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Between Sex and Power, el monumental estudio de Göran Therborn de reciente edición en lengua inglesa, analiza la transformación de los sistemas familiares occidentales y orientales en la historia moderna. Uno de los grandes historiadores marxistas ingleses revisa aquí sus conclusiones más relevantes.
De los temas fundamentales, pocos parecen, a primera vista, haber suscitado tanta literatura tediosa como la familia. Puede que esa impresión sea injusta, pero no incomprensible. La distancia entre el vívido drama existencial en que se sumerge prácticamente todo ser humano cuando nace, y la generalizada mortaja estadística de investigaciones demográficas y estudios sobre la vida doméstica resulta a menudo insalvable, como si entre la experiencia subjetiva y la calibración objetiva no hubiese punto de encuentro posible. Aún hoy, los estudios sobre el parentesco constituyen el área más técnica de la antropología. Versiones de divulgación del pasado –como The World We Have Lost (1965), de Peter Laslett, el decano de la reconstrucción familiar de Cambridge– han aliviado, aunque no modificado sustancialmente, esas representaciones de aplastante aburrimiento; son álbumes indulgentes de un tiempo en que “la vida entera se desarrollaba en la familia, dentro de un círculo de rostros conocidos y queridos”, en una “sociedad compuesta por una sola clase”. La única síntesis contemporánea destacada, World Revolution and Family Patterns (1963), de William Goode, que sostenía que el modelo de la familia conyugal occidental se volvería universal, ya que era el que mejor satisfacía las necesidades de la industrialización, nunca llegó a ocupar la posición que merecía su generosidad de alcance y espíritu. Sin dudas, el ámbito de los estudios familiares no está desierto. Está densamente poblado, pero buena parte del terreno es una monótona planicie de funciones y números que se pierde en el horizonte, sólo amenizada por pequeñas matas de sentimientos.
En este paisaje, el libro de Göran Therborn Between Sex and Power [Entre el sexo y el poder] se alza como un volcán majestuoso, que lanza columnas de ideas y argumentos audaces, mientras una formidable lava de documentación se escurre por sus laderas. Es un gran trabajo de pensamiento e imaginación históricos, fruto de una rara combinación de talentos. Sociólogo de formación, Therborn es un pensador altamente conceptual, que suma lo mejor del rigor formal de su disciplina al dominio de un amplio rango de datos empíricos. El resultado es una estructura teórica poderosa, apoyada en una fascinante masa de testimonios. Es también un conjunto de macrorrelatos que componen quizás el primer espécimen auténtico de historia global. La mayor parte de los trabajos que reclaman esa categoría, no obstante otros méritos que puedan exhibir, sólo se aventuran más allá de ciertas zonas de atención medulares de manera selectiva y despareja. En el caso de las historias mundiales generales, de las que abundan hoy, estrictos problemas de escala han limitado seriamente incluso los mejores intentos. […]
Between Sex and Power finaliza con cuatro conclusiones principales. Los diversos sistemas familiares del mundo muestran una escasa lógica interna de cambio. Por lo general, han sido modificados desde el exterior, y la historia de sus transformaciones no ha sido lineal ni evolutiva, sino que ha estado más bien determinada por una serie de coyunturas internacionales no sincrónicas, de carácter decididamente político. Los resultados no han convergido, salvo en la declinación general del patriarcado, más vinculada a guerras y revoluciones que a algún “espíritu feminista mundial”. En el Sur, el ritmo diferencial de los cambios en la reproducción sigue desplazando las zonas más pobladas del mundo hacia la India y África, en desmedro de Europa, Japón y Rusia. En el Norte, el matrimonio europeo ha variado sus formas pero ha demostrado ser flexible y creativo para adaptarse a un nuevo rango de deseos: dejando de lado los consabidos lamentos y quejas, goza de buena salud. ¿Predicciones? Therborn, sereno, declina: “La mejor apuesta para el futuro es por la incansable capacidad innovadora de la humanidad, que eventualmente supera a la ciencia social”.
Ya llegará un ejército de especialistas que, reunidos en torno a Between Sex and Power como uno de esos grupos de expertos comentaristas deportivos, examinará su copiosa argumentación. Mientras tanto, ¿qué puede señalar un lego, más allá de la magnitud de sus logros? No sin vacilación, quizá sólo lo siguiente. En la arquitectura del libro hay una suerte de brecha entre la noción de sistema familiar y la tríada patriarcado-matrimonio-fecundidad que la secunda. De hecho, la manera en que los elementos de la tríada se interrelacionan para estructurar cualquier sistema familiar no se explicita en el tratamiento que recibe cada uno por separado. Pero si se piensa el trío como una combinación abstracta, parecería lógico –como lo sugiere el orden mismo en que Therborn desarrolla esos elementos– que el patriarcado fuera el que “domina” sobre los otros dos, puesto que por lo general es el que establece las reglas matrimoniales y dicta las normas reproductivas. Dicho de otro modo, en todo sistema familiar se construye una jerarquía de determinaciones.
Esto influye en las conclusiones de la obra. Resueltamente, Therborn pone el énfasis final en la divergencia existente entre los principales sistemas familiares de hoy. Después de hacer hincapié en las todavía vigentes diferencias mundiales entre la fecundidad y los regímenes conyugales, Therborn reconoce que “las consecuencias del patriarcado ya no son las mismas”. Las pruebas que él mismo aporta indican que la cuestión va más allá: muestran un poderoso proceso de convergencia que, si bien está lejos de ser generalizado, avanza en una dirección inequívoca. Pero si las formas variopintas del patriarcado determinaron históricamente los parámetros principales del matrimonio y la reproducción, los procesos actuales de decadencia de esas formas en los sistemas familiares hacia un punto cero jurídico común, ¿no implicarían que con el tiempo las tasas de natalidad y las costumbres conyugales pueden converger también, de manera notable, a su propio ritmo? En todo caso, esa es una deducción posible que Therborn elude, pero que su historia de la fecundidad parece confirmar. Lo que sí queda claro en su investigación es que la fabulosa caída de las tasas de natalidad en la mayor parte del mundo subdesarrollado se debe a un colapso histórico de la autoridad patriarcal, cuando su poder de vida y muerte se transfirió al Estado, responsable hoy de decidir cuántos nacen y cuántos pueden sobrevivir.
¿Y el matrimonio, entonces? Es allí, sin duda, donde predominan los contrastes. Cuando habla del “núcleo de libertad y compromiso románticos del sistema familiar de la Europa moderna (y del Nuevo Mundo)”, Therborn da por sentado que se trata de rasgos que siguen siendo específicamente occidentales. Pero mientras que el sistema de castas o la Sharia islámica simplemente excluyen el amor espontáneo, ¿acaso no da señales de propagarse, como ideal o expectativa, en las grandes ciudades de Asia del Este y América latina? Therborn muestra que en parte ya ha cautivado la imaginación del Japón urbano. Lo cual, por cierto, no significa que la decadencia del matrimonio en Europa occidental, con el advenimiento masivo de la cohabitación, no se haya extendido también en otros lados. Pero se podría plantear aquí otro interrogante. ¿Será realmente cierto que las tasas negativas de reproducción que han acompañado esta tendencia son tan indeseadas como sugiere Between Sex and Power? Therborn se basa en la discrepancia que surge de las investigaciones sobre cuántos hijos esperan tener las mujeres y cuántos tienen en realidad. Pero esto puede simplemente querer decir que, en la práctica, el deseo de tener hijos termina siendo más débil que el de tener un trabajo bien pago, una carrera satisfactoria o más de un amante a la vez. En Occidente, los votantes suelen decir que desean mejor educación y asistencia sanitaria, y que en principio están dispuestos a pagar por ellas, declaraciones en las que los comentaristas de izquierda depositan grandes esperanzas. Pero cuando esos ciudadanos entran en el cuarto oscuro, suelen optar por la reducción de impuestos. La misma clase de autoengaño podría aplicarse a la planificación familiar. De ser así, ya no sería tan fácil decir que el matrimonio europeo goza de buena salud y no habría parada a la vista en el descenso de la sociedad hacia un abismo en donde sólo cuentan primas y riesgos.
Traducción: Maximiliano Papandrea y Silvina Cucchi
Lecturas. Between Sex and Power: Family in the World 1900-2000, de Göran Therborn, ha sido publicado por Routledge (Londres-Nueva York, 2004). Otros libros mencionados en el artículo son: Peter Laslett, El mundo que hemos perdido, explorado de nuevo, versión española de Néstor A. Míguez, Madrid, Alianza, 1987; William Goode, World Revolution and Family Patterns, Glencoe, Free Press, 1963.
Perry Anderson es profesor en UCLA y actualmente se especializa en historia intelectual de la Europa moderna. Entre otras obras, ha publicado Transiciones de la Antigüedad al feudalismo (Madrid, Siglo XXI, 1979), Tras las huellas del materialismo histórico (Madrid, Siglo XXI, 1986) y Los orígenes de la posmodernidad (Barcelona, Anagrama, 2000). Su comentario de la obra de Göran Therborn, del que aquí se traduce un fragmento, apareció en The Nation del 30 de mayo de 2005. El artículo completo en inglés puede leerse en www.thenation.com.
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