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El Japón de Krugman, las ciencias sociales, el Apocalipsis

ENSAYO

 

Paul Krugman, De vuelta a la economía de la Gran Depresión y la crisis del 2008, Buenos Aires, Norma, 196 págs.

 

Laureado en las mejores universidades, tras una precoz incursión por el Consejo de Asesores Económicos de Ronald Reagan (con sólo treinta años), y habiendo profesado en Yale y el MIT de Boston, Paul Krugman esperaba del gobierno de Bill Clinton un sillón probablemente merecido. Pero a este brillante economista los puestos ejecutivos se le niegan (le ocurrió igual con Barack Obama) por lo que, desde los años noventa, se orientó al periodismo financiero. Las circunstancias de redactar para Fortune o Foreign Policy lo acercaron a la remecida economía japonesa de fines del siglo pasado.

Las dificultades del archipiélago eran severas (su burbuja financiera se equipara a la inmobiliaria actual de Estados Unidos). Pero nada indicaba que Japón “se hundiría”, como Krugman sostuvo sin cesar en sus artículos de 1998 y 1999. Estos influyeron (desmesuradamente) en personalidades como el presidente mundial de Sony Corporation (residente en Estados Unidos), funcionarios japoneses, personeros del Departamento de Estado y voceros europeos. La trampa japonesa, Error fatal, Peor incluso de lo que parece, Pérdida de respetabilidad, Puente hacia la nada: Krugman encabezó un coro que anunciaba el inminente colapso japonés.

En marcado contraste, sociólogos japoneses y occidentales hablaban de una crisis que parecía diferente: a su alrededor sin duda gravitaban fallidas burbujas, aunque sin hundir una fábrica social tan sólida que ni los bombarderos aliados ni, luego, siete años de ocupación militar, habían conseguido arrasar. En 2000 dediqué buena parte de un libro a enfrentar el sentido común descarriado de Krugman. Por suerte para los nipones, Japón no se hundió. Pero conviene entender cómo razona Krugman (que sigue interesado en el caso nipón), sobre todo ahora que parece lanzado a una nueva cruzada, esta vez contra Obama.

En el libro que acaba de aparecer y reseño aquí, Krugman autoironiza sobre el “profeta de catástrofes” que en los cercanos noventa supo ser. Reconoce que “siempre hay gente prediciendo una nueva depresión cualquier día de estos” (p. 39). Sobre todo en Estados Unidos, donde hubo, y hay, tantos “obsesionados con Japón” (p. 65). Con fuerte respaldo social, los ocupantes norteamericanos de posguerra soñaron en los cincuenta erigir un “modelo social” a su imagen en el este de Asia (hecho notable: la fantasía reverdeció desde 2003 en Medio Oriente, cuando los ideólogos del Departamento de Estado quisieron diseñar la sucesión de Saddam Hussein: “transformar Irak en un nuevo Japón”, señalaban la Brookings Institution y otros sesudos think tanks). Pero el Japan nº 1 no se modernizó a la americana ni se dotó de mecanismos para controlar los efectos perversos de sus logros: el puro control bancario de las inversiones dejó al aparato político sin opciones ante el boom financiero y el enriquecimiento frenético e irracional, tras veinte años de ortodoxia desarrollista. Krugman explica los factores del estallido de la burbuja financiera nipona: se trató de una “rescisión de crecimiento” (pp. 75 y ss.). Pero en el libro citado y en numerosos artículos reconoce “sorpresa” y “ausencia de explicación” sobre las causas profundas del fenómeno (p. 26). Aplicando meros instrumentos de análisis financiero, Krugman tal vez no entendió lo que pasaba: la muerte anunciada nunca tuvo lugar. Y quién sabe si la catástrofe que hoy vaticina para la sociedad norteamericana no resulta un nuevo parto de los montes…

Según sostiene, Krugman cultiva las ciencias sociales. Toma sus libros (en general: recopilación de incisivos artículos) como “tratados analíticos” en los que procura “desarrollar una teoría del caso” (p. 17). Ahora bien, ¿cómo entender dichas ciencias sociales? Krugman relata que su interés por la economía nació con la lectura de Isaac Asimov, para quien los sociólogos son los únicos capaces de entender la dinámica de un mundo en peligro. Científico social ha de ser quien salve a la civilización galáctica. Es el lugar que Krugman se autoasigna, usando como escudo los argumentos de la economía financiera. El abismo no es otro que la depresión, peligro mortal que él conjura “echando a andar un poco de inflación” (p. 82). Krugman no percibe procesos (más o menos ágiles y/o prolongados); sólo ciclos que, desde hace más de un siglo y medio, alternan recesiones con expansiones de forma azarosa (casi mistérica). En el centro de su concepción se encuentra la noción de modelo, que grafica en el caso de “la cooperativa de niñeras de Capitol Hill” (pp. 28 y ss.). En los setenta, una asociación de ciento cincuenta jóvenes parejas norteamericanas ideó un sistema de cupones que daba a los portadores derecho a una hora de cuidado para sus niños, a cambio de encargarse de los ajenos durante igual tiempo. Buscaban establecer un régimen equitativo basado en el intercambio racional de intereses. Lubricante de este tipo de reflexión es la noción de equilibrio, típica de la economía norteamericana (la cual ha colonizado, en esta y otras cosas, a su sociología). Un sistema complejo, dice, puede comprenderse mediante un modelo, representación simplificada de los mecanismos. La constancia de relaciones intersistémicas permite la explicación nítida del conjunto, buscando las partes compensarse a suma cero. Sin embargo, salvo cuando los coloca en el lugar funcional de productores o consumidores, los actores sociales resultan irrelevantes en su análisis (docenas de artículos sobre Japón adolecen de observaciones innovadoras, más allá de explicar su funcionamiento mediante la mezcla de “fatalismo e impotencia” que define a sus administradores: p. 66). Los actores políticos ni se mencionan (hoy descontextualiza por igual sus ataques a Obama), y le asigna a la política mera función técnica. Se siente keynesiano, se esfuerza por recuperar el legado del economista inglés. Pero no deja de tener, sin notarlo (como pasa con tantos norteamericanos), un corazón funcionalista. Krugman es un economista que cree en Talcott Parsons.

 

Sorprende la omnipotencia de Krugman (sea dicho con respeto y franqueza). Sus análisis escotomizan factores gracias a los que los nipones supera(ro)n sus crisis: buena educación básica, elevada tasa de ahorro, asimilación de procedimientos tecnológicos y el consabido espíritu grupal. Los considera “sociología de aficionados” (p. 67). Cualquier sociólogo estructural (incluso alejado del marxismo) queda atónito viendo que hechos históricos e instituciones sociales son por él laminados a su dimensión financiera. Los toma como meros datos (sentido común vulgar, diría un epistemólogo): Krugman ni se plantea tratarlos como variables (objetos analíticos construidos). Lo que llama “teoría del caso” no es tal: no hace más que ponerle palabras imponentes al torbellino de temores y esperanzas que provoca en el público la sucesión (que él deja inexplicada) de expansiones y recesiones, intercaladas por algún Ser Superior poco afecto a las explicaciones. Krugman omite que el equilibrio sólo es posible como objeto construido, que los actores sociales son seres con necesidades, que la creación y distribución de la riqueza no se rigen por la automática ley de las compensaciones sino (salvo que la esfera pública lo remedie) por la dominación y la rapacidad. Un sociólogo crítico podría invitar a Krugman a leer a Thomas Hobbes sin perder la esperanza…

Krugman pasa de la euforia al pánico ya que, al pensar el equilibrio como dato observable, torna inverosímil su propio análisis. Se mueve en el ambiente intelectual excesivamente optimista de la macroeconomía: no en vano Keynes, Lucas y Friedman son sus maestros preferidos. Cree en una tendencia de la realidad hacia la proporción, la armonía y la estabilidad. Y se siente al borde del abismo toda vez que algo serio en la sociedad sale de goznes, situación que brinda en cambio a la sociología sus mejores momentos de análisis. Los tropiezos (frutos de tensiones sociales) ponen nervioso a Krugman. Al no profundizar en los fundamentos sociales de la crisis, en seguida se vuelve agorero. A pesar de su innegable versación, no avizora que entre el equilibrio (inexistente) y el apocalipsis (que pocas veces acaba dándose) existe otra manera de mirar la sociedad: en función de la estructura social, muy resistente y capaz de rebotar desde cualquier altura. Así lo muestran los casos que ha estudiado, Japón o incluso la Argentina.

Paul Krugman goza de notoriedad universal. Antes de fin de siglo advirtió la crisis de los medios de comunicación masivos y la necesidad de dotarse de instrumentos autónomos para hacer oír su propia voz. Fue un auténtico pionero del blog intelectual. En los noventa ya disponía de portal, concebido entonces como austero depósito de artículos. Pasado el 2000 abrió nuevos sitios, más sofisticados, hasta que en 2003 su blog fue acogido por The New York Times, donde recibe más de un millón de visitas diarias y practica una auténtica economía de autor. Cabe plantearle las mismas preguntas que a cualquier best seller: ¿cómo leerlo de forma independiente?, ¿podremos repreguntarle, cuestionar sus argumentos? No está aquí en juego la libertad de expresión, obviamente. Pero sí la unidireccionalidad del pensamiento (incluso el que, como este, nos llega con envase progresista) ante una doble influencia: la autoridad estatutaria (si lo dice Krugman, debe ser cierto) y nuestra propia dejadez (de finanzas no sé nada). Cuando esta nota se publique, Paul Krugman será recuerdo fresco, tras su visita a Buenos Aires el 27 de octubre de 2009 como participante en el World Business Forum. Para entonces, el lector podrá sacar sus conclusiones.

 

Imágenes [en la edición impresa]. Eduardo Navarro, Michi (2008), dibujo en lápiz sobre hoja A4.

Lecturas. Además del libro citado en el texto, de Paul Krugman sobresalen páginas y blogs. En orden cronológico: http://web.mit.edu/krugman/www/ (página web oficial); www.pkarchive.org/ (no oficial); http://krugman.blogs.nytimes.com/ (blog en The New York Times). En cuanto a críticas sobre PK: Alberto Silva, La invención de Japón (Buenos Aires, Norma, 2000), disponible en http://traducirjapon.blogspot.com/search/label/invencion.

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