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Como el célebre cuadro de Magritte que reproduce la figura de una pipa y debajo, con caligrafía de manuscrito, la mención “esto no es una pipa”, el escenario de Cineastas, última pieza del director y dramaturgo Mariano Pensotti, está dividido en dos: arriba y abajo. En la parte inferior se desarrollan las historias de cuatro cineastas. En la superior se reproducen fragmentos de sus ficciones. Pero Magritte no pinta un solo cuadro, sino dos. Como si abriera el plano para descubrirnos otro misterio, además del desconcertante aviso de que eso que está ahí no es una pipa, sino la representación de una pipa, el siguiente reproduce la misma figura de la pipa con la misma leyenda, pero a su vez encerrada en un marco apoyado en un caballete. Entonces ya no sólo esto no es una pipa sino que, además, esto no es un cuadro.
En los últimos tiempos el teatro pareciera estar empeñado en descubrir el mecanismo oculto de la ficción, retirando capa por capa sus velos para llegar así al hueso duro de la realidad, como si se tratara de uno de esos trucos de magia en los que, al retirar un pañuelo, la paloma ha desaparecido de la mano del mago. Así, los cinco actores de Cineastas –Javier Lorenzo, Valeria Lois, Horacio Acosta, Elisa Carricajo y Marcelo Subiotto– interpretan a los realizadores, además de a muchos otros personajes de ambos niveles, pero no se “meten en su piel”. Son, como la pipa, maquetas. En un juego entre narración y acción dramática, con el mismo procedimiento que Pensotti usó en El pasado es un animal grotesco (2010), mientras unos caminan y actúan sobre el escenario, otro los habla con micrófono en mano, los describe, traza líneas de su biografía. De modo que los planos que propone no son sólo dos, el de arriba y el de abajo, sino que también están el adentro y el afuera que funcionan como dos espejos enfrentados que se reflejan entre sí y se multiplican al infinito. Representación de la representación de la representación. A medida que la obra avanza, la escenografía, plagada de objetos colgados en las paredes, se va desmontando, de manera que en el último acto lo que queda es un cuadrado blanco, pelado, sin nada, dividido en dos. Y las imágenes tomadas por uno de los personajes, el primero que aparece, el director de cine exitoso que se entera de que va a morir pronto, se reproducen en la pantalla de una laptop: una sucesión de planos fijos de objetos, sus objetos preferidos. Síntesis perfecta a la que llega luego de preguntarse durante toda la obra cuál es la mejor forma de hablar de su propia vida.
Esas últimas imágenes, de una simpleza apabullante, confrontan a su vez la complejidad y la eficaz articulación de hilos que teje Cineastas. Pero, a fin de cuentas, son dos modos diferentes de decir lo mismo, dos modos diferentes que tiene un artista para hacerse preguntas sobre sí mismo y sobre lo que hace.
Cineastas, dramaturgia y dirección de Mariano Pensotti, Teatro Sarmiento, Buenos Aires.
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