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Construcción y catástrofe

MÁQUINABLANDA

 

Meses atrás, al recibir la noticia del terremoto ocurrido en el norte de Japón, que afectó especialmente a la ciudad de Sendai, fuimos muchos los que en seguida nos preguntamos qué habría sido de la notable Mediateca construida por Toyo Ito hace pocos años. Sobre todo, cómo se habrían comportado sus innovaciones estructurales, que parecían ir en contra de toda la ortodoxia en construcción antisísmica. Gracias a un ocasional visitante de la obra (y vía Youtube) pudimos ver (aunque muy parcialmente) el excelente funcionamiento de este innovador edificio ante un terremoto tan terrible, y recordar así el éxito de Frank Lloyd Wright en el sismo de 1923 con el también innovador –para su época– Hotel Imperial de Tokio.

Muchos recordaron también acontecimientos en los que construcciones sin ninguna innovación tecnológica se derrumbaron bajo fuerzas mucho más leves, en particular los hechos ocurridos en nuestro medio en los últimos tiempos (el derrumbe en la disco Beara y el de un edificio en construcción en Villa Urquiza, ambos con un saldo de varios muertos y heridos). Lo primero que suele suscitar este recuerdo es indignación ante lo que se considera una negligencia de parte de los constructores –a los que se presupone especulando con las medidas de seguridad para aumentar sus ganancias– y de los funcionarios responsables –a los que se presupone especulando con falta de control y coimas–. Y si bien esas suposiciones tienen su razón –existe la búsqueda negligente de ahorro en los costos de construcción de parte de los constructores, y también la complicidad de ciertos funcionarios en dejar que esto ocurra– quiero poner el foco en un punto que demuestra cómo una cultura conservadora favorece muchos de estos desastres.

Tomemos en especial el evento de Villa Urquiza. Allí la excavación emprendida para construir los cimientos y el sótano de un nuevo edificio provocó el derrumbe de un gimnasio lindero, con el resultado de varios heridos y tres muertos. Esto causó una indignación general, que se dirigió a las nuevas obras: toda nueva obra debería ser detenida, ya que allí radicaba el foco del problema. Según esta visión, todas las obras serían productos de especuladores inescrupulosos y se deberían suspender inmediatamente. Pocos prestaron atención a los problemas que conllevan construcciones antiguas con muchas modificaciones sin control ni registro –los edificios antiguos y pequeños tienen mejor prensa que los grandes y nuevos–. Y pocos –entre los que previamente ignoraban la respuesta– se hicieron la pregunta correcta: ¿no ha resuelto aún la industria de la construcción el modo de construir bajo nivel cero sin dañar a los vecinos? Y si la respuesta fuera afirmativa, ¿es por mera especulación que no se usa esta tecnología? La respuesta correcta causará amplia sorpresa: la tecnología capaz de garantizar seguridad total para este tipo de excavaciones existe; sólo que no es utilizada porque las codificaciones de nuestra ciudad no lo permiten. Además de existir, es económica, con lo cual ningún constructor se negaría a utilizarla con el argumento de los costos elevados: la ecuación costo-beneficio (usada en todo paso de toda industria) es altamente favorable a su uso. Entonces, ¿por qué no se la permite? El argumento de los políticos (y en esto se unen todos los partidos con representación en la ciudad de Buenos Aires) es que resulta invasiva para los vecinos de la obra en cuestión, ya que consiste en un sistema de anclaje insertado bajo suelo de esos vecinos, sin consecuencias ulteriores salvo el anclaje que queda como remanente. Para peor, es un argumento falso, ya que el Código Civil autoriza que todo elemento indispensable para la construcción de una obra invada a las vecinas (el uso de andamios para pintar una medianera es el caso más visible de esta normativa). Y si bien uno sospecha que tal vez sea inconveniente en lo político impulsar una legislación que favorezca, aunque sea de modo indirecto, a los desarrolladores inmobiliarios (y quizás por esa razón ni el Ejecutivo ni el Legislativo avanzan en esta normativa), creo advertir un profundo rechazo a toda innovación tecnológica en el campo normativo. Y en esto estriba la principal diferencia con el caso de Japón.

La industria de la construcción tiene una particularidad. El desarrollo de prototipos, que es lo que en otras industrias permite hacer todos los ensayos y pruebas que garantizarán el correcto funcionamiento de los productos, en la construcción es –salvo contadísimas excepciones– imposible: cada obra sólo es prototipo de sí misma. Aun si un prototipo hace posible no sólo ensayar todas las medidas de seguridad y economía, sino incluso hacer las aprobaciones que favorecerán su posterior consumo masivo, en la construcción las normas deben centrarse en los procedimientos. Y en ese sentido nuestra codificación es taxativa: dice cómo deben ser hechas las cosas, no cuáles deben ser sus resultados. Así, ante cualquier cambio tecnológico que favorezca la economía y la seguridad de las obras (en realidad, en este campo el aumento de seguridad redunda en beneficio económico), deben solicitarse certificaciones de dificilísima obtención que sólo se consiguen con un consenso total de la industria y sus asociaciones profesionales (y, en el caso en cuestión, ni siquiera alcanza con esta unanimidad). En otros países, en cambio, las normativas exigen resultados, y de esta manera cualquier profesional innovador puede presentar sus ideas y probar los resultados para poder utilizarlas en sus obras (el caso de las obras de cartón de Shigeru Ban es clarísimo en ese sentido); de modo que posteriormente todos pueden beneficiarse tanto de la innovación como del cambio normativo.

No se está diciendo aquí, entiéndase bien, que el problema somos los argentinos, como quieren hacer creer tantos adherentes a la teoría del país poco serio. El último terremoto de Japón nos trajo, además de la verificación de Sendai, el caso de la central atómica de Fukushima: los japoneses pueden ser tan corruptos y negligentes como nosotros. Lo importante es entender –y saber aceptar– los cambios culturales que necesariamente deben operarse en todos los actores de una sociedad cuando aspira a verse beneficiada por las innovaciones que todos se jactan de aceptar. No parece que nadie reclame un retroceso en ciertas innovaciones –a pesar de las molestias evidentes que muchas generan–. Se habla de los efectos nocivos que tiene Google en la memoria humana y no por eso alguien pide que sea prohibido o deja de utilizar el buscador. Ni la recurrente información sobre los probables efectos cancerígenos de los celulares hace que alguien los abandone. El verdadero problema es que nuestra cultura normativa atrasa. Es evidente en muchos otros campos, pero en el de la construcción el atraso acarrea pérdidas de vidas. Y nuestra cultura jurídica atrasa porque la que atrasa es una parte de nuestra sociedad.

No muchos concuerdan con que todo lo que propicie el desarrollo técnico favorecerá la seguridad de nuestras vidas. Sin embargo, los discrepantes deberían comparar las consecuencias de los últimos terremotos de Haití, Chile y Japón. No existen las catástrofes naturales; lo que existe son resultados catastróficos frente a acontecimientos naturales. Las diferencias –especialmente entre los dos extremos de la comparación, Haití y Japón– les hablan también a los que reclaman una vuelta hacia atrás en temas urbanos. Según estos, si habitáramos en pequeñas viviendas en pequeñas urbanizaciones estaríamos exentos de muchos problemas. Haití es la prueba manifiesta de que esto no es cierto. No hay manera de resolver el problema de la vivienda de grandes masas sin un alto desarrollo. Y para lograr el grado de desarrollo tecnológico necesario en la construcción de nuestras ciudades, primero hay que alcanzar un consenso suficiente para aceptarlo. No se trata solamente de un problema jurídico y tecnológico; antes que nada se trata de un problema cultural. Enfrentar conscientemente los riesgos de un desarrollo tecnológico es parte de una decisión colectiva. Esa, entre otras, es la lección de Sendai.

 

 

Hay material sobre Sendai en Youtube. Visítese primero Toyo Ito 1/3 The Sendai Media Center, Toyo Ito 2/3 The Sendai Media Center, Toyo Ito 3/3 The Sendai Media Center para conocer la obra, y luego 2011.3.11 Earthquake Japan para ver el desempeño de la obra durante el terremoto.

1 Sep, 2011
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