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“No es que me encanten los accidentes, pero, por ejemplo, si por alguna razón un avión hiciera explosión en el aire, no tendría nada en contra de ser uno de los que lo observan o mejor, el único. Pues sí, Paulus, me dije a mí mismo, hoy puede ser un gran día”. Con frases así se topará a cada rato el lector de este volumen que reúne los cuentos que Kjell Askildsen escribió durante más de cuarenta años, repartidos en los libros A partir de ahora te acompañaré hasta tu casa (1953), Últimas notas de Thomas F. para la humanidad (1983), Un vasto y desierto paisaje (1991) y Los perros de Tesalónica (1966).
Hay en Askildsen una vocación por escribir siempre desde los intersticios de la trama, en aquel único lugar del jardín que no puede verse desde la casa. Sus cuentos son entidades compactas, de una extraordinaria concentración del lenguaje, pero nunca secas, como si la flora noruega, caudalosa, húmeda y fría, se pegara a las palabras y de ahí a las páginas. Por momentos los relatos se suspenden en encrucijadas donde cualquier desenlace es posible. Nunca parecen direccionados. Tampoco se desploman en los caprichos de la escritura automática. Askildsen logra cuentos de una consistencia e indivisibilidad tan bien logradas que es imposible desmontarlos para ver las tripas de su funcionamiento. Salen en bloque, sin partes ni piezas que las unan; son más bien como pedazos de hielo amorfos y únicos.
Párrafo aparte merecen los personajes, su armónica tristeza, sus camuflados pedidos de auxilio. Relaciones familiares tensas, noviazgos, divorcios y soledades entran en la máquina compactadora de Askildsen. Especial sensibilidad les dedica a los viejos, acaso porque lo interpelan las personas que ya no tienen motivos para vivir, pero que al mismo tiempo nunca mueren. “Soy terriblemente viejo. Ya casi me resulta tan difícil escribir como andar. Voy despacio. No logro más que unas cuantas frases al día. Y hace poco me desmayé. Se estará acercando el final. Fue mientras estaba resolviendo un problema de ajedrez. De repente, me sentí extenuado. Tuve la sensación de que la vida misma se estaba extinguiendo. No dolía. Sólo era un poco incómodo. Y luego debí de perder el conocimiento porque cuando lo recobré, tenía la cabeza sobre el tablero de ajedrez. Reyes y peones tirados. Es exactamente como desearía morirme”, dice uno de esos viejos. En este rubro etario, al que la literatura no suele prestarle atención, “El estimulante entierro de Johannes” resulta un cuento fabuloso.
Ganador del Premio Nórdico de la Academia Sueca, el Premio Brage y dos veces el Premio de la Crítica en Noruega, Askildsen es una referencia ineludible de la literatura escandinava contemporánea. Y si bien sus relatos se inspiran en algún modo en Hemingway y Carver, es toda una tentación cometer el sacrilegio de afirmar que, en ocasiones, sus niveles de parquedad, realismo y humor los superan.
Para quien disfruta de los relatos breves este libro tendrá un lugar en la mesa de luz por varios meses. Lectura y relecturas se disfrutan por igual. Sólo hay que aguantar el error de estar vivo que sufren sus personajes. Pero hay recompensa: “Al fin y al cabo las historias feas pueden resultar muy bonitas, porque pueden hacer que la gente se dé cuenta de que lo que ven en ellos mismos y que resisten mostrar a los demás también lo pueden encontrar en gente normal”, dice Askildsen. Habrá, entonces, más que recompensa, resurrección.
Kjell Askildsen, No soy así. Cuentos, 1953-1996, traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo, Nórdica Libros, 2018, 320 págs.
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