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Easy Motion Tourist es —además del título original del libro de Adenle— un tema del intérprete nigeriano King Sunny Adé. Su estilo musical ha sabido fusionar ritmos tradicionales de distintas latitudes africanas: así, el habla “yoruba” se conjuga en sus temas con la percusión del tipo “apala”, ambos muy característicos del género Highlife (tal el título de la versión castellana), que va revelándose conforme se avanza en la lectura del libro y se edifica como un antídoto contra todo lo que representa una “vida elevada”. De la primera hasta la última página, Highlife nos sume en un reducto en donde sólo hay espacio para la violencia más desenfadada e irracional que puede encontrarse en el panorama literario actual.
Es una obra híbrida en todo el sentido de la palabra. Adenle trabaja con las herramientas del policial posmo, que se mixtura con una mirada que viene de la cinefilia propia del blaxploitation, y hurga en el submundo nigeriano de la trata de mujeres y en la venta de órganos. Aquí no existen las reflexiones profundas ni los cuadros poéticos; la imagen que se pretende transmitir es la de la más pura sordidez. Ya en el primer capítulo nos encontramos con un episodio brutal: “‘Tiraron a una chica afuera’, dijo. ‘Ahora. Recién. Le rebanaron las tetas y descartaron el cuerpo en la zanja’”. El lacónico retrato de una mutilación produce en el lector un efecto seco, un golpe de realidad sin condicionantes. Gracias al acierto de la traductora en mantener el “tono” del habla coloquial nigeriana y sus jergas y giros de estilo, se puede palpar por momentos la aspereza propia del cotidiano y oscuro universo que habitan estos personajes africanos.
Otro de los aspectos interesantes de la novela es la elección de una “mujer dura” que viene a reemplazar al hombre de acción que da patadas voladoras y golpes de puño a lo Jack Reacher. La performance de Amaka (la heroína de Adenle) es una tentativa de superación del hombre non castrato al que hace referencia Nicolás Mavrakis en su interesante reseña de Noche caliente. Dos historias de Jack Reacher. Su personaje es una pura voluntad haciéndose palpable —dejando atrás todo materialismo potencial— en una subjetividad que busca recuperar a las víctimas de la explotación sexual.
La sensación que queda después de leer Highlife es que en este mundo no hay escapatoria alguna: todos, tarde o temprano, pierden y lo hacen de manera traumática, como ese personaje que se rehúsa a delatar a su banda y mientras es torturado sabe “que de todas formas va a pudrirse sin entierro, desperdigado como basura por los alrededores del santuario; juguete de los dioses”.
Leye Adenle, Highlife, traducción de Lula Verki, Metalúcida, 2017, 384 págs.
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