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Aunque siempre hay excepciones, los protagonistas del policial negro suelen enredarse en la trama a través de peripecias y equívocos que el autor gestiona con mayor o menor eficacia: un caso menor que lleva a uno más grande, un detalle fuera de lugar en una escena del crimen, un llamado imprevisto. La trama succiona poco a poco al protagonista, lo obliga a ensuciarse las manos, a superar esa resistencia a involucrarse. Tal vez ahí se encuentre la diferencia cardinal entre la saga de Jack Reacher y las de otros exponentes del género. Lee Child ha hecho de su personaje principal un disparador, un revulsivo. Reacher aparece y la trama se gatilla, empiezan a oírse los engranajes de la anécdota, como si el protagonista viniera a instalar el policial donde hasta entonces no había nada.
Al menos eso es lo que evidencia la mayoría de los relatos que integran Sin segundo nombre, compilación con la que Blatt & Ríos continúa la estela iniciada con la publicación de Noche caliente (2017). En sus peleas Reacher no reacciona: siempre pega primero. Provoca la violencia y enseguida se encarga de ponerle fin. Más allá de sus valiosos poderes deductivos, el portento físico es el atributo que Child subraya una y otra vez, como para explicitar que dentro de Reacher existe también un placer solapado, un regodeo en la bestialidad y la intimidación que adelgaza el biotipo heroico más de lo que lo amplía.
Como en un mosaico balzaciano, cada relato presenta al personaje en un momento distinto de su vida. Hay narraciones de sus días de policía militar, de espía para el gobierno, de drifter consumado. Se lo muestra como adolescente, como adulto joven y como hombre ya maduro. El tono es el mismo en todos los cuentos, una reproducción obediente del manual que ha convertido el policial en uno de los pocos barcos que todavía flotan en el mercado de la ficción literaria. Abundan las frases cortas, los diálogos irónicos, los villanos genéricos, las mujeres de apariencia desafiante e interior frágil. “La nueva identidad de James Penney” es el único relato que reniega de la fórmula, aunque la marginación de Reacher en un rol secundario se derrumba al final, cuando el personaje recupera su puesto y se roba todas las luces.
Gracias a la traducción dinámica de Aldo Giacometti y a una presentación tan astuta como ubicua, que hace convivir en el paratexto elogios de Ken Follet y César Aira, los lectores argentinos ya pueden expandir su acceso a uno de los Marlowe de la era moderna, un justiciero con menos matices y pathos que el original, pero con las misma sagacidad y fuerza bruta. Armas más que suficientes, está visto, si lo que se pretende es que las páginas simplemente vuelen, que la lectura nunca se detenga.
Lee Child, Sin segundo nombre, traducción de Aldo Giacometti, Blatt & Ríos, 2018, 392 págs.
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