Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Cuando en 1988 se publicó por primera este libro, nada habría hecho suponer que el escalador, doble de acción y diseñador de equipamiento para alpinismo Mo Anthoine moriría al año siguiente; a lo sumo habría podido adivinarse que, quizás y a pesar de todos los recaudos, lo haría tratando de alcanzar la cima de una montaña. El destino le tenía preparado otro plan y es el haber sido inmortalizado en el ya clásico Alimentar a la bestia, un híbrido que oscila entre la crónica y la memoria afectiva. Apelando a ese recurso, Al Alvarez (Londres, 1939-2019) retrata algunos de los pasajes más interesantes de la vida del carismático escalador, en los que prima las más de las veces una voz (un tono) que sostiene la organicidad episódica. Porque el libro trasciende lo meramente técnico del ejercicio y se centra en una manera de ver el mundo: “Para algunas personas, la escalada se convierte en una adicción capaz de alterar la química de la mente del mismo modo que la heroína altera la del cuerpo”, nos dice Alvarez.
Es interesante la manera en que el autor deja que en el ambiente del texto su voz flote con una levedad tan encantadora que por momentos se tiene la sensación de estar escuchando a un familiar o un amigo de toda la vida que no para de contarnos algo con justas cuotas de sabiduría y experiencia: “La escalada es un pasatiempo anárquico que debe divertir a quien lo practica”.
Pero el verdadero eje narrativo lo constituyen Anthoine y su amor por este pasatiempo vertical de riesgo considerable. Como bien lo resume Alvarez, “Mo tiene una expresión clara y elocuente para definir eso que lo impulsa —a él y a casi todos los escaladores— a buscar la incomodidad; lo llama alimentar a la bestia”. El derrotero descrito abarca desde Llanberis hasta el Everest, pasando por los Dolomitas y el Roraima. Aun así el goce del experimentado Anthoine no sólo se circunscribe a la escalada: “Me gustan las aventuras, dijo. Pero no sólo las aventuras de montaña. También me gusta ir a la selva, remontar ríos, explorar. Me gusta visitar lugares donde no ha llegado nadie antes. Los sitios verdes de los mapas”.
Alimentar a la bestia es un libro escrito por escaladores (y no para escaladores, como podría pensarse) que buscan incesantemente encontrar la felicidad: “Si la vida es desagradable, brutal y corta, y si la condición natural es la incomodidad extrema, entonces lo mejor que uno puede hacer es disfrutar de lo que tiene a mano y divertirse mientras sea posible”. Quien se acerque a leerlo encontrará correspondencia con estas palabras.
Al Alvarez, Alimentar a la bestia, traducción de Juan Nadalini, Libros del Asteroide, 2020, 160 págs.
Todos hablan de Jacob. Todos creen saber quién es, qué lo hace más o menos atractivo, cuál será su futuro. Todos y muy especialmente todas. La habitación...
A dos meses de la muerte de su esposo, la narradora de Arboleda decide emprender en soledad el viaje a Italia que habían planeado juntos. A partir...
Lejos de ser una novedad en el escaparate literario, el fluir de la escritura ha sido explotado durante años desde múltiples aristas, sobre todo como técnica. Las...
Send this to friend