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Con gran solvencia en las actuaciones y un entramado meticuloso de las acciones, Cabaña Suiza pone en escena la historia de dos familias en las que la muerte relativamente reciente del padre da lugar a una cantidad de nuevas situaciones que deben ser elaboradas, resueltas o simplemente negadas. El punto en que se unen las dos tramas familiares es la relación amorosa entre Leo (interpretado por Andrés Ciavaglia) y Roxi (Valeria Correa). Tras la muerte de su padre, Leo y Fabiana (Paula Ransenberg) reciben una suerte de doble legado maldito: una fábrica de chocolates en el Valle de Río Negro y una cantidad abrumadora de casetes grabados por el padre. Roxi y su madrastra (María Ucedo), en cambio, heredan una casa que comparten de mala voluntad, luego de un traumático accidente automovilístico del padre de Roxi. De las madres de estos personajes no sabemos prácticamente nada, y la ausencia de referencias a la figura materna se vuelve tanto más ominosa cuanto más se coloca el énfasis en los conflictos no resueltos entre los hijos y el padre muerto.
De este modo, la obra retoma con acierto y novedad dos de los elementos centrales de la historia del teatro: el conflicto familiar y la trama amorosa. Los hechos están situados en un ambiente pueblerino en el que todos se conocen de toda la vida, por haber compartido los colegios y porque, en última instancia, todos son un poco primos. El espacio es, en este sentido, una determinación muy poderosa de las acciones y las relaciones. La hostilidad del clima –el énfasis en el viento que “lo vuelvo a uno loco”, como dice Leo– y la carencia de… todo son las dos notas principales de este ambiente patagónico del que todos, con excepción de un único personaje, parecen querer huir. Fernando (Francisco Civit), el amigo de Leo y sex symbol del pueblo, quiere irse a probar suerte al mundo del petróleo. La madrastra de Roxi se quiere ir a vivir a la cordillera. Leo, hacia el final de la obra, sugiere que se irá a San Martín de los Andes. Solamente Paola (María Abadi), la prima “machona” de Leo y Fabiana, viene a quedarse, a estudiar ingeniería eléctrica, pues ya se fue de un lugar donde la escasez es aún más aguda. La carencia consustancial de este ambiente es visible en diversos aspectos. El turismo es insuficiente para la producción de chocolate que quiere lograr Fabiana; la gente es insuficiente para conseguir el reemplazo del bajista que necesita Leo; la carencia afectiva también se subraya durante toda la obra –“a mí en lo afectivo me falta mucho”, dice Fabiana, quien tiene una crisis sentimental porque se ha muerto Polonio, su tortuga–. El personaje de Felipe (interpretado por Julián Calviño), amante de la madrastra de Roxi y empleado de la fábrica de chocolate, suma a toda la obra un ingrediente que la acerca al western.
Lautaro Vilo retoma aquí, como ya sugerimos, dos componentes fundamentales del melodrama. Con gran maestría, da a la obra un tono cómico sin que esta pierda, por ello, el carácter trágico de los conflictos representados.
Cabaña Suiza, dramaturgia y dirección de Lautaro Vilo, Teatro del Pueblo, Buenos Aires.
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