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Acaba de reeditarse la primera novela de Lorrie Moore, publicada en 1986, en rigor un volumen integrado por cuatro cuentos y una nouvelle, cuya estructura es anagramática: sus protagonistas, Benna Carpenter y Gerard Maines, viven en el midwest norteamericano, son amantes o amigos y sus ocupaciones cambian de acuerdo con el lugar y el sentido que la narración les asigna a sus acciones, abiertas a caminos alternativos y aleatorios.
Como en un anagrama, en el que se crea una palabra reordenando las letras de otra, es indistinto si Benna es cantante en uno de los cuentos o si lo es Gerard en el siguiente; si él está enamorado de Benna y ella lo quiere como amigo, o viceversa. De cualquier forma, la historia de ambos desemboca en un estado de soledad existencial. De hecho, un común denominador de cada una de las partes es la metáfora de la soledad como cucharas—apretadas unas contra otras—. Así, en el primer cuento Benna no quiere tener hijos y en la nouvelle tiene una hija imaginaria; en el segundo, desea con ansias lo que denomina un “equivalente matrimonial” —aunque ese deseo la haga sentir culpable y burguesa—, en tanto en el primero era una mujer independiente que rechazaba la pareja monogámica. También en ese cuento tiene una mejor amiga que la traiciona y que después, en los siguientes, deviene en amiga imaginaria, como su hija.
En todos, Benna trata de encontrarles sentido a las partes inconexas de su vida mientras cuestiona el lenguaje y las transformaciones que este sufre, con el humor y el tono inteligente y desdeñoso característicos de Moore, aquí muy eficaz, y hasta con la intención de mostrarse crítica porque el tema de la novela es el enajenamiento y la desconexión propios de la sociedad moderna, aun en las vidas más “seguras”.
A pesar de que no parece tomar nada en serio, Benna es una heroína cuyo poder es su sagaz sentido del humor para burlarse de lo que le sucede y reírse de todo, como una forma de recelar de las verdades aceptadas. De ahí, párrafos como el siguiente: “El sentido, si es que siquiera existía, era inestable y no podía sobrevivir al mínimo reordenamiento de las letras. Un soplo de viento y Santa se transformaba en Satán. Un desliz de la lapicera y las peras se volvían perlas”. Con ese temple encara su día a día, si bien en las conversaciones con su amiga e hija imaginarias se ve más vulnerable, sola, incapaz de integrarse a la comunidad. La traducción, a cargo de Cecilia Pavón, debió de haber sido ardua, ya que el texto entero está construido con juegos de palabras. Ese mecanismo expone la brutal incomunicación entre los seres humanos y las trampas inherentes a las maneras de convivir y relacionarse.
Anagramas es una novela existencial que cuestiona los supuestos socialmente convenidos sobre el sentido de la vida: ¿provoca la misma plenitud ser madre que imaginarlo, parir que abortar, tener una mejor amiga o inventarla, estar en pareja o no?
En su momento, esta primera novela de Moore no recibió las mismas buenas críticas que los libros de cuentos, pero aun así hoy sigue reeditándose. Quizás por ese motivo esperó hasta 1994 para escribir su segunda novela, Quién se hará cargo del hospital de ranas, reeditada en español el año pasado.
Lorrie Moore, Anagramas, traducción de Cecilia Pavón, 2020, Eterna Cadencia, 272 págs.
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