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Hay una idea clásica del policial que Lee Child maneja a la perfección: el peligro puede estar a la vuelta de cualquier esquina. Puede estar en la ciudad, cuna de la violencia y la corrupción, pero también en un tranquilo hotel de ruta. Child sitúa al ex policía militar Jack Reacher en una trama que podría ser filmada en el imaginario de Fargo (tanto la película como la serie). Un mundo donde el azar juega un papel importante y, sobre todo, ominoso. Un mundo donde personas inocentes (o demasiado ingenuas) quedan entreveradas con inquietantes fuerzas del mal. Fuerzas que no tienen que ver con lo sobrehumano sino con lo demasiado humano: engaños, manipulaciones, secretos. El que parece extraordinario es Reacher: práctico, veloz, implacable. Un hombre duro, atento a los detalles, sediento de café, que también se permite la reflexión irónica, lanzada siempre con cierta respiración británica. El cine lo mostró con la cara de Tom Cruise, pero mejor hubiese sido la de Liam Neeson.
En esta nueva aparición de la serie que lleva veintitrés novelas publicadas, podemos ver a Reacher no sólo como el protagonista de una historia “de acción”, sino como el personaje de alguna canción de Springsteen, haciendo dedo por las rutas de Estados Unidos, trazando mentalmente un camino diagonal de Maine a San Diego, torciendo su destino por un cartel con un nombre conocido, buscando sus orígenes familiares en las calles de Laconia, New Hampshire. En otro ángulo del relato, a unos kilómetros de distancia, una pareja canadiense intenta llegar a Nueva York para hacer algo de plata rápida. El único problema que tienen, hasta el momento, es la batería del Honda Civic que se olvidaron de revisar, descuido que los obliga a alojarse en el hotel más cercano. A partir de entonces, las cosas empiezan a enrarecerse. La exagerada amabilidad con que los reciben esconde algo que los huéspedes intuyen, pero no pueden descifrar.
En esa inquietud radica la proeza de Child: generar tensión en situaciones de aparente normalidad. ¿Por qué hablamos de un maestro del thriller? Porque, más allá de la historia que cuente, calibra los elementos del género con precisión: acción, intriga y tensión hacen una mezcla adictiva que resulta imposible dejar de leer. Elogiado por un arco de autores que va desde Stephen King hasta César Aira, pasando por Patricia Cornwell y Elvio Gandolfo, Child es en sí mismo un personaje de libro: nacido como James Grant en Coventry, Inglaterra, en 1954, fue despedido de la cadena de televisión británica en la que trabajaba como guionista y empezó a escribir novelas. El éxito inmediato le trajo premios, traducciones y películas (Bill Clinton presentó Tiempo pasado). Aunque sean best-sellers que cumplen con las reglas del mercado, las historias de Reacher tienen un costado donde se amplía una dimensión literaria diferente. Una alarma que se dispara apenas abierto el libro: “Tenía muchas ganas de emprender ese viaje. No llegó lejos”.
Lee Child, Tiempo pasado, traducción de Aldo Giacometti, Eterna Cadencia / Blatt & Ríos, 456 págs.
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