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Hay libros que se le pueden regalar a casi cualquier lector. Se trate de una abuela o un sobrino, podemos estar seguros de que algo le gustará, que no encontrará nada de qué quejarse, nada demasiado “difícil” o “fuerte”, y que hallará satisfecha cualquier exigencia intelectual. Sueños de trenes, de Denis Johnson, es sin duda uno de esos libros.
En el límite entre la novela y el cuento extenso, relata la vida larga y sencilla que lleva Robert Grainier durante la primera mitad del siglo XX en el noroeste de Estados Unidos. Como muchas otras obras, Sueños de trenes es un ejemplo sublime de la literatura americana. “Americana” en el mismo sentido que los cachivaches que uno encuentra en todo el mundo colgados en las paredes de restaurantes BBQ, pero de un valor mucho más importante. El libro presenta una serie de viñetas protagonizadas por Grainier; son escenas de vida al aire libre, que transcurren mientras construye puentes para el ferrocarril, trabaja como leñador y acaba siendo transportista con su propio carro y caballos. La vida de Grainier está marcada por la tragedia ―principalmente, la pérdida de su mujer y su hija en un incendio forestal—, pero inspira sobre todo una sensación de melancólico bienestar, o al menos de aceptación ante los caprichos salvajes del destino. Cada viñeta aprovecha el fértil territorio imaginario en el que la naturaleza épica del noroeste americano choca con los esfuerzos “civilizadores” del este, de los cuales Grainier es, casi sin querer, un humilde soldado. Con una prosa ligera pero extraordinariamente vívida, Johnson trata los grandes temas relacionados con ese choque: el hombre contra la naturaleza, la naturaleza contra el hombre, la ignorancia, la explotación y el racismo asociados a la conquista, el tren como símbolo devorador y algunas incursiones en el mito y lo fantástico… En fin, como decía al principio, el libro encantará a cualquier lector.
La traducción de Javier Calvo es excelente, como debería ser: el castellano, con sus ángulos curvados y sus soberbias vaguedades, es quizás más apropiado que el inglés para este tipo de historia americana, un adjetivo con el que me refiero esta vez a todo el continente. Así las cosas, sin embargo, me pregunto: ¿por qué no hay más libros de este tipo en la literatura latinoamericana? ¿Dónde está la desenvoltura emocionante que exhibe Johnson? ¿Por qué tantas veces, en el sur, este mismo territorio imaginario parece plagado de inseguridades, preocupaciones y mala prosa? Habrá muchas respuestas a estas preguntas, algunas más polémicas que otras, y este no es el lugar ni el momento para indagar en la cuestión, pero un impulso irracional me dice que una clave se oculta en la escasez de trenes.
Denis Johnson, Sueños de trenes, traducción de Javier Calvo, Random House, 2015, 144 págs.
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