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Píldora roja

Hari Kunzru

OTRAS LITERATURAS

En Píldora roja, la nueva novela del escritor británico residente en Nueva York Hari Kunzru, el narrador y protagonista es un académico anónimo perteneciente al white collar de Brooklyn que recibe una beca para escribir su libro nuevo en el Centro Deuter, un instituto situado en Wannsee, donde en 1942 los nazis decidieron la “solución final”.

Estructurada en cuatro partes, la novela narra el descenso del protagonista por el rabbit hole de la emergente alt right occidental. Así, guiado por una paranoia cada vez más desbocada, el narrador abandona su proyecto de trabajo, muta en una especie de hikikomori mientras desprecia a su esposa y olvida a su bebé, relata las tácticas de la Stasi comunista que una de las empleadas del Centro Deuter le cuenta haber vivido en carne propia, y luego es dominado por un personaje menos siniestro que bobalicón, Anton (notar la similitud fonética con Qanon, la teoría conspirativa pro-Trump): el showrunner de una serie despiadada de policías hardcore, un tipo de neonazi que epitomiza la expansión memética del fascismo actual (no tan lejano de la Argentina, si recordamos los tatuajes del hombre que intentó dispararle a la vicepresidenta Cristina Kirchner).

A lo largo de la novela, el narrador se obsesiona con Anton hasta niveles demenciales que espejan, astutamente, el devenir psicótico de los nuevos adolescentes derechistas. Pero decir que Anton es una especie de Mefistófeles contemporáneo es vender barato al diablo. Su pirotecnia teórica es pobre; su realismo político, elemental; su nazismo, ridículo; y su estética híper masculina sólo podría seducir al tipo de hombre frágil, inseguro y aniñado que es el protagonista, cuyo “progresismo” parece encontrarse cada vez más asediado “por el mundo real” (en una escena, el narrador persigue a unos refugiados, un padre y su hija, para que acepten su dinero o su ropa, pero su intención se malentiende por la de comprar a la niña). Es en estos momentos cuando la novela brilla mejor, cuando no tiene miedo de realizar una sátira ácida sobre el devaneo mesiánico y bochornoso de los dueños del mundo. Sin embargo —y es una lástima—, no explora a fondo esta línea. El protagonista es cobarde y detestable, siempre caprichoso e intelectualmente improductivo (aunque puntualmente sensible), pero, como en un juego de espejos, estas escenas críticas no son más que un tipo de lavado ideológico que Píldora roja hace de sí. Todo está demasiado calculado en la escritura, prolijo, limpio, sin espacios donde algo pudiera realmente colarse. Es como si Kunzru quisiera escribir sobre sí y sobre sus miedos, pero siempre sabiéndose a salvo.

A esta altura, la metáfora de la píldora roja y la píldora azul es un cliché. Obviemos la explicación, pero continuemos el juego, porque urge preguntarse: ¿cuál es la píldora roja de Píldora roja? Y la respuesta es: ninguna. No hay ninguna verdad por descubrir, sino lo que más explícita y superficialmente ya puede verse desde el comienzo. ¿Cómo podría la óptica de Píldora roja no resultarle de una miopía e ingenuidad algo insultantes a cualquier lector con una experiencia mínimamente tercermundista? Lo que se narra no es la repentina toma de conciencia de un progresista norteamericano, sino, como la escena final sobre la victoria de Trump deja en claro, la ultimísima negación de que ellos (los demócratas, los progresistas, es decir, los buenos primermundistas) “no son los malos”, que el fascismo ha emergido “en otro lugar”, que es implementado por “otros que no son ellos”, y contra los que ellos deben resistir, porque son el último bastión de cordura en el mundo.

Ni Anton, ni Qanon, ni Trump son la píldora roja que viene a mostrar cómo es el mundo, su sinsentido de violencia y poder impersonal. Al contrario, y acaso esto sea lo más desesperante, ellos son la nueva píldora azul, el ultimísimo objeto que les permitirá quedarse cómodamente incómodos y tranquilamente intranquilos. Otro producto de un sistema decadente, cuya verdadera y no tan oculta constante ha sido una política exterior dura de agresividad bélica, intervenciones y subyugaciones: una línea política que corre más profunda que los eventuales signos partidarios y que tiene que ver con la perpetuación de su poderío imperial. Un sistema al que (el protagonista de la novela de) Kunzru pertenece, porque también es su producto, y que él ha explotado y perpetuado. Pero esta quizás sea una píldora demasiado difícil de tragar.

 

Hari Kunzru, Píldora roja, traducción de Damián Tullio, Caja Negra, 2023, 312 págs.

15 Jun, 2023
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