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Alentada y bien predispuesta por la serie de preguntas que desde el programa de mano contextualizaban la última producción de Mariano Tenconi Blanco (Las lágrimas, La fiera, Lima Japón Bonsai), a saber: “¿Se puede crear lo nuevo? ¿O todo arte se ha vuelto cita, collage, pastiche? ¿Qué es hacer arte en el siglo XXI?”, la que suscribe se dispuso a ver Futuro con la convicción de que el espectáculo construiría una respuesta personal para resolver sus planteos. Imaginó que esta respuesta se encontraría del lado de los procedimientos —teatrales—, por si hiciera falta aclararlo. Sobre todo cuando en el mismo programa de mano se concluía: “El arte del siglo XXI es el arte del procedimiento”. El desconcierto sobrevino al no poder reconocer la contundencia de la afirmación en el devenir del espectáculo.
A pesar de la inclusión original de la banda de rock que arman las actrices, de las proyecciones con los tracks que puntean el recorrido de The Fiction, la agrupación en cuestión, de la entrega de las letras al público a modo de souvenir, Futuro confía su estrategia principal a la exposición compulsiva de categorías teóricas que dicen bastante menos de teoría que de exhibicionismo de lecturas por parte de sus realizadores. Así es como el espectador más o menos avezado distingue la letra de Deleuze, Bourriaud, Kristeva y Rancière, entre otros. El problema —creemos— es que la intertextualidad, el rizoma, la posproducción, lo posdramático funcionan en la obra de Tenconi Blanco, básicamente, en términos de enunciados de superficie y no ya como procedimientos espectaculares. En este sentido, Futuro contradice sus propios intereses volviéndose frívolo, presuntuoso.
No es infrecuente en ciertos sectores de la escena porteña actual la necesidad de hacer alarde de determinadas lecturas conceptuales que funcionarían como plataforma de lanzamiento de las obras. El problema aparece cuando, en lugar de ser disparadores procedimentales, se vuelven puro ejercicio narcisista, despliegue enciclopédico, banalidad. Las teorías bien incorporadas no necesitan exhibición, están y se leen en los principios constructivos de los espectáculos, en sus elecciones estéticas, en sus apuestas formales. Llamar la atención sobre ellas sin más es una aproximación desviada de lo que debería ser la relación entre la teoría y la práctica (debate que le ha quitado el sueño a más de un crítico). Y la crítica —por su parte— tendría que estar atenta: no todo lo que brilla es oro.
En este caso, y muy a nuestro pesar, el futuro atrasa.
Futuro, dramaturgia y dirección de Mariano Tenconi Blanco, música original y dirección musical de Ian Shifres, Centro Cultural General San Martín, Buenos Aires.
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