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Una noche en el paraíso

Lucia Berlin

OTRAS LITERATURAS

La palabra japonesa yugen requiere de un contexto para ser traducida, pero se puede decir que alude a lo misterioso, lo profundo, que tiene que ver con la belleza que no es obvia, con algo que no se puede definir y está en la bruma. Es un concepto estético y en poesía, también un estilo. En una de sus acepciones implica la belleza del sufrimiento humano.

Si yugen fuera un perfume, flotaría alrededor de quien lee las historias de Lucia Berlin. Tanto las de Manual para mujeres de la limpieza (2017) como las de Una noche en el paraíso, recopilación de textos inéditos hecha por su hijo Mark, quien en el prólogo cuenta que en la familia todos aprendieron a bailar en la playa, en museos, en centros de desintoxicación o en cárceles como adueñándose de esos lugares. Casi una declaración de principios.

Una mujer observa la fiesta familiar de Navidad desde el techo mientras toma Jack Daniel’s y otra juega mentalmente a investigar la muerte de su mejor amiga mientras limpia la que fue su casa; una adolescente asiste fascinada a un velorio deslumbrante (nunca ha visto tantos hombres buenos mozos) y otra se pregunta cómo un acto nimio y breve puede significar que ha sido mancillada. Las dos ex mujeres de un hombre ausente lo defenestran juntas, lo perdonan, lo extrañan; otra intenta apuñalar a un dealer para resguardar la paz familiar. Todas ellas son Lucia Berlin. Cambia de nombre y, a veces, cambia el punto de vista desde el cual se mira, pero la esencia es reconocible. Una inteligencia feroz le permite hacer equilibrio sobre la línea, si es que la hay, entre lo que nos hace reír y lo que nos hace llorar. No juzga las acciones de sus personajes y eso los hace libres. Su esperanza desesperada los mantiene siempre en movimiento, siempre buscando lo que todos buscamos. Tal vez Lucia Berlin escribe como uno quisiera ser.

El orden cronológico de los cuentos contribuye a la sensación de cohesión, de que la historia es una sola detrás de las diferentes anécdotas, del cambio de escenarios y disfraces. En la traducción de Eugenia Vázquez Nacarino hay expresiones como “se cortocircuitó”, “más mayores”, “la poza”, “las batas” —por los guardapolvos—, pero si estos descarríos gramaticales y diferencias entre las variantes del idioma español pueden ser un pequeño escollo, la fuerza de Berlin hace que sea fácilmente sorteable.

En la vida real, Berlin vivió en Santiago de Chile en una gran casa con varios sirvientes; años más tarde fue mucama, enfermera, telefonista, profesora universitaria, madre sola, alcohólica, divorciada tres veces, a lo largo y a lo ancho de Estados Unidos; vivió en México junto a su hermana con cáncer y llevó un tanque de oxígeno a cuestas. Cuando a ella, que había estado en tantos lugares, le preguntaron qué es la escritura, respondió: “Un lugar en el que estar a salvo”.

Cumpliendo esa especie de ley de simetría entre el autor y el lector, esa que hace que quien lee se detenga en el punto exacto donde el que escribe se ha detenido antes, o que los dos sientan lo mismo en la misma línea, así también la lectura de Una noche en el paraíso es un lugar para estar a salvo.

 

Lucia Berlin, Una noche en el paraíso, traducción de Eugenia Vázquez Nacarino, Alfaguara, 2018, 288 págs.

 

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