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Hamlet está muerto. Sin fuerza de gravedad, escrita por el austríaco Ewald Palmetshofer y dirigida por Lisandro Rodríguez, retoma algunos de los motivos más importantes de la materia hamletiana. Pero los reelabora en un contexto por completo diferente, actual y a partir de una conjunción de elementos propios del teatro burgués clásico, dramático, y de una matriz posdramática —es decir, dramático-narrativa—, tendencia que hoy determina la vertiente más vigorosa de la escena teatral en el ámbito en lengua alemana. En este sentido, se entrelazan motivos de larga tradición teatral, como los vínculos incestuosos o los enredos amorosos, con una puesta en escena que combina interacciones dramáticas con relatos de los actores-personajes.
Un excelente manejo en la transmisión de la información, actuaciones entre sólidas y extraordinarias y un manejo del espacio muy inteligente hacen que la combinación entre texto y puesta sea logradísima. La puesta es brechtiana en el mejor de los sentidos, pues los momentos de gran intensidad dramática, que alcanzan a suscitar una profunda empatía del espectador, se asocian con pasajes de distanciamiento y ruptura de la ilusión teatral. A diferencia de las malas puestas de Brecht, que a cada segundo nos recuerdan que esto es “puro teatro” y que los actores en escena solamente “fingen su dolor barato”, Rodríguez prescinde con gran solvencia de esos guiños excesivos y machacones.
La obra presenta y narra el velorio de un nuevo Hamlet. Y la antesala del Espacio Elefante funciona como casa de sepelios, a la que los personajes ingresan al entrar en el local. Esta situación inmediatamente post mortem es, así, el desencadenante de los relatos pretéritos de los personajes, cuyo significado reside más en la tensión que produce sobre los conflictos afectivos y dramáticos presentes que en la historia pasada que cuentan. De ese modo, el pasado da al presente un plus de significación y de tensión sobre los complejos lazos entre los personajes, en esa situación tan peculiar como es el velorio de un ser querido.
Los cruces entre el circuito independiente argentino y el teatro posdramático en lengua alemana ya cuentan con una pequeña larga tradición: la puesta de Rodríguez se inscribe en lo mejor de ella. Con felicidad, la obra combina un ambiente y personajes del Conurbano con una obra austríaca, una tradición isabelina y música de Él Mató a un Policía Motorizado. Todo esto sucede en una apropiación del espacio no teatral, que toma todo lo que está en torno a la usual sala de Elefante, la cocina y el hall de espera, la calle. La obra pone en escena de ese modo una yuxtaposición que también fuera de escena —en la real realidad— suele resultar absurda, la de las casas velatorias que dan a la calle, en las que el vidrio transparente separa y a la vez une la muerte y el dolor, que tienen lugar dentro y fuera del local, con la vida cotidiana, que tiene lugar también afuera y adentro del local.
Hamlet está muerto. Sin fuerza de gravedad, dramaturgia de Ewald Palmetshofer, traducción de Pola Iriarte Rivas, dirección y puesta en escena de Lisandro Rodríguez, Elefante Club de Teatro, Buenos Aires.
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