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A diferencia de Europa, que fue una enorme extensión de bosque del que no queda nada porque durante siglos se talaron árboles para improvisar aldeas, empalizadas, iglesias, fuegos, catapultas, etcétera, Estados Unidos se hizo adulto con nuevas técnicas de construcción que no precisaban tanto de la madera. Los bosques profundos rodean a las grandes urbes y es normal que los citadinos caminen o acampen en ellos. Esa particularidad le permite alcanzar hechos culturales a la intemperie notables, desde la cabaña de Thoreau hasta el despliegue de Rambo I, con miles de grises creíbles en el medio porque no hace falta irse lejos para alcanzar algún ecosistema medianamente virgen y adentrarse en él en busca de refugio.
En el límite entre civilización y naturaleza, en la barbarie mixta, Peter Rock (Estados Unidos, 1967) publicó en 2009 Mi abandono (Godot, 2018), novela basada en la historia real de un veterano de guerra que educó a su hija en el bosque y que sólo iba a la ciudad a comprar algo de comida y cobrar su pensión. ¿Cuánto habrá influido el éxito de esa novela y su adaptación al cine (Leave No Trace) para que volviera hacer algo parecido? Seguramente bastante. Pero Rock le imprime las variantes necesarias para no transformar a Klickitat en un refrito y así mantiene vida y filosofías independientes.
En Klickitat ya no hay un adulto a cargo con sabiduría y destrezas admirables para sobrevivir en los bosques, sino dos hermanas adolescentes, Audra y Vivian, que pretenden emular el ejemplo de Caroline, la hija del veterano de guerra de Mi abandono. Audra, la mayor, que cursa los últimos años del secundario, escapa de la casa luego de romper computadoras, celulares y televisor de los padres. Días después “rescata” a su hermana, que sufre de brotes psicóticos, lo cual la obliga a un tratamiento de pastillas, y la lleva donde vive, que no es el bosque sino un abanico de zonas intermedias: debajo de una casa, plazas públicas, cuevas urbanas. Ensayan trampas para animales y entrenan bajo las órdenes de un muchacho, Henry, para cuando sí llegue el momento de dar el salto hacia el bosque profundo y cortar todo lazo con los demás.
Al igual que en Mi abandono, Rock escribe en la primera persona de una adolescente (preadolescente, en este caso Vivian) que debe seguir las órdenes o la vida de alguien mayor. Le interesa el punto de vista de una mirada todavía no intervenida por ideas propias. El objetivismo se adapta muy bien a este proyecto donde lo insólito se da por sentado y las emociones quedan a cargo del lector, con cada página un poco más angustiado por el derrotero de Vivian, que tiene motivos de sobra para adorar a su hermana y seguirla en su búsqueda radical, pero también extraña a su madre, la vida en los suburbios y el sótano de su casa donde su papá practica la radiofonía.
Klickitat es una nueva incursión en la soledad de esas personas para quienes en las ciudades el hombre es el lobo del hombre y sólo queda huir. En las contradicciones de algunos anhelos tan románticos como absurdos, en la imposibilidad de volver a un estado de naturaleza ya superado por el homo sapiens, se avanza en una narrativa intrigante y sencilla donde “los animales, como los seres humanos, cometen en la vida los errores que finalmente los conducen a la muerte, sea física, espiritual o emocional”.
Peter Rock, Klickitat, traducción de Micaela Ortelli, Godot, 2021, 160 págs.
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