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Un paraguas

Will Self

OTRAS LITERATURAS

Es un mantra entre los traductores que no hay un texto que no pueda traducirse. Lo que quiere decir que ningún texto es traducible, si uno entiende por traducir crear una versión “perfecta” o “pura” de un original en un nuevo idioma. Algo así es imposible, pero la imposibilidad es justamente lo que hace todo posible. Los traductores somos la flecha de Zenón, siempre achicando distancias, sin llegar nunca a la meta. Dicho esto, hay textos que un traductor sensato debería evitar si quiere preservar su cordura. Sin duda Un paraguas (Umbrella), de Will Self, es uno de ellos. Dejando de lado que la novela consiste en monólogos interiores; que salta sin aviso entre personajes, tiempos y lugares en un párrafo o hasta en una misma frase; y que varios monólogos son dichos por pacientes internados en un manicomio, está el problema del localismo: estos personajes hablan y piensan como gente de su lugar y su tiempo (siempre Londres, durante la Primera Guerra Mundial, en los años setenta y en 2010), o sea, en sus propios dialectos y coloquialismos, con reflexiones atestadas de intromisiones de la cultura popular del momento: canciones, jergas, rimas, publicidades, programas televisivos, etc. Exactamente el tipo de material que vuelve loco a cualquier traductor. Por ello hay que sacarse el sombrero ante Daniel Gascón. Y habría que preguntarle, como seguramente él se preguntó varias veces, cómo se le ocurrió aceptar semejante encargo.

Pero sobre todo hay que agradecerle. Porque Un paraguas es uno de los libros más ambiciosos e importantes que se hayan escrito en inglés en este siglo, el producto de un gran talento que ha alcanzado un nuevo nivel de maestría y ahora ahonda en las preocupaciones de toda una carrera. La trama es sorprendentemente sencilla, dada la manera en que se comunica: después de la Primera Guerra Mundial, Audrey Death, una joven trabajadora, sucumbe a una epidemia de encefalitis que la deja en estado vegetativo. Pero por un diagnóstico erróneo acaba internada en un manicomio. Unos cincuenta años después, el psiquiatra Zack Busner descubre el error y cree hallar un tratamiento nuevo que le devuelva a ella, y a varios casos similares, la razón. En 2010, el doctor Busner, ya viejo, pasa por la ciudad y recuerda los hechos de esos años. Alrededor de esta estructura básica, Self arma un torbellino de historias a escala grande y pequeña, impresiones intensas y experiencias fuertemente sensoriales y magníficamente humanas. El Londres de Self es un mundo maravilloso pero sórdido, cómico pero peligroso, hechizante pero muy reconocible, sustancioso como la realidad. El personaje de Audrey Death (cualquier similitud con nombres pynchonianos será intencional, supongo) es mordaz, resistente y trágico, y el lector lo recordará por mucho tiempo. El doctor Busner, entretanto, es un simpático, y poco fiable, guía de su propia vida. ¿Y la traducción? Sería una canallada decir que es otra cosa que un logro impresionante, pero para Gascón la pesadilla no ha terminado: acaba de publicarse en inglés Shark (Tiburón), la segunda entrega de… una trilogía.

 

Will Self, Un paraguas, traducción de Daniel Gascón, Siruela, 2014, 330 págs.

10 Mar, 2016
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