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Nómade e imperturbable, militar y detective, héroe y asesino, criatura de culto y best seller: Jack Reacher es mucho más que las películas con Tom Cruise —una buena, la otra mala— que lo dieron a conocer. En cantidad, al menos, son más de veinte las novelas dedicadas al personaje creado por el británico Lee Child, conjunto erigido no solo como una de las sagas policiales destacadas del nuevo siglo sino también motivo de elogio de señores como Stephen King y César Aira. Es en efecto Elvio Gandolfo (eslabón posible entre King y Aira) quien prologa con entusiasmo evangelizador Noche caliente, el libro con dos nouvelles inéditas de Jack Reacher que se editó este año en la Argentina.
Bonus tracks de las novelas de varios cientos de páginas que se está dedicando a publicar en castellano RBA, los relatos del volumen —Noche caliente y Guerras pequeñas— son ingresos condensados e inmejorables al universo Reacher: en ellos se despliegan las armas y tácticas que tan buen resultado les han dado tanto al protagonista como a su autor (que se volcó a la escritura pasados los cuarenta como apuesta de riesgo después de un despido). Ellas son: frases breves y lacerantes, diálogos rápidos y entretenidos, contextos históricos puntuales y una alternancia rítmica entre exploración escénica, especulación deductiva, flirteo romántico y acción violenta.
Noche caliente, en ese sentido, se inscribe en la Nueva York de mediados de 1977, azotada por una ola de calor récord y el acecho del homicida serial conocido como “El hijo de Sam”. Reacher tiene solo dieciséis años y desembarca en la Gran Manzana, tras una temporada de formación militar en Corea del Sur, con la intención de visitar a su hermano. Velozmente se mete en problemas al rescatar a una mujer de un atacante en una situación que no es lo que parece: el hombre es un mafioso, ella una agente del FBI —elocuentemente llamada Jill Hemingway— que planeaba una emboscada. Pero Reacher ya lo había comprendido todo en un milisegundo. Sabihondo, temerario y noblemente seguro de sí —ya un Reacher consumado—, el adolescente se enreda aún más en la trama policial a la vez que coquetea con una universitaria fan de Blondie y Los Ramones en una noche que sube el termómetro al tope en cuestión de transpiración, sexo y lucha cuerpo a cuerpo.
El segundo relato, Guerras pequeñas, es reflexivo antes que trepidante y se limita a la resolución de un caso complejo: una teniente coronel recién ascendida, rica y trepadora, aparece asesinada en su Porsche en una ruta estadounidense en la primavera de 1989. Casi a pura fuerza de diálogos, la narración exhibe a un Reacher al mejor estilo Sherlock que pone nervioso a los investigadores con su inteligencia y cuyo hermano Joe —empleado de las altas esferas estatales— será de nuevo y decisivamente traído a colación. Como indica Gandolfo, la escritura de Child es más atractiva cuando suelta cabos que cuando los ata, cuando pone el desplazamiento por sobre la racionalidad.
Complemento oportuno de Noche caliente, Zona peligrosa (ahora importada por RBA) es la primera novela de Reacher. En sus más de quinientas páginas, el protagonista pone patas para arriba un ignoto y hostil pueblo sureño en el que se gesta la falsificación de dinero más descabellada de la historia. Un posible camino por el que seguirle el rastro a Reacher, trotamundos de la serialidad.
Lee Child, Noche caliente, traducción de Aldo Giacometti, Blatt & Ríos, 2017, 216 págs.
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