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En la cresta de la tercera ola feminista, ¿qué podría ser interesante o novedoso de la crónica de un embarazo, parto y crianza temprana que busca desmitificar la idea romántica de maternidad? ¿Qué es lo que hace que El nudo materno de Jane Lazarre atraviese los cuarenta y seis años que nos separan de cuando fue escrito y llegue a estos días en buenas condiciones?
La respuesta está tal vez en la honestidad de la autora, que pasa por encima de cuestiones como la imagen de sí misma, la corrección política, los cánones de su tiempo, derriba todo y sobre el terreno plano construye algo nuevo y propio: su idea de la maternidad. La honestidad, que no tiene que ver necesariamente con la verdad, es un componente esencial del género que esta vez elige Lazarre, también autora de ficción, para desplegarse a sí misma. Desplegar sus miedos, su enojo, sus preguntas, los personajes que la pueblan y actúan en estas memorias. Es esa misma honestidad la que aleja este libro del ensayo, porque la honestidad profunda no suele resultar en certezas sino en paradojas. El nudo materno está más cerca de la crónica que del género especulativo también porque se mueve a fuerza de un pensamiento más intuitivo que puramente racional. Cabe decir que la traducción de Elena Villalonga acompaña maravillosamente ese pensamiento.
Lazarre habla de sí misma y así habla de su tiempo. Dice, por ejemplo, que es una mujer blanca que pasea con su marido negro, y que eso es en sí un acto político. Habla del peso sobre sus hombros y el lector ve la carga de los mandatos y de los estereotipos de la época. “Nosotras, las madres norteamericanas de clase media”, dice Lazarre de las mujeres llamadas a quedarse en casa y dedicar toda su energía a jugar con los hijos, “no almidonamos camisas ni planchamos, ni hacemos grandes guisos. Algunas ni siquiera queremos pisos relucientes”. Los niños pueden jugar solos, pero las madres deben quedarse en casa a jugar. “¿Quién necesita a quién?”, se pregunta Lazarre. Unos capítulos antes, se pregunta si ella es hija o es madre, si su raza ha cambiado por llevar un niño de otra raza en ella, si otros modelos de madre son los correctos.
Dice que no acaba de entender algo hasta haberlo escrito con todos sus detalles. Describe y se pregunta y vuelve a preguntarse. La carrera posterior de Lazarre parece una buena respuesta a varias de las preguntas que se hace a lo largo del libro: ha ejercido la docencia en centros prestigiosos como el City College de Nueva York o la Universidad de Yale, ha sido columnista en varios medios norteamericanos, ha escrito cinco novelas, tres libros más de memorias, y ha ganado varios premios y reconocimientos.
Una respuesta en acto, que es una verdad contundente.
Jane Lazarre, El nudo materno, traducción de Elena Villalonga, prólogo de Carolina del Olmo, Las Afueras, 2019, 272 págs.
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