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La tejonera

Cynan Jones

OTRAS LITERATURAS

En Tiempo sin lluvia, primer libro traducido al español de Cynan Jones, Gareth, el protagonista, salía en busca de una vaca que se había escapado de su establo. En La tejonera, segundo libro que publica Chai Editora del gran autor galés, ahora con traducción de la poeta Laura Wittner, Daniel, el protagonista, no sale de su establo, y sus compañeras son, sobre todo, ovejas, pero el mundo rural que se respira es el mismo: un mundo de dolor.

En La tejonera hay dos historias que se alternan, que avanzan en paralelo y, a diferencia de Las palmeras salvajes, de Faulkner, un autor con el que el galés comparte sequedad y precisión narrativa, finalmente se cruzan. Por un lado, se narra la historia de Daniel, un granjero al que se le acaba de morir su mujer por la patada de un caballo, un buen tipo que atraviesa el duelo devastado y pasa su tiempo, que es tiempo muerto, ayudando a las ovejas a dar a luz. Por otro, avanza la historia del grandote, un matón que vive con sus terriers y se gana la vida cazando tejones, vendiéndolos después a pueblerinos que hacen apuestas poniendo a los tejones a pelear con perros hasta morir (en la pelea o ejecutados). Es decir, uno da vida, el otro asesina.

La novela se organiza en cinco partes (“El caballo”, “La tejonera”, “El trapito”, “El mar” y “La carcasa”) y un epílogo. Pero antes todavía hay un texto corto, suelto, que tiene al grandote como protagonista y ubica de entrada al lector frente a lo que le espera: naturaleza, violencia y muerte. Después de esa escena sangrienta, que obliga a cerrar un ojo, empieza formalmente la primera parte, la más extensa, que se centra en Daniel y su pena (otra diferencia con Faulkner: entre la pena y la nada, Daniel elige la nada).

Jones va alternando así entre la historia de Daniel, perseguido por el fantasma de su mujer (toda la granja le recuerda a ella), y el grandote innominado, perseguido por el fantasma de la policía. ¿Qué los une? La tierra, su tierra, y el amor por los animales (ovejas uno, perros el otro). Y también que los dos, como los tejones que intentan escapar, no tienen salida. Hasta las personas más dispares pueden llegar a parecerse.

Al principio, en un momento en el que Daniel, pese a todas las trabas, intenta salvar a un cordero recién nacido, recuerda un consejo que le había dado su padre: “A veces hay que elegir entre un sufrimiento rápido o un sufrimiento lento”. La máxima del padre parece funcionar entre los animales (como, por ejemplo, en la escena tan brutal que se siente en el cuerpo, de Daniel sacrificando a dos corderos mellizos malformados) y no entre los humanos; hay gente, como Daniel, que no tiene la posibilidad de elegir: su pena es lenta y rápida al mismo tiempo.

Faulkner decía que lo que hace la buena literatura es lo mismo que hace una cerilla en medio de un campo en mitad de la noche. Una cerilla no ilumina casi nada, pero nos permite ver cuánta oscuridad hay alrededor. Jones, no hay duda, sabe cómo encender una cerilla y por qué.

 

Cynan Jones, La tejonera, traducción de Laura Wittner, Chai Editora, 2021, 148 págs.

13 May, 2021
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