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Confabulaciones

John Berger

OTRAS LITERATURAS

En unas pocas líneas, la escritura se muestra en su dimensión más literaria y literal, más maravillosa y enigmática, más pura y evidente. El deslumbramiento ocurre con las entradas sólo en apariencia dispersas que integran Confabulaciones, testamento del escritor y crítico inglés John Berger (1926-2017). El libro, que emula una libreta roja en su bella y austera edición, se pretende en efecto un arcón de la humanidad en miniatura, un resguardo emotivo de la memoria. La certeza de que la escritura es ante todo lenguaje (y el lenguaje, una criatura viva que trama sus propias e inadvertidas “confabulaciones”, emblemas del carácter inacabable, precario y transitorio de la práctica); la intuición de un mensaje común en los diseños de la naturaleza, el tiempo, el arte, la música, la danza; y la denuncia sin pudor panfletario al capitalismo financiero especulativo, a los lobbies y medios que han vaciado de contenido la política, lo público y la mayoría de las acciones humanas hacen al tratado tan urgente como apaciblemente eterno de Confabulaciones. La intimidad es la clave para Berger, como refugio, comunicación y antídoto ante el presente absoluto, la amnesia y la soledad histórica. También el fin último de toda narración, que transforma el acontecimiento preverbal en algo familiar. Así, la evocación amistosa de pintores noblemente alejados del establishment, la natación contemplativa en una pileta municipal, microensayos dedicados a Cesária Évora y al poeta iraquí Abdulkareem Kasid o el sencillo saboreo de una aceituna van hilando una trama libre y ligera pero nunca despreocupada, una poética de la sensibilidad y la experiencia que es la concentración de una vida entera en un gesto. Un pasaje clave del libro describe una pileta de mosaicos en la Basílica de San Apolinario de Classe, en la que Berger observa que por un efecto lumínico, cada ente disperso representado —una flor, una oveja, un guijarro— es a la vez centro aislado de la imagen. La distancia une en vez de separar, el espacio es total y a la vez inexistente, lo percibido es calma y movimiento: una revelación de la inmortalidad de todo lo viviente. “No somos puntos en una línea, en verdad somos los centros de los círculos”, dice Berger más adelante, junto al dibujo de un hombrecito al que rodea una espiral.

El artefacto libre que es Confabulaciones —donde se alternan con naturalidad crítica, autobiografía, relato, crónica, aforismo, poesía, inserto gráfico— comparte hibridez con el filosófico y esencial El cuaderno de Bento o el crepuscular y breve Rondó para Beverly, ramificaciones tardías de las más representativas novelas, cuentos y ensayos del autor. El resultado es un legado mixto ajeno a cualquier eclecticismo —aquí podrían entrar inclasificables como Quignard o Sebald— en que arte, escritura y lenguaje se mantienen en estado vivo. Un afuera equiparado por Berger a la orfandad, que deviene manifiesto de despedida: “Propongo una conspiración de huérfanos. Intercambiamos guiños. Rechazamos las jerarquías. Damos por asegurado que el mundo es una mierda e intercambiamos historias sobre cómo logramos arreglárnosla pese a todo. Somos impertinentes. Más de la mitad de las estrellas del universo son huérfanas y no pertenecen a ninguna constelación. Y transmiten mucha más luz que las estrellas que forman parte de una constelación”.

 

John Berger, Confabulaciones, traducción de Marcos Mayer, Interzona, 2017, 112 págs.

14 Sep, 2017
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