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El eje de Vida de lago, la primera novela de David James Poissant, es la paternidad y lo peor que puede pasarle a un padre o a una madre: la muerte del hijo. Los Starling, Lisa y Richard, habían perdido una hija recién nacida por muerte súbita en el cuento “Geometría de la desesperación”, del celebrado libro de relatos debut del autor, El cielo de los animales (2019). Aquí, treinta y cinco años más tarde, el matrimonio, junto con sus hijos treintañeros, presencia el accidente fatal de un niño de cuatro años. Esa tragedia fija el tono del relato. Además, la narración en presente le imprime la sensación de un duelo que no termina de suceder, cuya densidad reproduce la traducción al castellano. Es el último fin de semana en la casa del lago en Carolina del Norte, y Richard y Lisa, académicos a punto de retirarse, acaban de anunciar que la han vendido. Los hijos, Michael y Thad, no entienden la decisión porque, como cualquiera que veranea todos los años en el mismo lugar, sienten que encarna la felicidad de la infancia. Vida de lago cuenta los tres últimos días en aquella casa, ahora venida a menos, ensombrecida por la decepción de la pérdida y la sospecha que la resolución de los padres les genera, y por la muerte que presencian, que además, en el caso de Michael, no pueden evitar.
La novela también cuenta cómo la generación que fue joven en los noventa logró el sueño americano de superar a sus padres en educación, ser propietarios y ahorrar, algo que no pueden repetir sus hijos. Pero sin duda lo más interesante es la perspectiva coral, que rota en cada capítulo entre los seis personajes, mientras que lo más logrado es la carga de subjetividad que imprime cada uno, que ve lo que sucede desde su propio statu quo y el secreto que esconde. Hay escenas potentes, con momentos de gracia hemingwayeana, cargados de cierta melancolía resignada, de que los blancos de clase media tampoco la pasan bien. Y de los muchos sucesos contados, sin duda el mejor es el primero, narrado con la precisión de un cuento desde el punto de vista de un futuro padre que no quiere serlo: Michael, el mayor de los hijos, esconde un alcoholismo que adormece su frustración de ser un vendedor de zapatillas en Dallas, y la vergüenza de sus deudas. Su esposa Diane, maestra de escuela y artista frustrada, no quiere abortar, por más de que habían quedado en no tener hijos. Su hermano Thad, un poeta que no escribe, acarrea intentos de suicidio, es bipolar, y además de las drogas prescritas consume marihuana. Lo mantiene su novio Jake, artista plástico exitoso en Nueva York y adicto sexual que hace ocho años que no ve a sus padres, desde que lo enviaron a un campamento para “curar” su homosexualidad. El secreto de Richard es un affaire reciente; el de Lisa, estar al tanto; y juntos han ocultado a sus hijos la existencia de su hermana mayor, muerta al mes de nacida.
Como a los personajes de El cielo de los animales, a estos les cuesta comunicarse y además los corroe el esfuerzo por disimular sus fallas, algo que Poissant narra con una prosa segura y precisa. Hacia el final, los seis personajes alcanzan la redención que les aporta la franqueza y el amor incondicional de la familia, que, más o menos como todas, tiene su cuota de disfuncionalidad.
David James Poissant, Vida de lago, traducción de Teresa Arijón y Bárbara Belloc, Edhasa, 2020, 372 págs.
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