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A mediados de 2020, cuando todavía intentábamos entender el efecto pandémico, Chai Editora publicó ¿Hay alguien ahí?, primer libro de Peter Orner editado en la Argentina, que parecía lanzar una pregunta mirando a la calle desde una ventana. ¿Hay alguien ahí? es un libro de ensayos literarios lleno de cruces inesperados por materia (su propia vida) y conexión (el algoritmo personal es insondable). Ahí Orner, una persona atravesada por sus lecturas, que se construye a partir de ellas, desplegaba una vitalidad fundamental; no sólo hacía que el lector quisiera leer todo lo que el autor leyó —lo que recomienda con devoción—, sino que daba ganas de vivir, sí, a pesar de la opacidad de la vida. Tres años después de aquella publicación, y cuando todavía intentamos entender el efecto político de una elección, aparece, otra vez por Chai Editora, otra vez con la traducción prístina de Damián Tullio, Sigo sin saber de ti, segundo libro de Orner publicado en el país, que ya desde su título plantea una vinculación con el primero. El autor no deja lugar a dudas: esta, la suya con el lector, es una conversación que continúa.
Uno podría esperar que, ahora que un lector sabe lo que le espera cuando se enfrenta a un libro de Orner, el resultado que produce (esa vitalidad fundamental) disminuya. Nada más alejado de eso. Ahí está la gran virtud del autor: aunque se conozcan sus trucos, logra profundizar la emoción que traslada. Sigo sin saber de ti mantiene la misma metodología de ¿Hay alguien ahí?: ensayos breves, que a veces pueden ser retratos, que siempre son cuentos, sobre lecturas (poemas, obras de teatro, novelas, y, sí, cuentos, sobre todo cuentos) que cruza con su experiencia personal, porque el autor piensa, recuerda su vida a través del lente de la literatura. Desde ahí aborda sus temas predilectos: familia (madre, padre, hijos, abuelos, tíos), amigos, colegas, amores frustrados, judaísmo. Orner escribe a partir de lo que lee —es decir, lo que ve—, se apropia de sus lecturas y las transforma en “no-cuentos”, como los llama jocosamente en algún momento. Pero no hay que tomarlo en serio, Orner conoce y usa a su favor todas las herramientas del cuento; de hecho, en sus libros el ensayo es un cuento camuflado.
Como su admirado Cheever, Orner escribe con nostalgia compasiva, dejando siempre un atisbo de esperanza, un hueco para la redención (hasta para gente como la tía Agnes, del poema de James Wright que tanto le gusta). Es más, los personajes de su propia vida parecen sacados de algún cuento melancólico de Fall River, lugar en el que, no casualmente, Orner vivió de chico. Su hermano, sus amigos le dicen que es demasiado bondadoso con estos personajes por lo general perdedores que él vuelve adorables, que llena de humanidad. A él no le importa, sabe perfectamente que las personas de verdad nunca son consistentes, son espacios vacíos a completar por quien los narra. “Todo amor es personal, no importa cuán desparejo sea”, dice. Touché.
Así es como muestra una escena (su madre paralizada mientras lava los platos, su padre muriendo en el hospital) e invita a que la veas desde su punto de vista, a través de sus ojos, pero por vos mismo. Incluso cuando ensaya con lucidez sobre una lectura (sea Don Quijote, Ulises o Pedro Páramo) hace lo mismo. Otro efecto: Orner tiene una manera de narrar, un tono íntimo, auténtico, que hace que el lector sienta que le habla sólo a él, que es su cómplice, su amigo, alguien dispuesto a donarte su sangre. ¿No es acaso lo que hace con la transfusión de sus lecturas?
Los capítulos del libro están divididos en las etapas del día: Amanecer, Media mañana, Medio día, Media Tarde, Atardecer y Noche. Otra forma de decir que funciona como un día en la vida de Orner. Pero no es un día particular, sino más bien cualquier día, en el que, claro, no puede faltar un libro. Otra lectura que el autor habilita (como Linklater en la última de su trilogía): una vida es un día que termina.
Cerca del final, Orner escribe con pasión sobre Midwinter day, de la poeta Bernardette Mayer, con quien, tampoco hay dudas, se mira en el espejo (quiero decir, lo que Mayer hace en verso es lo que él busca en sus no-cuentos). Dice que ese libro constituye la mayor celebración de la vida en familia que jamás haya escrito un autor estadounidense, elogia la conciencia ferozmente individual de la autora y destaca sus conexiones, que funcionan como nuestra cabeza: sin razón ni rima aparente. Luego agrega que en su libro Mayer buscaba abiertamente demostrar que un solo día contiene todo, pero Orner cree que ese “todo” se refiere a las posibilidades. ¿Hay algo más potente que la posibilidad?
Peter Orner, Sigo sin saber de ti, traducción de Damián Tullio, Chai Editora, 2023, 256 págs.
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