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En el marco de las actividades que conmemoran los setenta años del Teatro San Martín, Vivi Tellas optó inteligentemente por desmarcarse de la solemnidad del homenaje con Las personas, nueva entrega de sus consagrados biodramas. La obra concentra y plasma buena parte de las inquietudes de la directora. Detectar la teatralidad por fuera del teatro para luego desplegarla desde ese mismo ámbito parece ser una suerte de obsesión, que en este espectáculo se vuelve un dispositivo de eficacia. Si se trataba de rendir tributo a la Institución, Tellas eligió para hacerlo a los propios trabajadores del teatro. Así es como veintidós personas, entre acomodadores, vestuaristas, asistentes, sastres, utileros, técnicos y diseñadores, tienen sus “minutos de fama” ante un público que celebra la ocurrencia, aplaudiendo cada una de las intervenciones de los hacedores del San Martín.
Anécdotas personales en relación con jefes y autoridades, que van graciosamente de la picardía a la transgresión o a lo inconfesable en el ámbito laboral, el amor por el oficio —transmitido en muchos casos por generaciones—, la relación insospechada con el público, el rotundo sentido de pertenencia van conformando el archivo del que se nutre el espectáculo para su realización. El material testimonial se convierte en el documento vivo del detrás de escena al que, normalmente y en tanto espectadores, no tenemos acceso. El juego se invierte deliberadamente y cobra dimensión sobre todo cuando, casi a la manera de testigos involuntarios, asistimos a los testimonios —muchos de ellos desopilantes— sobre los consagrados —con nombre y apellido— que trajinaron sus escenarios.
Hay también en Las personas espacio para la ficción, y ese momento se verifica cuando estos reales “tomadores de la escena” se visten con los trajes que fueron usados en puestas emblemáticas: las camisas de fuerza de los locos en Marat-Sade, la capa que llevaba la Nora de Elfriede Jelinek, la de Hamm en Final de partida. El acto de portar el vestuario que cubrió a actores de la talla de Alfredo Alcón o Elena Tasisto les permite por un rato a ellos también volverse personajes. Los textos de las diferentes obras comienzan a entrecruzarse y es por demás interesante —si no lo más— ver cómo funciona el arte de la actuación entre quienes no son actores. Tal vez en esto resida la apuesta: en darles ese estatuto a aquellos que conforman el lado B del oficio, a los fabricantes de escena, a la mano de obra invisible, que no por silenciosa es menos teatral.
Las personas, dirección de Vivi Tellas, Teatro San Martín, Buenos Aires.
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