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Nada nos impide ingresar a la lectura de Casa que arde por su dedicatoria: a Heidi y Rolf Abderhalden. Los fundadores de Mapa Teatro, laboratorio de artistas con sede en Bogotá, dedicado a la creación de buena parte de los proyectos interdisciplinarios más interesantes producidos en la región, establecen con Emilio García Wehbi una filiación que los inscribe como creadores todo terreno, nómades, imposibles de capturar en una definición unívoca.
Casa que arde es el texto que hoy se publica y que tuvo su estreno en abril de 2015 en el Konzert Theater Bern, de Suiza. Como libro de artista que es, las ilustraciones acompañan elocuentemente la lectura y son otro modo de resignificar el material ficcional que se propone como “teatro para niñas anarquistas y animales embalsamados”. Es posible que en las depositarias femeninas —y en el mundo animal también— encontremos un eje por el cual viene pasando parte de la producción de García Wehbi de los últimos años (Hécuba o el gineceo canino, Luzazul).
En este caso la mujer es Bernarda Alba y Casa que arde oficia de reescritura crítica del texto de García Lorca. Se diría que en un intento por dinamitar la dramaturgia de partida, accedemos a lo que dejó el estallido: Bernarda y Adela (una o varias, la acción es a voluntad), siempre antagónicas, entre un coro de niñas, animales parlantes —como en las fábulas— y un personaje masculino, Adonis, corporización del hombre y del padre que eludía el texto español. El contrapunto entre madre e hija se sigue jugando en torno a los mecanismos de control —masculinos, básicamente— que ejercen discursos e instituciones, pero se radicalizan leídos ahora desde la contemporaneidad.
La escritura no da respiro (sobre todo si pensamos que los enunciados deberían ser emitidos por intérpretes) y hace de la acumulación su condición de posibilidad. Listas de psicofármacos, de marcas de lujo, de verbos en modo imperativo, de calificativos, de citas “cultas” se suceden sin solución de continuidad y ofician de hitos por donde se cuela un rasgo de estilo. García Wehbi es un artista hiperbólico y su marca es el exceso (cómo olvidar los más de cien objetos que desplegaba en la performance Cuando el bufón se canse de reír, o los cincuenta y ocho performers de 58 indicios sobe el cuerpo). A la manera de Luzazul, que se emplazaba entre la poesía y el teatro de manera indecidible, Casa que arde deja en suspensión la pregunta por su naturaleza literario-teatral, sin ofrecer una respuesta. La decisión entonces es nuestra, porque la teatralidad la asigna aquel que mira.
Emilio García Wehbi, Casa que arde. Teatro para niñas anarquistas y animales embalsamados, epílogo de Federico Irazábal, ilustraciones de Elisa Canello, DocumentA/Escénicas Ediciones, 2015, 148 págs.
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