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Se nos advierte, una vez comenzada la performance, que lo que viene será una experiencia ardua y cansadora. Casi tres horas más tarde, uno ha sido testigo y parte del despliegue y la condensación de una vida, al tiempo que de un manifiesto estético.
La trayectoria vital del performer va a darse a conocer en escena desde estrategias múltiples. La cartografía es una de ellas. García Wehbi hace mapa (y no calco), y la tecnología estará al servicio de mostrar las huellas del viaje del hombre y el artista. La densidad del recorrido, puntillosamente proyectado desde Google Earth, hará juego con la incesante profusión de objetos personales, casi todos relacionados con sus puestas teatrales, que serán desplegados uno a uno en el espacio reducido de la representación, y amplificados –filmación en vivo mediante– gracias a la decisión de proyectarlos en pantalla. García Wehbi le hace frente a la idea canónica que concibe el teatro como espacio vacío y le opone su contrario: lo múltiple, el exceso, la saturación significante.
Autorretrato sesgado, texto de su autoría y otra de las plataformas elegidas para narrarse, se conjuga con textos de Luis Cano en los que la figura de Hamlet o el actor que hace de él son protagonistas. Por efecto de la lectura alternada, del desplazamiento entre los textos de uno y de otro, el padre de Hamlet se aproxima al de Wehbi, Gertrudis queda en línea con su propia madre y entonces, en ese cruce, en ese acontecimiento, adviene el sentido de la biografía que se quería presentar: una vida inescindible de su condición teatral.
Tal vez aquí resida lo más emocionante de esta experiencia performática: el modo rotundo y visceral como se unen el arte y la vida, el riesgo que la operación implica, la testarudez de permanecer leal a un programa estético aunque sea de uno solo contra todos.
Las fotos de los niños al final propician un nuevo comienzo en el que los recorridos son pura potencia y el mapa del mundo se postula para albergar todos los trazos. Hay lugar para la infancia y lo hay también para los muertos: el intérprete convoca a los propios y en ese gesto inscribe su teatro en el orden de la ceremonia.
Ya para garantizar la coincidencia entre el cuerpo que está en escena y Emilio García Wehbi, se recurre a la proyección de la firma. La repetición de la rúbrica en documentos oficiales, pasaportes y visados da cuenta de la identidad de quien habla y, sin embargo, como en la cita de Deleuze que anima el espectáculo, “la repetición más exacta, más estricta, tiene como correlato el máximo de diferencia”. No cabe ninguna duda de que García Wehbi se define por esta última.
Cuando el bufón se canse de reír, dramaturgia y dirección de Emilio García Wehbi, Timbre 4, Buenos Aires.
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