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No se hace evidente la relación entre un Manual de procedimientos de auditoría interna y el espectáculo de Mariana Obersztern, cuyo disparador es esa clase de literatura instrumental que sirve para evaluar la eficacia del sistema de control interno de una empresa, optimizar su funcionamiento y sopesar la probabilidad de riesgos. Enmarcado en el Proyecto Manual que en 2012 tuvo lugar en el Centro Cultural Ricardo Rojas, Si el destino viene a mí hace de ese instructivo una plataforma de despegue que adquiere, en el transcurso de la representación, una forma decididamente personal.
Si el manual supervisa un sistema de funcionamiento y una operatoria, Obersztern desplaza esa mirada hacia el teatro y se interroga por esta práctica y por el estatuto de los actores, ya no sólo en el territorio de la escena sino en su condición existencial. Con inevitables guiños a Pirandello, estos seis intérpretes en busca de saber qué hacer en el escenario o de quién recibir instrucciones cuestionan desde el encierro al que están confinados hasta la propia disciplina y, junto con ella, la existencia misma.
Animada desde el comienzo por su condición experimental, Si el destino viene a mí se revela como una suerte de laboratorio en el que se mezclan materiales aparentemente irreconciliables. ¿Cómo se leen los procedimientos de auditoría interna desde la esfera teatral? Tal vez con la misma lógica con la que alguien se aproxima a la lengua extranjera cuando no es hablante nativo. La puesta se hace cargo de este desfasaje y los momentos hablados en francés, con la pronunciación deficiente del extranjero, así lo grafican. La referencia al laboratorio puede relevarse en los lenguajes no verbales: la iluminación y la escenografía blanquísimas crean un ambiente inmaculado, propicio para que los seis protagonistas se destaquen. Luciano Suardi, Laura López Moyano, Agustina Muñoz, Laura Paredes, Denise Groesman y Federico Gelber son las firmas para esos personajes que –sin nombre– se desplazan, interactúan, vacilan y esperan que el destino venga a ellos, en el mejor de los casos. Sin embargo, agotados, descreídos tal vez, terminan por clausurar la representación atravesando la puerta (o la cuarta pared) que permaneció siempre cerrada. Acaso sea este gesto decisivo el que les permita salir a la conquista de la propia identidad.
Si el destino viene a mí, dramaturgia y dirección de Mariana Obersztern, El Extranjero, Buenos Aires.
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