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Ficciones paralelas en 4D óptico y otras obras de Javier Daulte.
El teatro, es sabido, tiene la capacidad de postular una ficción cuyo soporte es la presencia de al menos un actor en el espacio escénico ante al menos un espectador, es decir, el hecho teatral forma parte de lo actual y lo virtual al mismo tiempo, se erige como una ficción en cuatro dimensiones. Esta condición dual, ficcional y real, se complejiza, se pliega y repliega de nuevas maneras en el teatro de Javier Daulte. En clara emulación de invenciones y juegos de la tradición del barroco y Shakespeare, pero llevando a extremos sorprendentes sus posibilidades, las ficciones se multiplican unas dentro de otras y se alteran en mutuas intromisiones en 4D óptico.
Un grupo de científicos trabaja en un laboratorio para elaborar un dispositivo óptico, el Hyperdeep, que le permitirá a una megapesquera japonesa encontrar nuevas variedades de pescado en las profundidades oceánicas. El dinero proviene de una fundación que está en proceso de asociarse con esa corporación. Max, físico, acaba de llegar de un congreso donde estuvo con Mónica de D’Almessi, colega de apellido redundante que será la enviada de la fundación para auditar el trabajo que se hace en el laboratorio con el fin de realizar, cómo no, una reestructuración que amenaza con reducción de personal. Además de las intrigas profesionales, el grupo está atravesado por las románticas: Paulina, una pasante, está enamorada de Max, quien pretende a De D’Almessi; Alma, la jefa, tuvo en el pasado un affaire con Max; Julia está enamorada de Róber, quien a su vez desea a Julia. Completa el cuadro un disminuido, Andy, hermano de Róber, que hace algunos trabajos de jardinería y mantenimiento. En una situación de lo que llaman “desarrollo de protocolo”, donde todos usan trajes aislantes y manipulan anacrónicos artefactos (una vieja laptop, teclados, cables), se produce el ingreso sin protección de Andy, quien por la radiación sufre una convulsión y así genera el primero de una serie de accesos a una “realidad paralela”. Sin cambios escenográficos (en principio, todo sucede en el espacio despojado del laboratorio), irrumpen dos de las actrices con vestuario elegante. Están en la Mansión Urkel, una cinematográfica casona gótica, donde se está organizando un concierto de la cantante pop Gina, hija de una actriz que protagonizara en los sesenta un film en una réplica de la casa. Mariana (la misma actriz que es Rina en el laboratorio) es la gobernanta en el presente gris de la mansión, y Celina (Julia), la mujer de Ojeda (Andy), el supuesto jefe de seguridad del concierto. No hay marcaciones actorales fuertes (excepto por la notable transformación en el disminuido), pero es ostensible que se trata de otra historia y que los personajes de una y otra no pueden verse entre sí. Luego se revela que Ojeda es el jefe de una banda que está planeando matar a la cantante en la mansión. El autor intelectual del plan es un accionista de la discográfica en la que edita Gina, que busca con el asesinato convertirla en mito y lograr un éxito de ventas con la grabación del concierto, dado que la cantante se encuentra en decadencia. Como en otras obras de Daulte, se produce un nuevo sentido de lo que se ha visto; en 4D óptico las cosas no son como el espectador cree en una primera –y a veces en una segunda o tercera– instancia.
El factor humano. Luego de un apagón, cambia la escenografía y se ve la Mansión Urkel: cortinados de terciopelo, candelabros, luz cálida. En un ensayo del asesinato de Gina conducido por Ojeda aparecen más personajes de la otra realidad, como Senillosa, el francotirador, y Angie, su acompañante. Por su parte, los científicos analizan, en verosímil tecnolecto, lo que nominan como una “R.A.” (realidad alternativa), categoría proveniente de la ciencia ficción, género al que Daulte recurre en varias obras. A través de una curiosa teoría en desuso y realizando un “mapa desiderativo” de cada mundo, en el que emerge toda la trama de envidias y amores silenciados, llegan a la conclusión de que el asesinato de Gina es equivalente al recelo del grupo por la presencia de De D’Almessi (la misma actriz interpreta ambos personajes). De producirse la muerte de la cantante se abriría un agujero entre una realidad y otra, lo que daría lugar a un colapso de consecuencias desconocidas. Con Paulina/ Angie como doble agente, los científicos intervienen en la otra realidad, para lo que usan un casco y un joystick. Angie seduce a Ojeda, situación que es rápidamente descubierta por Celina, quien, resentida con su hombre, envía un anónimo a Gina para prevenirla y hace fracasar el plan. De esta manera, la obra establece una conexión entre lo micro y lo macro, entre ambiciones y deseos personales y el fenómeno de la coexistencia y entrecruzamiento de los dos mundos. En 4d óptico la ciencia, formación de la cultura objetiva, no logra controlar lo subjetivo, el viejo e indócil factor humano. Tanto es así que cuando los científicos piensan que han logrado “sellar” la comunicación entre ambas realidades, será Mariana, la gobernanta, quien mate finalmente a Gina, por motivos que no habían entrado en el análisis. Astuta, ella sabía del plan de Ojeda y sus secuaces, pero lo había dejado correr, con la esperanza de que el asesinato de Gina le devolviera a la mansión algo de la gloria pasada. Así, se abre el temido agujero entre ambas realidades –un hueco en la escenografía– por donde pasan los miembros de la banda al laboratorio. Sin entender lo que está sucediendo, casi todos salen, pero Sordo, el chofer, queda cautivo en el otro mundo y, asustado, mata a Andy. En el epílogo, Sordo (al ser interpretado por el mismo actor que hace de Róber, hay un plus de sentido fratricida en la acción), mudo y atontado por el trauma, es adoptado por el grupo de científicos.
En la obra, el mundo del laboratorio está subordinado a la esfera económica, dado que no tiene otro objetivo que el de extender la frontera de la explotación de los recursos pesqueros. “La ciencia no está al servicio de hacer un mundo mejor sino para hacer más rentable este”, dice la cínica De D’Almessi. En el otro mundo, entretanto, la discográfica pretende aumentar sus ventas con el asesinato de su propia artista. En los pliegues de la primera ficción se encuentra su versión extrema y siniestra; a través de megacorporaciones o mafias, ni la ciencia ni el arte están libres del mercado y sus designios. Si algo puede escapar de esta lógica, es la subjetividad lúdica, el deseo de investigar, los amores, el espíritu comunitario del trabajo en equipo.
Si bien Daulte usa algunos recursos cinematográficos, como el leitmotiv musical estilo Bernard Herrmann o los fade in y fade out (en el texto se usan estos términos del cine), el tiempo se vuelve maleable a través de procedimientos teatrales como la simultaneidad de las escenas (a veces se desarrollan tres paralelamente) y los juegos con las reproducciones de video o sonoras actuadas en vivo. El súmmum de los juegos teatrales con la tecnología es el momento en que el personaje de Gina repite un parlamento en loop. En este sentido, se impone decir que el coreográfico dispositivo de entradas y salidas que hace posible que ambos mundos sean interpretados por los mismos actores, la comicidad constante, el suspense imbatible no serían tan contundentes sin los extraordinarios Gaby Ferrero, Héctor Díaz, Andrea Garrote, Rafael Ferro, Julieta Vallina, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Gerardo Chendo. Todos ellos son parte de ese magma actoral, talentoso y de técnica impecable que nutre lo mejor de la escena teatral porteña.
Mundos incomposibles. Al ver 4D óptico es difícil no pensar en “El jardín de senderos que se bifurcan”, cuento que Deleuze, en sus clases sobre Leibniz, considera un ejemplo de la noción de incomposibilidad. Si bien Borges no cita al filósofo alemán, sino que inventa a Ts’ui Pên, el cuento es leibniziano. Sólo que los que para uno serían mundos diferentes porque no son composibles (no pueden darse todos los desenlaces posibles de una historia, excepto en el entendimiento de Dios, diría Leibniz), para el otro coexisten en un mismo mundo narrado. Mientras en Borges se enfatiza la paradoja narrativa, en 4d óptico, afín a la ciencia ficción, importan la simultaneidad y las recíprocas intervenciones entre los mundos. La marca borgiana está explicitada en la edición de la obra, ya que la segunda parte lleva como epígrafe el poema “El Golem” (también hay epígrafes de Borges en La felicidad y Automáticos). Uno podría afirmar que en 4D óptico convergen dos mundos literarios que, para seguir con Leibniz, parecen incomposibles: Borges y Puig. La minuciosa construcción del argumento, el juego de cajas chinas, los dos universos y su reversibilidad remiten a Borges, pero el uso productivo de géneros de la cultura de masas, como la ciencia ficción y el cine hollywoodense, recuerdan a Puig, sobre todo en Pubis angelical. Ya en Nunca estuviste tan adorable, que pertenece a una zona no fantástica de la producción de Daulte, el melodrama familiar, los potentes personajes femeninos, la clase media en los años cincuenta y sesenta, los personajes masculinos que callan evocaban a Puig. De esta forma, lo mejor de la obra de Daulte se sitúa convincentemente en los intersticios entre la cultura de masas y el modernismo, para formularlo en los términos de Andreas Huyssen. En 4d óptico, al igual que en la sensible y metafísica ¿Estás ahí?, no hay celebración afirmativa de la cultura de masas, sino un uso productivo que introduce novedad en el teatro contemporáneo y que extrema las posibilidades de géneros como el fantástico, el melodrama o la ciencia ficción, llevándolos más allá de sus fórmulas cristalizadas.
Otro es el caso de Gore, donde la manipulación de varios géneros se quedaba sólo en el pastiche. Desde la falsa pista del título sobre el uso de este subgénero cinematográfico (los asesinatos se precipitaban al final y fuera de escena) hasta la presencia de elementos de la ciencia ficción (una invasión extraterrestre) o del melodrama, no se desplegaban las potencialidades de los géneros para luego excederlos. Si bien era muy potente la convención teatral por la cual terrícolas y extraterrestres no se comprendían –aunque unos y otros hablaban español–, la apretada trama –por momentos caprichosa– no daba lugar al desarrollo de los personajes ni de los conflictos. Por el contrario, en La felicidad, la ciencia ficción y la telenovela derivaban con fluidez en un drama oscuro. En una culminación delirante del bovarismo, Rosa, la protagonista, decide convertirse en Verónika, el personaje de la telenovela de la que es fanática; hace que su padre, su madre, su tía y el robot de la familia interpreten los otros roles. Todos, gustosos, cambian sus nombres, estudian el libreto y construyen la ficción para que Sergio, a quien tienen sedado durante días, ingrese en una historia con una invasión, asesinato del presidente y dos ejércitos enfrentados. El objetivo de Rosa es enamorar a Sergio, alcanzar así la felicidad, pero no lo consigue; no porque él descrea de su ficción, sino porque tiene la reminiscencia de haber estado muy enamorado de otra mujer (Rosa, no Verónika) en su brumoso pasado, y decide salir a buscarla.
En un artículo publicado en Otra Parte, Rafael Spregelburd usaba el oxímoron “tragedias optimistas” para referirse a dos obras del reciente teatro porteño. Una obra como La felicidad difícilmente podría entrar en este grupo; si bien empieza como una comedia, se vuelve negra y el componente optimista queda diluido. El cierre de 4D óptico sí se resuelve en la tensión de ese oxímoron, puesto que algo que se presentaba inevitable, el asesinato de Gina, acaba por producirse, aunque de un modo diferente al previsto por la esfinge científica. La muerte de Andy concluye lo que sería el “componente trágico”, sin héroe condenado ni anagnórisis. No obstante, los amores nacientes, la promesa del éxito profesional, el clima de plácida camaradería del epílogo dejan una atmósfera dulce y optimista para el final.
Imagen [en la edición impresa]. Tomás Saraceno, Hydrogen Cloud Explosion (2008), detalle; cuerdas elásticas, acrílico, 170 x 140 x 90 cm, fotografía: © Tomás Saraceno.
Lecturas. Todas las obras mencionadas están incluidas en Teatro. Tomo 2 y 3 de Javier Daulte, editadas por Corregidor. Las clases de Deleuze sobre Leibniz se pueden leer en Exasperación de la filosofía de editorial Cactus. Los planteos de Andreas Huyssen sobre modernismo literario y cultura de masas pertenecen a La gran división. El artículo de Rafael Spregelburd “Las tragedias optimistas”, sobre las obras La edad de oro y En la huerta, fue publicado en otra parte N° 25, verano 2011-2012. La obra 4d óptico tuvo funciones hasta fines de marzo de 2012 en la sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes. Desde el 18 de mayo se la puede ver en el teatro El Cubo, los viernes y sábados a las 22.30.
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