Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
En “Adiós al adiós”, cuento de Calles —el libro que Eterna Cadencia publicó en 2014 y que presentó a su autor a los lectores hispanohablantes—, Stephen Dixon ya había experimentado con la escritura como un encadenamiento desesperado de versiones, de escenas posibles que buscan corregir el hecho original. Interestatal, novela que se reconstruye, que insiste como un ajedrecista que revisa las jugadas que le trajeron la derrota, extrema ese procedimiento: a lo largo de casi quinientas páginas, Nathan Frey vuelve una y otra vez al volante de su auto, a sus dos hijas sentadas detrás y a los dos hombres en el otro auto que le hacen unos gestos que al principio él no entiende.
Lo que Nathan no puede entender es el destino, la tragedia. Dixon desarrolla los ocho capítulos de la narración como autopistas que conducen casi siempre al mismo lugar. Hay retrocesos, monólogos interiores, recapitulaciones de diálogos que el protagonista tuvo con su mujer antes de salir de Nueva York, acontecimientos y conversaciones con sus hijas durante el viaje. Hay, también, más tarde o más temprano, la irrupción de la violencia. Todo se reduce a la búsqueda de una fisura por la que escapar, alejarse del dolor, reconfigurarlo. La novela camina sobre una cuerda que nunca separa de forma explícita lo que ocurrió de lo que pudo haber ocurrido, lo real de lo real “modificado”. Lo que iguala esas dos zonas es la obstinación por narrarlo todo, por las dudas, por si algo importante se hubiese ignorado en el camino.
Cómo leer Interestatal dependerá de cada lector. Unos verán en ella la repetición agobiante del espanto, otros un acto de fe en el poder redentor de la literatura. Hasta se la podrá pensar como un borrador siempre dispuesto a atascarse en su propia exégesis, como una negación de la novela en tanto obra cerrada y definitiva. De una manera u otra, Dixon (traducido por Ariel Dilon con marcado respeto por un estilo que se empeña en contar discernimientos, no acciones) se encarga de que todas las perspectivas permanezcan abiertas. El autor está ocupado sólo en el instante vivo de la escritura. Lo que narra es un presente y lo que espera más allá, a la vuelta de la página, al comienzo del siguiente capítulo, no es más que otro presente posible. Otra batalla desigual que espera por sus personajes, por sus lectores y por él mismo.
Stephen Dixon, Interestatal, traducción de Ariel Dilon, Eterna Cadencia, 2016, 480 págs.
A dos meses de la muerte de su esposo, la narradora de Arboleda decide emprender en soledad el viaje a Italia que habían planeado juntos. A partir...
Lejos de ser una novedad en el escaparate literario, el fluir de la escritura ha sido explotado durante años desde múltiples aristas, sobre todo como técnica. Las...
Aunque en las novelas de Flann O´Brien no hay postulado científico que permanezca indemne, ni fundamento alguno que no esté supeditado a la ley suprema de la...
Send this to friend