o menor compenetración azarosa con la vida cotidiana personal. Cada participante reunirá sus percepciones particulares, y acaso críticas, al concepto de una u otra estación. Lo decisivo es que en todos los proyectos de este pequeño festival los participantes se pueden convertir en actores, sin que tengan que actuar un rol determinado. En la escenificación de la vida diaria, la mirada se abre a una experiencia intensa de nuestra vida en ciudades y mundos paralelos: cada cual se encuentra allí a sí mismo, fugazmente, buscando algo, en camino como actor y fantasma.
Traducción de Rosa Belardo
Imágenes [en la edición impresa]. Ciudades Paralelas, Berlín: Estación de trenes, pp. 45 y 49; Casa, p. 46; Hotel, p. 50.
Patrick Primavesi es profesor en el Instituto de Ciencias del Teatro de la Universidad de Leipzig y director del Archivo de la Danza de Leipzig, donde organizó este año el festival play! Leipzig. Movimiento en el Espacio Urbano. Ha hecho trabajos de investigación sobre el teatro de la Antigüedad clásica, el drama y el teatro en Alemania hacia 1800, Walter Benjamin, Bertolt Brecht, Heiner Müller, la teoría y práctica de las formas actuales de teatro y la performance en espacios públicos.
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