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El maestro de go

Yasunari Kawabata

OTRAS LITERATURAS

Como muchos otros grandes escritores japoneses del siglo XX, Yasunari Kawabata fue un reportero de la transición, un exponente de la camada de narradores que sintetizó las derivaciones de la reconfiguración cultural de la era Meiji y su proyecto nacional de insularidad permeable, tradiciones actualizadas y una imagen del mundo sobre la que Occidente suele cavilar como si hubiera tenido vela en el entierro. Publicado en los años cincuenta, El maestro de go presenta un alegato en retrospectiva, más taciturno que admonitorio, que da por irrevocable al Japón transformado por la modernización, la guerra y las dos nubes atómicas que lo cambiaron todo.

Orientado por las crónicas que el mismo Kawabata produjo en su momento para un diario de Tokio, el libro ficcionaliza la ardua partida de go —juego con fichas consistente en el asedio del territorio rival en una matriz de diecinueve x diecinueve líneas— que mantuvieron el gran maestro Shūsai y el aspirante Otake durante buena parte de 1938. Lo primero de lo que el lector se entera es que el maestro perdió la contienda y murió un año más tarde por complicaciones cardíacas. El resto de la información se descarga también en las páginas iniciales, abarrotadas de oposiciones: Shūsai es viejo, mortecino de forma y tamaño, y su adversario joven y voluminoso; uno juega con fichas blancas y el otro con negras; uno no tiene descendientes y el otro vive en una casa alegre y caótica con mujer, hijos y un séquito de aprendices. La partida empieza en el verano y termina en las vísperas del invierno, tras varias contramarchas que no aminoran el clima de quebranto que se solidifica con cada movimiento en el tablero.

Kawabata detalla la capitulación con otras armas. La de El maestro de go no es la prosa elongada y frágil, en el límite de lo poético, que siempre destacó al autor de Historias en la palma de la mano. Podría decirse que el origen periodístico del libro tuvo algo que ver con lo pormenorizado de la trama, que hasta incluye diagramas de las distintas etapas de la partida, pero igual quedarían demasiados puntos por explicar. Con astucia, Kawabata filtra algunos gestos formales. Abandonado entre los capítulos, aparece el extracto de una de las crónicas: su tono es todavía más denso, mucho más consciente de la primera persona que ve y toma nota. El maestro de go avanza a caballo entre los dos avatares, el del periodista y el del autor, y así el libro se permite cavilaciones explícitas en medio de la relatoría incesante.

Explícitas en el sentido de honestas. Con Shūsai declina un tiempo milenario y ensimismado: “Sentados ante el tablero, el maestro y Otake ofrecían un completo contraste, tranquilidad contra movimiento constante, calma contra tensión nerviosa. Una vez que se había zambullido en una sesión, el maestro no abandonaba el tablero. Un jugador puede a menudo leer mucho de los modales del adversario y de su expresión, pero decían que entre los profesionales sólo el maestro no interpretaba nada”. Esa nulidad, ese embeleso abstraído de Shūsai, es lo que Kawabata evoca con la misma añoranza que Tanizaki dedicó a la oscuridad. Del otro lado del tablero está el furibundo Otake; con él vienen la competencia, los sponsors, la pericia juiciosamente entrenada en desmedro de un arte precario e inaprensible. Kawabata no logra odiarlo, incluso le reconoce virtudes, pero es curioso que le haya cambiado el nombre —el Otake real se llamó Kitani Minoru—, casi como si buscara subrayar que sólo uno de los jugadores merece el homenaje de la denominación.

Cuando Shūsai muere, su mujer le ruega al Kawabata periodista que fotografíe el cuerpo. El Kawabata autor hará, con los años, dos descubrimientos: que no debería haber sacado las fotos —la técnica es insuficiencia— y que las había sacado de rodillas. Sin darse cuenta, mientras manipulaba su Contax de lente 1.5 Sonner, se había arrodillado y retratado al maestro así, como reverenciándolo.

 

Yasunari Kawabata, El maestro de go, prólogo de Anna Kazumi-Stahl, traducción de Amalia Sato, Seix Barral, 2024, 232 págs.

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