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La cartelera teatral de Buenos Aires, en su inabarcable inmensidad, esconde joyas en los lugares más inesperados. Sábado, 8 pm, Villa Crespo, Sociedad de Fomento y Biblioteca Popular General Benito Nazar. En la sala principal, dos cuarentones juegan al ping-pong. En el sórdido restaurante del fondo, dos sesentones farfullan ante el televisor. El Rojo gana dos a uno. La empleada de la limpieza acumula bolsas de basura en los corredores. Nada hace pensar en teatro, pero sí, arriba, en un salón de estilo clásico, nos esperan los actores, o mejor dicho, los operadores de escena. Calientan, cantan, sonríen. ¿Un fernet con cola? Gracias. ¿Un bizcochito? Por favor. Desde el primer momento, los espectadores nos sentimos como invitados a compartir una fiesta con ellos. Una fiesta cordobesa.
Hace dos años pasé un fin de semana largo en Córdoba. Una de esas noches, un poco contra mi voluntad, fui llevado a un concierto de “La Mona” Jiménez. Fue una de esas experiencias que no se olvidan. Esta Villa Argüello que se define como un espacio de evocación de un mundo cordobés es, entre otras cosas, un homenaje a La Mona, a sus canciones, a sus gestos, a su manera de bailar ese cuarteto cordobés que va más allá de lo que conocemos como cumbia. “Amor prohibido”, “Mujer golpeada”, “Arma blanca” y otras que se me escapan son recreadas, coreografiadas, bailadas, cantadas, en una sucesión de escenas tan dramáticas como sexys. A ratos el vestuario color pastel y los ritos de cortejo hacen pensar en un West Side Story contemporáneo. A otros nos traslada a una fiesta de puesta de largo de una quinceañera. Siempre con elementos básicos, con ideas sencillas, vemos cambios de vestuario y de luz en escena con un ritmo endiablado. Los árboles de la calle Antezana, levemente iluminados, funcionan como una insuperable escenografía y nos trasladan a esa sierra cordobesa que sirve de telón de fondo a todos esos barrios, cada uno con su símbolo de pertenencia.
El trabajo con el lenguaje es otro de los aciertos de la obra. Cómo conseguir ese particular acento, cómo lograr el punto justo entre la parodia y el homenaje, cómo trabajarlo dramatúrgicamente; la palabra se hace y deshace frente a nuestros desconcertados ojos, entre bailes, miradas y roces de unos cuerpos que no podemos dejar de mirar. Cuarteto cordobés y danza contemporánea se fusionan sin que percibamos el esfuerzo, como si fuera una combinación obvia, como el fernet y la coca cola.
Un deje de melancolía sobrevuela la obra, de añoranza por ese barrio que ha quedado atrás, pero que siempre cargamos en la maleta los nómadas. Una saudade que sirve de contrapunto preciso a esa alegría que se filtra por los poros y que te acompaña el resto dela noche de sábado, incólume frente al mal humor de los porteños. Villa Argüello es un estado de ánimo.
Villa Argüello, idea y dirección de Celia Argüello Rena, Sociedad de Fomento y Biblioteca Popular General Benito Nazar, Buenos Aires.
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